Por Patricia Rizzo, especial para jaquealarte.com
No siempre sucede frente a las obras pero en este caso me ocurrió con casi todas; el hecho de observar muchas de las pinturas que se muestran en Pintura Post Post, exhibición cuya curaduría realizó Cristina Schiavi, actuó como disparador hacia una instancia anterior. Me hubiese gustado estar allí, como espectadora siento que querría espiar los procesos, el como y sobre todo el gozo, el placer de pintar, la forma en la que los artistas presentes llegaron a cada uno de estos particulares resultados.
Paola Vega
Porque el regodeo en varios es evidente, festivo, casi palpable. Tal como lo advierte Schiavi en su texto de presentación, esta es una exhibición que pone la mirada en “la relación”, la que mantiene cada uno de los artistas con su obra y la temporal que entre ellos, se articula. “gotean, acarician, arrastran, violentan la materia sin un plan previo (…) un esbozo de algo, sólo un comienzo. Recuperan el misterio de la imagen frente a la efusión de la actitud interpretativa”. Me comenta que le interesaba presentar este tipo de obras, las que comparten una estética de lo inesperado, una idea de abstracción, imágenes cuyos autores se abandonaron al gesto.
Negro profundo en las piezas de Hernán Salamanco. Conserva la modalidad de utilizar pintura sobre chapa, cuya superficie, lisa y brillante, en este recorrido por la oscuridad, las vuelve hipnóticas. Sofisticada paleta a descubrir para el lejos, el cerca y el muy cerca de Juan Astica, que aborda la instancia de pintar como una empresa que tiene algo de quijotesco, plasmar lo imposible; impactante en su serie Horizontal al igual que Jorge González Perrín, con quién comparte algo, aunque son bien distintos de “violencia” creativa en la forma de realización de las composiciones. Perrín bien dice sobre su Serie Construir la destrucción, que esas manchas sólo “dicen” cuando tapan otras significaciones.
Hernán Salamanco
Juan Astica
La paleta es celebratoria, la fuerza expresiva, no tanto, más bien, bellamente intranquilizadora. También hay visiones intempestivas, desde siempre en Luis Felipe Noé, quién exhibe sus reconocidas piezas, claramente identificables con las que indaga en el caos, entendido como superlativo de desorden. En Victoria Musotto y en Carlos Bissolino, en ambos se detona la imagen, en expresión indeterminada, pero a la vez, tan personal.
Carlos Bissolino
En Mussotto se manifiesta el trabajo como despliegue de energía, en Bissolino, la acción que ha tenido frente a la obra. Se adivinan instancias físicas, no hace falta haberlo visto para “verlo”, sus gestos se muestran, plasmadas en las pinturas mismas, en consonancia con su afirmación, “el motivo último de la realidad está en su proceso y no en su objetivo”. Delfina Bourse se expresa como en un estallido mismo, pero a su vez, puede notarse cada pincelada, capa a capa, de a una, pensadas pero en acción que se va generando. Hay una instancia de ideas y colores predeterminados pero finalmente se abandona a un devenir que en el hacer mismo, toma su forma final.
Delfina Bourse
Pero no todos se expresan mediante una vitalidad exaltada, también, hay procesos más cercanos a la introspección, como los elaborados y cautivadores degradés de Paola Vega, que por cierto invitan al abandono contemplativo, a quedarse allí, descubriendo los detalles, pinturas pero también mural, imagen desparramada y apropiadora del espacio; Susana Saravia quién eligió una envolvente forma de despliegue, un sutil coqueteo en el manejo del color, a veces adivinado, bajo calculadas transparencias y pormenorizados fragmentos de delicada factura. Sofía Bohtlingk, presenta una tela cuyos trazos realizó con cemento, en pinceladas monocromas y también se expande hacia el objeto, pintura también, pero transformada en sugestivos y pesados bloques. Estos a la vez, se recepcionan livianos perceptivamente. Por último, Juan Tessi, entre otras posibles formas de trazos, fuertes y tenues, contundentes pero delicados, como ha dicho, en una suerte de ejercicio pendular de descontrol y orden, resultan provocadoras y finamente incisivas.
Juan Tessi
Sofía BothlingkEl diseño del espacio facilita la contemplación, cada uno cuenta con una extensión en la que la obra pudo desplegarse y mostrarlos generosamente, cada uno con un sector propio y una zona en la que se mezclan e interactúan. Autores entre 30 y 81 años, bajo la selecta mirada de Schiavi.
En Suipacha 658, hasta el 2 de mayo.