El fallecimiento de Néstor Kirchner debido a un paro cardiorrespiratorio provocó interpretaciones mediáticas curiosas, disparatadas y miserables. Si bien la explicación más habitual para el infarto del miércoles 27 se basó en los antecedentes de obstrucción de arterias que sufrió el ex Presidente, también hubo quienes abordaron las causas de la muerte con intención de lobby político.
Por ejemplo, el veterano dirigente del Partido Obrero, Jorge Altamira, sostuvo que la salud deteriorada del ex Mandatario no pudo soportar la crisis desatada por el crimen de Mariano Ferreyra. En la misma línea de “lo que no pudo soportar”, Joaquín Morales Solá informó que el corazón del pingüino se quebró ante un pronóstico de derrota electoral para 2011.
También en La Nación, Fernando Laborda escribió que el deceso de Kirchner fue consecuencia de “su propio estilo”. El diagnóstico finaliza con una oración digna de sobrecito de azúcar: “el afán por convertir al adversario en enemigo y bregar por su destrucción, a veces termina provocando la autodestrucción”.
Los tres analistas abandonan la medicina para hacer política de manera miserable y bastante previsible. Dejamos para el final la columna de opinión de Jorge Lanata, que fue el único en usar el diccionario para abordar el tema.
En su programa de televisión emitido el mismo miércoles 27, el otrora Neustadt de centroizquierda ahora corrido hacia la derecha jugó con el significado de la palabra “súbito”. Con este recurso de la retórica, el fundador de Página/12 y Crítica pareció imitar al ¿colega? Mariano Grondona.
Lanata dijo ante las cámaras: “Los médicos le diagnosticaron muerte súbita. Súbito: precipitado, impetuoso o violento en las palabras. Tuvo, Néstor Kirchner, una muerte que coincidió con su vida”.
El reconocido periodista no ignora que se habla de “muerte súbita” por la acepción de “imprevisto y repentino”. Pero elige una pirueta discursiva para involucrar a la medicina en su deseo de calificar al ex Presidente de precipitado y violento.
Las cuatro opiniones sirven para marcar una manera de hacer política con la muerte forzando cualquier interpretación. Por un lado, Altamira (el único sincero) trató de vincular el reclamo por el crimen de Ferreyra con el paro cardiorrespiratorio. Por el otro, los periodistas autodeclarados independientes explicaron que un señor tan violento, con estilo demoníaco y ansias de poder, naturalmente (¿y por suerte?) tenía que morir.