

Nº 87 - Julio 1977
Posiblemente difuso para las nuevas generaciones, el recuerdo de la comunidad MIA (Músicos Independientes Asociados) y su música profundamente progresiva vive siempre presente en aquellos que, años más, años menos, arañamos la misma edad promedio que sus integrantes. Tenaces pioneros de lo que hoy se define como "jóvenes emprendedores", estos visionarios asomaron por la escena del rock argentino en 1975 a instancias del matrimonio Vitale (Esther y "Donvi") que desde la cuna le había hecho degustar a sus hijos, los entonces adolescentes Lito y Liliana, el particular sabor del arte de combinar sonidos.
Muy pronto al clan Vitale se sumaron otros jóvenes músicos, coristas, iluminadores, sonidistas, diseñadores gráficos... todos talentosos y agrupados en una empresa cooperativa con base en Villa Adelina, Gran Buenos Aires, mantenida a pulmón y destinada a promover los nuevos valores del rock. Que no era solamente rock a secas, sino una maraña de estilos que supo amalgamar clásico, sinfónico, jazz y folklore autóctono con una poesía exquisita, plena de imágenes y sensaciones. Estamos de acuerdo: la época era propicia y uno se pregunta si hoy en el siglo XXI un emprendimiento como este, que modeló artistas de dimensión internacional, tendría cabida en el escenario local actual.
MIA creció sustentada sobre el sólido basamento musical de estos niños prodigio y, por cierto, gracias a un curioso sistema de difusión. Sus discos y cassettes (de su sello independiente Ciclo 3) no se vendían en el circuito comercial habitual, sino por correspondencia. Ergo, uno debía saber de su existencia para poder adquirirlos; de hecho, no se los descubría vía YouTube, como ahora... Y en esto también fueron pioneros, porque giraron por todo el país promocionando un sistema de suscripción gratuita entre los asistentes a sus recitales, a quienes recompensaban mediante el envío periódico de newsletters por correo postal (años ’70... sin Internet) y lograron el pleno apoyo de los medios para la difusión de su material.
Así fue como conocí a MIA, cuando su primer álbum "Transparencias" (1976) fue difundido en su totalidad en una de las emisiones radiales que escuchaba en la época. Llegó precisamente cuando me encontraba descubriendo el rock progresivo, nacional e internacional, en toda su magnitud y al mismo tiempo, con el asombro propio de criaturas en una juguetería. Y fue otro objeto más de fascinación. Desde entonces MIA engrosaría mi lista de favoritos y hasta tuve el placer, poco después, de asistir a uno de sus conciertos en el que presentaban temas del que sería su último trabajo discográfico, el álbum triple en vivo (el primero del rock nacional) "Conciertos". La cita tuvo lugar en el hoy desaparecido Cine Club Chaplin de la ciudad de Santa Fe, allá por 1978-79.
El tiempo transcurrido conspira contra los recuerdos suficientes como para esbozar una nota completa sobre ese concierto, pero es imposible olvidar que se trató de una magnífica experiencia. Por fortuna, el hueco en mi memoria se rellena en parte con los tantos artículos y reseñas que la revista "Pelo" supo dedicarle a MIA desde los mismos orígenes de la banda.
El que sigue es uno de los primeros recitales cubiertos por "Pelo", donde el autor de la nota hace hincapié en la necesidad de maduración musical por parte de los brillantes intérpretes. No ponemos en duda su apreciación: en la época en la que este concierto se llevó a cabo, Lito Vitale tenía apenas 15 años, Liliana 18 y el resto de la troupe no muchos más.
Promediaba 1977 cuando MIA ofreció este show en el Teatro Odeón de Buenos Aires, ocasión en la que presentaron los temas de su entonces nuevo álbum, el bello "Mágicos Juegos del Tiempo", salpicados con otros de su obra debut "Transparencias".

MIA / Teatro Odeón
Búsqueda de Madurez
En coincidencia con el lanzamiento de su segundo álbum "Mágicos juegos del tiempo", MIA presentó en público su trabajo durante su recital en el Odeón. El anterior álbum, debut del grupo (organizado como cooperativa), reflejó un período en que la música concentró sus expectativas, en desmedro de las letras. El nuevo long play, por el contrario, muestra la búsqueda de un equlibrio [sic] entre esos aspectos: "El anterior álbum no tenía letras y por eso era más cerrado, y se concibió sólo instrumentalmente. Ahora intentamos fusionar ambas cosas" dijeron. El nuevo álbum apareció simultáneamente con la actuación mencionada. "La mayor experiencia en la forma técnica de grabación incidió como para realizar un trabajo más integral. El argumento trata la vida de una niña desde chiquita hasta su adolescencia, su confusión entre la fantasía y la realidad. El personaje se llama Juliana Gabina", explicaron.

El recital en sí mismo se caracterizó por presentar diversas formaciones. La primera agrupación presentó a Juan del Barrio (teclados, preferentemente piano acústico), Nono Belvis (bajo) y Lito Vitale (batería) para encarar temas con armonías del clasicismo y el romanticismo de la música "culta", pero con la peculiaridad de expresarlos en una estructura jazz. El sobredimensionamiento de la improvisación tornó a la música en lejana y redundante cuando, además, las armonías elegidas se sostenían sobre la base de fraseos endebles. Los problemas de sonido que tuvo el piano contribuyeron a desencadenar el aislamiento del trío. Los solos especialmente visibles en "Contrapunto rítmico", mostraron la expresividad que denota el título del tema en el bajo de Belvis, la velocidad sin sentido percusivo de Lito Vitale y el manejo clásico de del Barrio en el piano. A posteriori, otro trío estrenó en vivo varios temas de "Mágicos juegos del tiempo": Lito Vitale (teclados, guitarra y voz), Alberto Muñoz (guitarra, bajo y voz) y Liliana Vitale (batería y voz). De esta parte, destacó la composición par el brillante trabajo vocal -casi coral- de temas centrados en un dominio sobrio de melodías simples pero expresivas y el contraste de pianos que se dispusieron. La voz de Liliana Vitale, el basamento armónico de los teclados de Lito Vitale y el trabajo medido de la guitarra de Muñoz significan un valioso aporte para las canciones ejecutadas. El segundo cuarteto, integrado por Lito Vitale (teclados), Liliana Vitale (batería y flauta dulce), Nono Belvis y Daniel "Mordaz" Curto (guitarra y flauta traversa), se hicieron cargo de dos temas donde, en uno de ellos, la melodía preponderó por sobre el ritmo y la armonía, y el restante por la polirritmia de índole jazzística que propuso. En la segunda parte del concierto, se presentaron dos temas incluidos en el nuevo álbum que mostró la fluidez y corrección del solo de guitarra de Alberto Muñoz y el buen tema "Romanza para una mujer que cose", arreglado con imaginación. Inmediatamente después, se estrenó una obra para piano, "Implosión", ejecutado por Juan del Barrio, de buena factura aunque algo inmadura todavía dentro del estilo de música "culta" contemporánea. "El casamiento de Alicia", canción del primer álbum de MIA, se caracterizó por la sensata improvisación de Lito Vitale. Luego de presentar dos temas inéditos con un nuevo cuarteto, ambos de una buena trama armónica, MIA interpretó el tema más ovacionado de la noche: "Corales de la Cantata Saturno", una obra profana a diez voces y cinco instrumentistas. En suma, fue un concierto donde la música monopolizó el espectáculo pese a que algunos pocos temas evidenciaron cierta inmadurez e indefinición compositivas. Además, hubo buenas ejecuciones (salvo en los diversos bateristas que se intercalaron a lo largo del recital) que tendieron a realizar la música de MIA convincentemente.