María Ráfols nació el 5 de noviembre de 1781 en la ciudad barcelonesa de Vilafranca del Penedés. Sus padres, Cristóbal Rafols y Margarita Bruna, eran humildes molineros que vivían del campo. La de María fue una infancia normal, hasta que en 1803 conocería a Joan Bonal, quien se convertiría en su director espiritual. Junto a Joan Bonal materializarían una orden religiosa dedicada a la ayuda asistencial siguiendo el ejemplo de las francesas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul que tuvo en Santa Luisa de Marillac su alter ego femenino.
Joan Bonal y María Rafols, convertida en superiora de la congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, decidieron convertir su sueño en realidad en Zaragoza a donde llegaron el 28 de diciembre de 1804 acompañados de doce hermanas y doce hermanos. Allí empezaron la difícil tarea de organizar y poner orden en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. A sus veintitrés años, María supo impulsar un proyecto en el que implicó a sus hermanas mientras los monjes no tardaron en abandonar la empresa.
Cuando los franceses atravesaron los Pirineos María Rafols no se podía imaginar la devastación en la que se convertiría su amado hospital durante el sitio de Zaragoza de 1808. María no se rindió y empezó a reubicar a los enfermos en otros edificios oficiales mientras el segundo sitio empeoró aún más, si eso era posible, la situación de los desamparados e hizo del trabajo de María y sus hermanas algo realmente complicado.
Ante aquella situación, decidió presentarse ante los franceses para pedir misericordia para los enfermos. Y, a pesar de lo peligroso de la acción, María Rafols consiguió del general Lannes comida y salvoconductos.
Años después de la guerra con los franceses, María se dedicó a dirigir un orfanato en el que puso toda su energía. No sólo dio asilo, comida y seguridad a aquellos niños desamparados sino que intentó ser para todos ellos la madre que no tenían. Además, se preocupó de buscarles un hogar adecuado para todos ellos y siguió sus pasos aún fuera del orfanato.
En 1834 María Rafols fue hecha prisionera durante el desarrollo de la Primera Guerra Carlista. Parece ser que la monja fue acusada de haber conspirado contra la reina Isabel II pero no queda claro por qué exactamente fue condenada. Después de pasar dos meses recluida en el prisión de las monjas dominicas y seis años de destierro en su pueblo natal y en Huesca, María regresó a Zaragoza donde volvió a dedicarse a los más necesitados.
María Rafols se retiró en 1845 a causa de su mala salud y vivió dedicada a escribir textos espirituales hasta que la muerte le llegó el 30 de agosto de 1853.
Enterrada en la Casa General de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana de Zaragoza, la fama de María Rafols fue creciendo con los años y durante el centenario del sitio de Zaragoza fue proclamada heroína de la caridad. En 1944 Pío XII suspendió su proceso de beatificación que fue retomado por Juan Pablo II unos veinte años después hasta que el 1 de octubre de 1994 fue beatificada. En la actualidad se encuentra en proceso de santificación.
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Ellas mismas
María Teresa Álvarez