Revista Deportes

La Miurada Yé Yé

Por Antoniodiaz

La Miurada Yé Yé

Maurice Berho


Llevamos demasiado tiempo viéndolo: esto de Miura, de hierro de leyenda ha pasado a ser una chapa de alcantarilla. Poco queda de esos miuras que dieron fama a Zahariche como embajada oficial del infierno en la Tierra. La pena, que es lo que dan, que no entiende de tamaños ni de arrobas, es la misma que cualquier ganadería de las repudiadas por el aficionado. Se despitorran con tanta facilidad como cualquier bicho de ganadería enfundadora, sus hechuras no son diáfanas, aunque todos amplios, unos salen más apretados de carnes, los hay zancudos, como los ha habido siempre, otros con las caras abiertas, paletones con pinta de moruchos, un gazpacho de refrescos y procedencias que no hay por dónde cogerlo. En cuanto a comportamiento, quitando los dos últimos, que han recordado -lejanamente- lo que era un miura infundiendo respeto, ha resultado ser una colección de animales nobles, apáticos en casta, con los toreros respetuosos, que se han dejado hacer, que estarán los huesos de los viejos jerarcas de la familia Miura revolviéndose dentro de sus cajas de pino. Algo bueno si tuvieron, en el caballo se emplearon, les dieron leña y no doblaron una pezuña. Pero de éstas, no queremos ni una más.
Los matadores tampoco se puede decir que estuvieran de aúpa, venían bien comidos del hotel y el hambre no lo trajeron consigo. No fue una corrida de triunfo, pero tampoco hicieron por triunfar. Padilla vino con su número, basado en el trapicheo y los trajines con los tendidos de sol. Por destacar, un par al violín, con un vaco de casi setecientos kilos a galope y cortando, que no se lo llevó por delante de puritito milagro. Hay que reconocer que algo de justicia poética hubiera habido si le pega el revolcón. Es que son ya demasiados los violines, a la remanguillé y lejos de la cara del toro, sin darle oportunidades para defenderse del menda que le clava los arpones a distancia.
De Rafaelillo poco que comentar, anduvo fajador e inteligente, como siempre en las duras, pero ha perdido el cable de tensión que le hacía conectar con el público. En su primero además, se excedió de faena y acabó aburriendo.
Y Serafín Marín, que debutaba con el ganado loreño, apenas si ha estado voluntarioso. Ni en sus mejores sueños podía pensar que un debut con Miuras y en Pamplona pudiese ser tan light. En peores se ha visto. Como es normal, y denunciable también, mandó a sus dos picadores, los magníficos -ayer no- Manuel Molina y Romualdo Almodóvar acabar con la vida del lote.

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