[Esta entrada puedes leerla seleccionando la pista "Muerte en Venecia- Adagio Mahler" en el reproductor de la parte inferior]
Aquí estoy, intentando escribir una reflexión sobre una película que me ha causado una gran conmoción, se trata de la célebre Muerte en Venecia (1971).
Muerte en Venecia es un libro escrito por Thomas Mann, llevado al cine por el director italiano: Luchino Visconti y protagonizada por el inigualable Dirk Bogarde.Una película rodada enteramente en Venecia que narra la historia de un compositor, Gustav von Aschenbach, de salud delicada, que viaja a dicha ciudad para resarcir su alma después de sufrir un estrepitoso fracaso en el estreno de su última sinfonía.
En el hotel donde se hospeda, queda atraído de forma totalmente fortuita por la delicada belleza angelical y divina del joven Tadzio, que pasa el verano con su familia en ese mismo hotel.
Él luchará contra sus sentimientos, siempre en la sombra y rememorará viejas conversaciones filosóficas sobre la belleza y el amor que le harán profundizar aún más en esos sentimientos que se empeña en sepultar. Hará lo posible por salir de Venecia, pero parece que los hados tienen preparado algo diferente para él.
Así pues, como una mofa del destino, una epidemia se cierne sobre la ciudad de los canales y precipita los acontecimientos de la historia dejando, de esta manera, la vida de Gustav cercada por el halo de la enfermedad y sumida, a su vez, en la locura más absoluta, callada y desesperada.
Siempre en la sombra, Gustav trata de luchar contra la atracción que siente por el joven y adolescente Tadzio, contra sus valores y sus creencias, pero esta atracción se va haciendo cada vez más fuerte hasta que la situación se torna desesperada.
Desesperación y frustración, qué dos palabras tan conectadas, ¡qué dos sensaciones tan terrenales! Dos sensaciones que en absoluto parece conocer el joven Tadzio, que, ajeno completamente a toda la batalla que el viejo Gustav libra contra sí mismo, vive sus vacaciones como cualquier chiquillo adolescente que no entiende la indiscreta actitud de ese huésped confuso y solitario, que le mira fijamente escondido tras su periódico. El momento álgido de la película coincide con la decadencia del personaje presa de la desesperación. Un final de lo más dramático que he visto en el cine hasta el momento: El marchitar irreverente de su corazón le conduce hasta la playa: Un ocaso; una figura divina emparentada con los dioses griegos, fulgurante e inalcanzable como un sueño, que se sumerge en el mar; un intento desesperado; una frustración… y cae el último pétalo sobre la arena.
Es una historia con un altísimo contenido emocional que te deja la vista absorta clavada en la pantalla, sobre la que ya recorren los créditos finales desde hace rato mientras esa melodiosa música vuelve a inundar la sala por última vez.Esto me recuerda que es absolutamente imprescindible añadir unas palabras a cerca de la música de Gustav Mahler (que, si habéis seguido mi consejo inicial, estaréis escuchando en este preciso momento), al que se le puede llamar compositor anacrónico, en este caso, y providencial de la banda sonora de esta película con el cuarto movimiento denominado Adagietto de su Quinta Sinfonía, como su principal protagonista. Es un movimiento lleno de pasión desenfrenada con una melodía lírica y romántica donde las haya que se clava en la memoria. Un movimiento con un contenido dramático muy fuerte, que parece explicar por sí solo la evolución del personaje.
El uso del arpa como base sobre la que se apoya la cuerda durante todo el movimiento me hace evocar en la memoria el suave navegar de las góndolas por los canales y el movimiento apacible del agua. Como decía, es una melodía típicamente romántica en la que la dinámica inicial en pianissimo (pp) parece comenzar a narrar el inicio del viaje de Aschenbach hacia su propio final. Una línea melódica ejecutada en su totalidad por la cuerda, que va en crescendo hasta su clímax para luego ir pereciendo progresivamente; una melodía cargada de cromatismos, de grandes contrastes de dinámicas, de contrariedades, de timbres, de reiteraciones de células melódicas, y de la que al final sólo queda un breve atisbo de lo que al principio fue; una melodía que lucha por sobrevivir para finalmente desaparecer, morir, literalmente, según Mahler, en un pianissimomás intenso que el inicial, señalado en la partitura como: (ppp) con morendo.
En esta película, el director eligió temas compuestos con anterioridad y adapta las escenas y los planos al ritmo de la música, así pues, está resulta más expresiva, si cabe. La música se convierte, así pues, en la verdadera narradora y protagonista de la trama y hace que el espectador sienta, en su justa medida, la emoción del atormentado compositor y le acompañe apesadumbradamente cogido de su brazo hasta el incipiente final de su viaje.