Revista Filosofía

La metafísica.

Por Juanferrero
Las últimas entradas hacían referencia de un modo u otro a la diferencia entre acciones y hechos, diferencia ésta que no puede considerarse más que una prueba, como casi todo lo que se escribe en en este blog. Todo es borrador, pero también es verdad que esta diferencia que intentamos ver en qué consiste y a ver donde nos lleva, inauguró este blog, y por tanto es uno de los temas constantes, que de manera latente siempre están presentes en lo que creo que consiste la Filosofía, o al menos cualquier introducción a la Filosofía, porque que no ha de olvidarse que estas variaciones no son más que aquello que me contaría a mí mismo como curso introductorio. Pues bien, esta diferencia la imagino a partir de la metafísica que hay contenida en la Monadología de Leibniz. Quizá, por eso, sea conveniente comentar brevemente que entiendo por metafísica, y mi interés (y fascinación por la misma). En primer lugar la metafísica es pintura del pensamiento. El pensamiento imagina, y lo que resulta es metafísica. Y toda metafísica es fallida, no puede haber metafísica consistente, y si lo es porque se aproxima al arte y se aleja de la Filosofía, y su fracaso está siempre del lado de querer aportar una imagen verdadera, y para ello está la ciencia. A saber, componer una imagen de lo que hay es tarea del arte, y no tiene porque ser verdadera, en cambio dar una imagen verdadera de lo que hay es tarea de la ciencia, por supuesto que ambas tareas, a su vez tienen sus limitaciones. Un científico defendiendo la ciencia frente a los desvaríos de la Filosofía y la metafísica en cuestión, no puede olvidar que quizá esté pasando ese límite. Si repartimos aquí tareas al arte le toca vérselas con el sentido y a la ciencia con la verdad. A la Filosofía le toca ver como se relacionan y andar con reducir la una a la otra (esto es teología, religión o directamente superstición). Y es que la Filosofía en tanto teoría de lo que hacemos, no es sólo lo que hacen aquellos que aportan conocimiento contrastado, la ciencia, sino lo que hacemos cada uno, e incluso lo que hace la propia Filosofía. Por ello, el discurso filosófico es extremadamente raro, porque ¿qué es lo que le queda si lo que hacemos también es objeto de estudio, de psicólogos, sociólogos, historiadores, antropólogos? Y más aún cuando se distingue de estas disciplinas y no debería confundirse con la literatura. Por eso con Deleuze la Filosofía tiene como tarea producir, crear conceptos que imitan en su desenvolvimiento la acción. Los conceptos no están sometidos al método hipotético deductivo, ni están tramados sin más en una historia verosímil, al modo de la poesía, sino sin perder la consistencia de su urdimbre deben remitir a hechos, pero sin confundirse con ellos. Y en tanto que imitan a las acciones no deben describir un universo de valores, remito a las entradas anteriores para ver la relación entre acción y valor. El concepto en tanto que se inserta imitando los sistemas de acciones, no justifica valores, más bien ve sus falsas justificaciones y sus inconsistentes jerarquías y selecciones. Y por eso la Filosofía no tiene mucho que comentar con la ciencia, ni con el arte, debe estar atenta a sus producciones, la intimidad de la Filosofía se trama con la opinión con la que se confunde, como lo fue desde siempre. Y no hay tribunal que valga capaz de deshacer la íntima unión entre Opinión y Filosofía. La Monadología de Leibniz es el delirio hacia lo infinitamente pequeño donde esta cuestión está resuelta, y pensar es calcular. Y pensar no es calcular, y nunca lo será.

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