Representación artística del Telescopio Espacial Kepler. Crédito: NASA/JPL-Caltech.
¡Está vivo! El telescopio espacial de la NASA, Kepler, tuvo que detener su cacería planetaria el año 2013, durante el verano del hemisferio norte terrestre, al fallar el segundo de sus cuatro dispositivos señaladores (ruedas de reacción).
Pero haciendo uso de una nueva técnica que saca provecho del viento solar, Kepler logró encontrar un exoplaneta, el primero desde que la misión fue propuesta públicamente en noviembre del 2013.
A pesar de la pérdida de precisión, el descubrimiento resultó ser nada más y nada menos que una supertierra. Es probable que se trate de un mundo acuático, o uno de centro rocoso rodeado por una atmósfera gruesa, similar a la de Neptuno. Bautizado como “HIP 116454b”, el exoplaneta es 2.5 veces el tamaño de la Tierra, y posee una masa que supera 12 veces a la terrestre. Orbita a una estrella enana cada 9.1 días, y se encuentra a unos 180 años luz de nuestro planeta.
“Como un ave fénix que renace de las cenizas, Kepler ha regresado y continúa realizando descubrimientos. Y todavía mejor, el planeta que halló es ideal para llevar a cabo investigaciones de seguimiento”, declaró el autor principal del estudio, Andrew Vanderburg, del Centro para la Astrofísica Harvard-Smithsonian (CFA por su sigla en inglés).
Kepler diferencia a los exoplanetas de sus estrellas madre al localizar tránsitos — fenómenos en los que un mundo pasa por el frente de su respectivo sol. Ésa es la manera más sencilla de encontrar planetas enormes que orbitan estrellas tenues, como las enanas rojas. Mientras más pequeño sea el planeta (o más brillante la estrella madre), más difícil será visualizar la diminuta sombra.
El telescopio requiere al menos tres ruedas de reacción para poder apuntar con consistencia al espacio (tarea que estuvo haciendo por cuatro años, analizando la constelación del Cisne). Ahora Kepler necesita una ayuda extra para cumplir con su trabajo, razón por la cual los científicos decidieron usar la presión solar como una especie de rueda de reacción virtual. La misión K2 fue sometida a diversas pruebas, y su financiamiento fue finalmente aprobado en mayo pasado, hasta el año 2016.
Un inconveniente es que Kepler debe cambiar de posición cada 83 días, esto porque la luz del Sol eventualmente llega al visor del telescopio. Además, existen pérdidas de precisión si se le compara con la misión original. De todas maneras, algo positivo es que pueden observarse objetos como supernovas y cúmulos estelares.
“Debido a la reducida capacidad que presenta Kepler para la señalización, la extracción de datos útiles requiere análisis computacionales sofisticados”, añaden los investigadores del CFA. “Vanderburg y sus colegas desarrollaron software especializado para corregir los movimientos de la nave, alcanzando así la mitad de la precisión fotométrica de la misión original.”
El primer test del K2 tuvo una duración de nueve días, e involucró el uso del espectrógrafo HARPS-North del Telescopio Nazionale Galileo ubicado en Islas Canarias. La prueba permitió encontrar un tránsito planetario, el que fue confirmado gracias a las mediciones del “tambaleo” que experimentaba la estrella al verse atraída por el planeta en cuestión.
Un pequeño satélite canadiense denominado MOST (Microvariability and Oscillations of STars) también ayudó a localizar tránsitos, aunque más débilmente.
Fuente: Universe Today