La mortalidad materna, asociada a las complicaciones durante el embarazo y el parto, ha registrado un descenso del 34% en las dos últimas décadas. Entre las causas del descenso se encuentran mejoras en educación y en los sistemas de salud.
Con todo, este descenso de la mortalidad materna no alcanza a cumplir uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que pretende reducir la mortalidad materna en un 75% entre 1990 y 2015, lo que precisa de una disminución anual del 5,5%, más del doble de la media actual, situada en un 2,3% de descenso.
Sólo en 2008, cada día murieron mil mujeres por causas relacionadas con el embarazo o el parto, como infecciones, abortos inseguros, desórdenes hipertensos o desangramiento tras el nacimiento del bebé.
Según un informe de las Naciones Unidas los países en vías de desarrollo registran en 99% de las muertes en embarazadas y parturientas, siendo las regiones más afectadas el África subsahariana y el Sur asiático, que acumulan el 87% de la mortalidad materna global.
Anthony Lake, director ejecutivo de UNICEF, sostiene que “para conseguir nuestro objetivo global de mejorar la salud materna necesitamos hacer más para poder llegar hasta aquéllas que se encuentran en un riesgo mayor”, llegando “hasta las mujeres que viven en las zonas rurales y pobres, las mujeres de minorías étnicas y grupos indígenas y las mujeres seropositivas y en zonas de conflicto”.
Aunque se han producido mejoras notables en el descenso de la mortalidad materna a nivel global, cada muerte individual cuenta, por eso Margaret Chan, directora de la OMS, señala la necesidad de “apoyar el desarrollo de unos sistemas de registro civil que sean completos y fiables y en los que se incluyan los nacimientos, las muertes y sus causas. Cada muerte materna debe contabilizarse”.
Como muestra el informe, la mortalidad materna va muy ligada a la pobreza, y de ello es consciente el vicepresidente para Desarrollo Humano en el Banco Mundial, Mauelyan Atinc, que resume este círculo vicioso en que “la mortalidad materna está causada por la pobreza y es una causa de ella”. Esto entronca con el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio de erradicar la pobreza extrema y el hambre.
No en vano, todos los Objetivos del Milenio están interrelacionados y trabajan en una misma dirección: al primero de erradicar la pobreza extrema y el hambre le acompañan el de lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud reproductiva, combatir el sida y otras enfermedades graves, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
Fuente | El Mundo
Foto | babasteve