Pepe Mujica, presidente de Uruguay.
En una reunión altamente protocolaria de la Cumbre de Norteamérica, el presidente estadounidense Barack Obama extrañaba hace unos días el chorizo de Toluca. Ésta es una de las virtudes que lo hacen popular.
En general, los políticos estadounidenses se distinguen de los mexicanos en que saben romper el hielo y aplicar el sentido del humor en ambientes que pecan de solemnes. Los mexicanos, en cambio, aman la solemnidad, la rigidez, creen que entre más serios se muestren ante la gente, serán más creíbles, y esto es falso. Claro, no creemos en políticos payasos, pero tampoco en quienes tratan de dorarnos la píldora.
En otros ámbitos de la política internacional se dan también casos de modestia sin demagogia. Por ejemplo, el presidente de Uruguay, conocido popularmente como José Mujica o Pepe Mujica, tiene fama de ser uno de los líderes políticos más humildes, austeros y honrados del mundo. La gente de su país y de muchas partes aprecia su modestia, la sencillez con que se conduce incluso en los actos más solemnes. Esto lo hace eminentemente popular, porque además muestra con hechos que sus actitudes no son demagógicas, sino espontáneas, naturales, congruentes con su forma de ser y de pensar.
En México también hemos tenido, a través de la historia, claros ejemplos de sencillez y modestia en líderes políticos y gobernantes. Entre los ejemplos más destacados, a nivel nacional, destaca en los tiempos de la Independencia, José María Morelos y Pavón, arriero en su juventud y que jamás renegó de su origen humilde. Durante la Reforma, sobresale la figura de Benito Juárez, el Presidente indígena, con excelentes cualidades como gobernante y ser humano.
Pero no sólo tenemos ejemplos de modestia en políticos nacionales, sino también regionales y locales. En Jalisco, por ejemplo, destaca el caso del gobernador Francisco Labastida Izquierdo, quien llegó a tomar posesión de su cargo, en 1920, a bordo de una bicicleta, y en el mismo vehículo se transportó durante todo su período, en una época en que ya circulaban en Guadalajara lujosos automóviles, de los cuales presumían los poderosos.
La modestia, lejos de rebajar al gobernante, lo enaltece.