Carmen Menéndez.- Virginia Woolf en su libro ‘Una habitación propia’ nos habla de la necesidad del ser humano de encontrar un espacio propio de subjetividad, de expresión singular y de reconocimiento de una existencia. Nos habla de una habitación personal y propia donde poder habitar.
Esta reflexión me invita a pensar el lugar de la mujer en el mundo del arte y de cuál ha sido su papel a lo largo de los siglos.
Desde la prehistoria la mujer ha estado vinculada a cualquier manifestación artística. Ha sido objeto de representaciones simbólicas (Venus de Willendorf), ha sido musa, modelo, pareja de artista, pretexto para representar el ideal de belleza de cada época, etc… Pero no será hasta el siglo XX cuando participe activa, reconocida y libremente en la creación artística. Pasará de ser Objeto a ser Sujeto y ser Sujeto en acción.
Como sujeto en acción y en el terreno de lo “público” hay muchas mujeres que han podido plasmar su mirada en todos los ámbitos del pensamiento y la cultura: en el diálogo social, en política, ética, educación, creatividad…
A través de formatos y preocupaciones muy distintas nos hablan de temas considerados hoy de plena actualidad. Muchas de ellas asumen en su “obra-acción” un trasfondo que permite plantear supuestos relacionados con derechos humanos, identidades, roles, denuncia de la violencia, las jerarquías de poder, la politización del espacio doméstico (reproducción de relaciones de desigualdad en el seno familiar), la enfermedad, el poder de la seducción, la influencia de la moda…
En el ámbito “privado” la mujer puede construir un espacio único a partir de su deseo y su necesidad. Un espacio donde ser sujeto y poder habitar.
Desde el trabajo que realizo en Afart, considero que la relación terapéutica debe favorecer la posibilidad de vivir por propia iniciativa y de forma más autónoma. Debe permitir la escucha de la demanda individual y generar espacios al servicio de cada caso. Con esto quiero resaltar la importancia de “la singularidad” para acompañar a cada persona en la búsqueda de un discurso propio.
“Debemos rendirnos a la evidencia de que no somos espectadores sino actores en el teatro de la vida (Niels Bohr).”