Revista Cultura y Ocio

“La muerte me espera en una barca plateada”, por EL SEIS. Arte de Jean-Henri Maisonneuve

Publicado el 11 septiembre 2014 por Javier Flores Letelier

LA MUERTE ME ESPERA EN UNA BARCA PLATEADA.

El agua está amarilla, roja, anaranjada, hasta púrpura, y un reguero de luces de neón parpadean (“como una maldición”), y a lo lejos, muy lejanamente, parece que hay un ángel degollado…Veo también, una mujer que esconde su rostro, bajo un rebozo, y cuando se descuida, y sopla el viento, se puede observar que no tiene ojos, y se sonríe siniestramente. Estoy viendo en este momento, muchas imágenes sin orden, todo es el caos, pero es delicioso. Es como un viaje… La presa La Vena Azul, en este instante, es un cubo de hielo, el cual deposito en mi vaso, después le pongo toda la sangre del pueblo, es el licor, agarro unas nubes y las exprimo, es el agua, y arranco un árbol, para agitar la bebida. Todo palpita, hay un movimiento muy especial, hasta la sirvienta, cuando va caminando, tiene un ritmo y sonido, que me espanta. El agua de la presa esta furiosa, frenética, encrespada, y con sus ojos índigos se me queda mirando, como si yo, Edmar, fuese su contendiente… hasta su adversario, rival.

Todo se siente perverso, hasta se puede oler… ese sentimiento. Me escondo (o trato de hacerlo), pero mi contrincante es feroz, y con sus manos de agua gélida, trata de ahorcarme, de matarme cruelmente… Estoy pensando, y luego se me olvida todo, mi mente se pone en blanco, y lo único que recuerdo, es que estoy buscando, alguna imagen lógica, en mi testa loca… Ah, entonces siento el agua en mi faz, y como consecuencia, digo, es la Vena Azul, que me toca con un inmenso odio. Tengo la rara sensación (es más hasta la “certidumbre”) de que todos los ciudadanos que habitan este pueblo, son de agua…, y lloran arena. Trato de pensar con cordura, y lucidez, pero no puedo, hay algo extraño, raro, inquietante, que no me lo permite, ¿qué será? Intuyo que los pobladores de la Vena, (también) son seres acuáticos, y sollozan peces, después mi “razonamiento”, llega hasta creer, que se sustenta en alguna metodología “científica”. Es obvio que me estoy volviendo loco, al sostener semejante “teoría”, y trato de allegarme más “datos”, para sentirme satisfecho por mi “descubrimiento”. Le comento a Dalisa (aquí esta al lado), lo anterior, y con voz suave y tranquila me dice: No, no son de agua, mi Edmar. Son de carne y sangre… La única diferencia, es que ellos, están como petrificados, y viven en la concupiscencia. La escucho con cierta tolerancia, y me digo: Vamos, anda más drogada que yo…

Son de H20… estos seres insólitos, hasta cuando sacan de sus bolsillos el dinero, para pagar sus cuentas, el agua, junto con algunos peces, se hace presente. Te voy a servir otra bebida, para que estés más tranquilo, exclama la jurisconsulta (mi compañera). La escucho muy remota, y respondo con una parsimonia que espanta… Le digo, que es buena idea, y que me ponga una doble ración de licor… pues, necesito desaparecer del entorno opresor… Mientras me prepara el vodka, me le quedo mirando, y me alarmo, ella también es agua dulce, ¡no me había dado cuenta! Por su cuerpo transparente, límpido, se puede observa con claridad, algunas carpas, bagres, tilapias rojas, que se deslizan entre (su humanidad) con normalidad… ¿Eres de agua Dalisa? Le pregunto directamente. Ella contesta, con el sonido de las olas: No, soy tu mujer… Bueno, tu amante ocasional. Que sólo vienes a mí, cuando te sientes solo, estás triste, y tiemblas de inquietud. Haces el amor (coito) llegando, para después dedicarte casi por completo a los “vicios”, aunque tú dices, que son “virtud”. En cambio algunas veces, cuando no estás vacío, y tu faz está radiante, te dedicas casi y exclusivamente a la fogosidad carnal… Me gustas de las dos formas, pues, sé muy bien que estás delirante siempre, y yo, lo acepto. Te he visto en estados alterados, pero nunca como hoy, ¿qué te pasó? Estás como muerto, y esa obsesión, por los seres acuáticos, me asusta. Ay, mi Edmar, tengo tanto miedo. Estás hasta sangrando por tus narices, de tanto polvo (cocaína) que has inhalado, ¿te quieres morir?…

No contesté absolutamente nada, pues no estoy “en mí”, me siento, nadando en el líquido amniótico de la madre universal. Todo es agua. La estancia en donde me encuentro es puro líquido cristalino, y me siento como si en realidad estuviera, bajo el agua, la eterna y “maldita” aguaaaaa. Deseo confesar que hoy (a esta hora que estoy escribiendo), lo hago con mucha dificultad, por tantas horas de desvelo, y por tantas sustancias consumidas. Lo único que me ha salvado de la inminente “locura”, es el amor carnal, pero así, sin ningún compromiso, sin amor alguno, sin nada… sólo pasión desbordante. Entonces la cópula (en su función meramente sexual) a sido mi red, (pues soy un ser náutico), para no llegar al océano de la esquizofrenia… Aunque una gran mayoría de hombres terrestres, me consideran (en definitiva) un esquizotípico. Ella me pone música de Sergei Rachmaninoff, y se llena todo el entorno de un clima abrumador, nostálgico, lleno de un desconsuelo añejo. Ojalá, y quite de inmediato, ese concierto para piano, que me está desollando, me lleva al desamparo…Tu músico preferido, me lanza las palabras Dalisa, como un arpón, el cual se me “clava” en el corazón. Me paro con dificultad (manifiesta), tratando de buscar el baño, necesito orinar, no encuentro el lugar, y unas manos heladas, me ayudan a “localizar”, ese cuarto donde hay un retrete blanco. Me lavo las manos, y mientras hago esta acción, me miro en el espejo, uf, parezco un paciente psiquiátrico, y además estoy sangrando… Pero, ninguna lágrima sale de mis ojos cansados, nunca he sido “bueno” para llorar… Me toco la sangre con ambas manos, y la revuelvo con cierto agrado, después me pinto todo el rostro con ella, oh, me veo maravilloso, guapo, apuesto, y hasta maniático… Ella se espanta, y alarmada me dice: Ya no inhales más cocaína, por favor, querido. Toma asiento y cálmate, tranquilo, respira profundo… Yo lo único que escucho, son las olas, marejadas, que me retan, y me llenan el cuerpo de arena y peces muertos. Estoy sentado, no sé cómo, me preparo una “piedra”, para fumarle todo su cuerpo “difunto”, mientras Dalisa me mira atónita. Ella está drogada, pero sólo tiene en su testa marihuana, y licor… por lo tanto, se ve tranquila. Yo me veo (eso pienso) como un Dios postmoderno, lleno de tanto encanto, y maravilla, que no hay (en este instante), mujer que no desee, ser mi amante. ¿Cómo voy a salir de aquí?… no lo sé, ¡pero qué importa!, pienso, mientras una lisa (un pez), se muere entre mis pies. Me sonrío, me carcajeo, es la forma que tengo (sólo yo) de sollozar, cuando estoy muy triste…


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