Knife and Tomato, Richard Diebenkorn
“Desde el psicoanálisis sabemos que es más fácil abandonar a los padres que abandonar los modelos ideológicos por ellos impartidos, y también sabemos que estamos más cerca de lo inanimado que de lo animal, que somos más mortales que ancestrales.”
SER VIEJO COMO SER RICO, LE DIJE
Ser viejo como ser rico, le dije,
es una propuesta de la mente.
Y ella contenta me preguntó:
¿Acaso no habremos de morir
si escribimos y hablamos?
También ha de morir el hombre
que al escribir rompe los bordes del abismo
y algo habrá de enfermar el hombre que, al hablar,
pretenda entregarse a las palabras, ser de la voz
pero enfermar y morir para ese hombre
serán, también, sólo palabras.
Después estaba todo el día con hombres y mujeres
pero no eran amantes, eran misterios,
dramas insondables dominados por el odio,
la envidia, el menosprecio o, bien, el desamor.
Están cerca de mí pero dar el próximo paso
los sume en el delirio del amor, los agota.
Y después están los hombres las mujeres
que no necesitan de mí ni el pan ni la caricia
están ahí sólo para entorpecer los caminos
del poema, del pensamiento, la distancia
y en esas cosas del amor prefieren no saber
que el polvo aquél no era un regalo a nadie,
el polvo al que se vio obligado era su deseo.
¿Y tú qué opinas? le dije por decir, y
ella me dijo toda la verdad:
Cuando estoy supuestamente enamorada,
él piensa enseguida que le pertenezco
y cuando estoy como cansada por la vida,
por el mundo absurdo que nos hacen vivir
él enseguida piensa que yo no le amo.
Y, después, es todavía más ridículo:
cuando yo le sonrío, olvidada del mundo,
él enseguida cree que me ha ganado en algo.
No es que sea fanfarrón, es un ignorante,
nada sabe de mí, ni del tiempo, ni de la mujer.
Cuando lo abandone llorará como un niño,
pedirá perdón, querrá lavar los platos
pero ya será tarde, el mundo no perdona.
Entonces, pobre hombre, será mujer y niño
al mismo tiempo que hombre y nadie lo amará.
Como hombre nadie lo amará
porque su hombre ha renunciado a serlo.
Y tal cual una mujer nadie la amará
por no diferenciar lo grande de lo bueno
y como niño, el pobre, hará cosas de niño
pero será un hombre que sufrirá por serlo.
Inadecuado el canto. Débil la voz.
Lo que amamos es sólo una oscuridad.
HÖLDERLIN
Anímate al dolor que significa ponerle a la carne unas palabras.
Palabras como aceros, palabras como brasas,
altos hornos comiéndose la vida.
Palabras verdaderas, para la carne, palabras como carne.
M.O.MENASSA
La vejez, la libertad, la felicidad, el futuro, no están esperándonos en ningún lugar, sino que hay que hacerlos; no son del orden del ser o del tener sino que son del orden de la producción, de producir su lugar, su función de escrito.
La libertad no se tiene o se deja de tener sino que sólo se es ser humano en libertad.
Nacemos esclavos, sin discurso, sin posición, y tendremos que pagar un rescate para poder vivir en libertad, nacemos deudores de una deuda impagable, de una deuda simbólica que nos constituye como humanos.
Tenemos que pagar por nuestra libertad y paradójicamente tenemos que arreglárnoslas con nuestra condición de deudores.
Somos y estamos estructurados como lenguaje y todo lo hacemos con la estructura del lenguaje, por eso que somos función de escrito y en función de la palabra.
En este poema como en cada uno de los 47 que articulan este libro se muestra la problemática humana pasada por los significantes del psicoanálisis.
Poema que termina en un verso que dice: “Inadecuado el canto. Débil la voz”, donde el canto es del lenguaje y la voz del sujeto, donde se muestra que la posición en el lenguaje marca al sujeto, se trate de la posición en el campo de las ciencias, de las artes, o bien en la historia del amor.
Su voz va a depender de cómo se hace sujeto del lenguaje, y así este poema comienza con una interpretación: “Ser viejo como ser rico, le dije/ es una propuesta de la mente”, va a depender de su posición psíquica. El lenguaje es la condición del inconsciente, por eso decimos que el inconsciente se produce, va a depender de las relaciones, de los compromisos, donde hasta la creación comienza en un compromiso.
Pero para ella, poesía o mujer, no es suficiente, ella quiere romper la insoportable belleza de lo humano, esa belleza que surge por su condición de perecedero, de futuro cadáver.
“Y ella contenta me preguntó:/¿Acaso no habremos de morir/ si escribimos y hablamos?”
Él, el psicoanálisis dice que somos tiempo y tenemos que ser equivalentes, es decir semejantes y diferentes y, ella, la poesía, la escritura, dice que el ser humano es tiempo y tiempo es una escritura y por ella somos hablantes.
Cuando él le habla de ser viejo y rico, ella habla de no morir y también dice de escribir y hablar, como si la escritura fuera lo viejo y el habla fuera la riqueza.
Podríamos decir que él y ella son como un hombre y una mujer, pues sabemos que somos hablantes porque somos habitantes del lenguaje y también sabemos que el lenguaje sólo se encuentra en soportes humanos, sólo en aquellos que cuando nacen en el lenguaje se transforman en seres pulsionales, en cuerpos gozantes, porque la pulsión es un saber que no comporta conocimiento.
Y escribir es romper los bordes del abismo, es ampliar el propio campo del lenguaje, puesto que aunque el lenguaje y el ser que habla son distinguibles, los seres que hablan son los trabajadores del campo del lenguaje, y como Lautreamont escribe “la poesía se hace entre todos”, podemos decir que la escritura se hace entre todos. Cuando el hablante escribiendo y con su pulsión hace nacer una nueva función significante, el lenguaje adquiere una nueva función haciendo que el ser que habla quede transformado en otro.
“También ha de morir el hombre/ que al escribir rompe los bordes del abismo/ y algo ha de enfermar el hombre, que al hablar,/ pretende entregarse a las palabras, ser de la voz,/”
Es entregándose a las palabras que se es de la voz.
La palabra es su riqueza y su enfermedad, y es también por medio de ella que enferma y cura sus enfermedades. Función de la palabra que es función del lenguaje y voz que es función de la pulsión del sujeto viviente.
“pero enfermar y morir para ese hombre/ serán, también, sólo palabras.”
Las cosas son consecuencia de las palabras y muerte y enfermedad tuvieron que ser palabras para poder alcanzar al hombre, pues como habitante del lenguaje sólo por el lenguaje le llega el mundo y llega al mundo.
En estos primeros versos del poema se plantea esta cuestión estructural, después se abre la dimensión del sujeto dividido por hablante y dividido por lo real imposible que causa su deseo, un ser doblemente dividido por la pulsión y por el deseo, condenado a no saber que sabe y a no saber que eso comanda su desear.
Por eso que el poema dice: “Después estaba todo el día con hombres y mujeres/ pero no eran amantes, eran misterios,/ dramas insondables dominados por el odio,/ la envidia , el menosprecio o, bien, el desamor.”
Los seres hablantes, los hombres y las mujeres, no son amantes, no son sólo narcisistas o tendentes a agruparse, son misterios, plenos de contradicciones y en constante paradoja, no se pueden encerrar entre opiniones, no soportan la inalterabilidad de las definiciones.
“Están cerca de mí pero dar el próximo paso / los sume en el delirio del amor, los agota”
Podríamos decir que se habla de la transmisión, de tener mayores, y su consecuencia: tener menores, de producir una anterioridad lógica y también de la manera de no llegar a tomar posición.
“Y después están los hombres y mujeres
que no necesitan de mí ni el pan ni la caricia
están ahí sólo para entorpecer los caminos
del poema, del pensamiento, la distancia
y en esas cosas del amor prefieren no saber
que el polvo aquél no era un regalo a nadie,
el polvo al que se vio obligado era su deseo.”
No es que la realidad sea un regalo sino que la relación con la realidad es un complejo proceso: todo lo que me da lo he puesto previamente y lo que no me da lo he rechazado previamente.
Desde el psicoanálisis sabemos que es más fácil abandonar a los padres que abandonar los modelos ideológicos por ellos impartidos, y también sabemos que estamos más cerca de lo inanimado que de lo animal, que somos más mortales que ancestrales.
Reconocer nuestro deseo como inconsciente es reconocernos como mortales.
Podríamos decir que en este texto se plantea la cuestión de la transmisión y la transmisión es del deseo, por eso que si sólo deseamos deseos es necesario que haya previamente alguien que desee.
Perder la inmortalidad que nunca tuvimos, los delirios del amor y la construcción de la deuda simbólica son lugares inevitables en la formación y también pueden ser lugares de detención.
LA MUJER Y YO, un texto que nos implica y nos hace unas veces testigo, otras cómplice y siempre protagonistas, porque nos habla a nosotros y de nosotros mismos. Podríamos decir que es la historia del psicoanálisis de la mujer y por eso también psicoanálisis del hombre, donde toda cuestión humana es pasada por la escritura y el psicoanálisis, un ser humano siempre impelido a transformarse después de la próxima palabra.
Una mujer compleja, donde masculinidad y feminidad son dos construcciones teóricas de contenido incierto, una complejidad humana donde cada problemática se pliega y se despliega con un sujeto en su centro. Puesto que nada hay sin lenguaje y no hay lenguaje sin sujeto.
Decir que ser viejo como ser rico, es una propuesta de la mente, quiere decir que es algo inevitable, que sólo lo puede evitar una problemática psíquica, una problemática de la complejidad del psiquismo humano.
Ella, que es la mujer, la madre, la muerte, la poesía, dice sobre esta cuestión:
“Cuando estoy supuestamente enamorada
él piensa enseguida que le pertenezco
y cuando estoy como cansada por la vida,
por el mundo absurdo que nos hacen vivir
él enseguida piensa que yo no le amo.
Y, después, es todavía más ridículo:
cuando yo le sonrío, olvidada del mundo,
él enseguida cree que me ha ganado en algo.”
Enunciados que denuncian una concepción de las relaciones, basada en una manera de amar que se produce en un momento de la historia del amor, cuando se produce la creación del objeto femenino, pasando dice Freud de la exaltación de la tendencia a la exaltación del objeto que produjo la sublimación del objeto femenino, la Dama. En la sublimación del objeto femenino, la teoría del amor cortés fue decisiva.
Los poetas inventaron el objeto femenino, un objeto modelado por el ser hablante.
Y con la sobrevalorización del objeto llegó su degradación y también la degradación de la vida amorosa, donde la impotencia psíquica impone una separación del amor y el deseo, y a quien se desea no se ama y a quien se ama no se desea.
Un objeto femenino que nace como objeto deseable, por eso que la mujer que Menassa produce en este libro es una mujer que además de objeto deseable también es sujeto deseante, pasando de objeto inhumano a sujeto evanescente y mortal.
La realidad de la constitución del sujeto sólo es transformable cuando se transforma alguno de los significantes primordiales que le constituyen como tal.
Y este libro es la materialidad de esa transformación y es porque hace que el significante mujer sea efecto del discurso analítico, algo que no se conforma con la leve transformación de la rutina del significado, sino que produce un nuevo lugar para la mujer, la de ser un habitante del lenguaje y siempre entre otros.
Acorralada por los significantes que nos humanizan y por eso libre, pues como Lacan escribe: “el ser del humano no sólo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del humano si no llevara en sí el límite de su libertad” .
Las relaciones de pareja, después de este libro serán otras, no será necesario hacer del amor, siempre contingente, algo del orden de lo necesario, porque la escritura es la base material para dar un paso en el pensamiento, siendo en la poesía donde podemos encontrar las transformaciones significantes, donde podemos encontrar la verdadera historia.
Nadie como un psicoanalista para hablar de los efectos del psicoanálisis sobre hombre y mujer: el amor. Entre el hombre y la mujer está el amor y esta vez el amor no será eterno, aunque permanezca, y no será meta sino que entre cada uno y el amor hay el mundo.
Más allá de la relación de objeto como idealización también está el sujeto dividido por el objeto que causa su deseo, donde ya no hay relación sexual sino encuentro de dos complejas maneras de gozar, de desear.
Ella además de posicionarse como objeto a, podrá posicionarse como sujeto deseante.
Una verdad tras otra verdad, algo que desencadena la cadena, una cadena rota antes de fortalecerse como cadena, palabra rota, nota fuera del alcance de la imagen, porque sólo si avanzamos en la concepción de la mujer, de la sexualidad después del complejo de castración, sólo ahí, en ese vacío de vacíos se abre una puerta, una nueva cadena significante.
El Psicoanálisis es la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto, y el lenguaje sólo se transforma por medio de la escritura, luego sólo si se transforma en la escritura esa transformación será posible para los seres hablantes. Si es posible la escritura es posible transformar un modelo ideológico, y como dice Einstein es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Y prejuicio es todo juicio previo al acto, y del acto sólo sabremos después, sólo sabremos por sus consecuencias.
La revolución de la mujer quiere decir que sólo si cambiamos nuestra concepción de mujer habrá un cambio en la manera de concebir la humanidad. Sólo cuando hayamos cambiado nuestros enunciados habremos cambiado como sujetos de la enunciación.
Un libro que suma a ese objeto inhumano que es la Dama, un sujeto deseante, una mujer gozante, en tanto es porque gozamos que sabemos que somos mortales, situando a la mujer más cerca de lo inanimado, de lo mortal, que de lo animal.
La mujer y el poeta, la mujer y la escritura, como posibilidad de producir transformaciones en la realidad humana.
Psicoanálisis y escritura, como las herramientas necesarias para dar las coordenadas topológicas para comenzar a dar en el pensamiento, nuestros primeros pasos.
A partir de “La mujer y yo” se vislumbra una nueva forma de amor, donde escribir, amar y trabajar, son las condiciones para comenzar a construir una libertad.
Que sea en un poema donde pasa el pensamiento es un mandato social y este poema habla de una mujer y un hombre que nunca alcanzaremos y sin embargo permite que nazca una nueva función significante para el significante mujer que determinará una transformación en las relaciones entre los sujetos.
Ha pasado la interpretación y para Menassa interpretar no es un verso, ni siquiera un acto, es toda una concepción diferente de la humanidad.
Después del poema todo será diferente y eso quiere decir que ha habido función poética.
Saber encarnado, saber escrito y no conocimiento espúreo. El saber es siempre inolvidable, lo que se hizo carne en nosotros nos habita, somos por Ello habitantes del lenguaje.
Es por la poesía, por la función poética, que entramos al reino del lenguaje, por la más inocente de las tareas se entra al más peligroso de los bienes.
Poema que termina con una interpretación para cada uno:
“No es que sea un fanfarrón, es un ignorante, nada sabe de mí, ni del tiempo, ni de la mujer”
Podríamos decir que ella ha sido interpretada, que ella y la mujer no son lo mismo, que el significante mujer es uno de los significantes de la articulación significante constitutiva, y le dice a él que tendrá que pasar por los significantes del psicoanálisis o no habrá verdadera voz para él:
“Cuando lo abandone llorará como un niño,
pedirá perdón, querrá lavar los platos
pero ya será tarde, el mundo no perdona.
Entonces pobre hombre, será mujer y niño
al mismo tiempo que hombre y nadie lo amará.
Como hombre nadie lo amará
por no diferenciar lo grande de lo bueno
y como niño, el pobre, hará cosas de niño
pero será un hombre que sufrirá por serlo.
Inadecuado el canto. Débil la voz.”
Un libro que nos permite ser de la voz.
Un libro que trabaja con la escritura y el tiempo recursivo, con aprés-coup, con retroacción significante, una nueva manera, con la función poética, de pensar el concepto de historia.
Desde que Giambatista Vito siguiendo a Giordano Bruno produjo la teoría cíclica de la historia, la historia como un proceso cíclico que repite eternamente situaciones típicas, con analogía entre los ciclos, repetición de personajes con nombres diferentes, cada ciclo con su dios, dios que comete una vez más el mismo pecado original sobre el que descansa la creación, renaciendo de las cenizas como el ave Fénix, hasta la idea de ruptura como punto de no retorno, punto de transformación desde donde se lee la historia quedando transformada prospectiva y retrospectivamente, quedando transformado el pasado y el futuro porque después de la producción de una función significante nada queda como estaba, es decir que transformará toda la historia: otra será la historia.
Podemos decir que los libros hablan para todos aunque no todos los lean. Leer es poner a hablar al libro y este libro dice del psicoanálisis de la mujer que hay en cada ser humano, por eso que después de este libro seremos otros.
Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Revista de Psicoanálisis Extensión Universitaria Nº 81
“La mujer y yo” de Miguel Oscar Menassa
Editorial Grupo Cero