Revista Belleza

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

Por Vintagelady

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

© Galen Rowell

Fiyi en español, Fidji en francés, Fiji en inglés y Matanitu ko Viti en fiyiano es un país insular al sur de océano Pacífico. Compuesto por más de 300 islas, donde tan solo 110 están habitadas permanentemente, Viti Levu viene del latín Vitis que significa vid. Conserva rituales ancestrales dedicados a los nacimientos, a la muerte y a la guerra. Las danzas nativas se siguen enseñando en comunidades étnicas.

Este texto lo he sacado de Wikipedia para comenzar este artículo dedicado a una fragancia creada por Edmond Roudnitska en 1965 y recreada por Josephine Catapano en 1966, además del fraco diseñando por Serge Mansau para Guy Laroche, mientas los directivos de la marca se encontraban de vacaciones en la isla.

 

Lo cierto es que Fidji dejó de fabricarse hasta que en el año 2000 se volvió a sacar al mercado en forma de eau de toilette, mientras que en 1977 Fidji Du Soir hacía su aparición, una fragancia también discontinuada.

Encontrándome en un pueblecito del sur de Francia, en el año 81, y teniendo el día por delante para dedicarlo a todo aquello que me apeteciera, sin olvidar la kermesse a la cual estaba invitada, comencé a pasearme por las calles antiguas en las cuales tiendas modernas, tiendas de antigüedades, pequeños bares, el típico café du midi y parques y jardines, iban apareciendo mientras caminaba a veces sin saber bien donde me encontraba realmente, hasta que decidí comprarme un perfume, sin saber cuál sería. Cuando uno está en Francia, los aromas a comida, los perfumes, van surgiendo incluso en la mente de cada uno. Así  que por casualidad me encontré con un amigo quien se prestó acompañarme. Entramos en una pequeña perfumería pero en el escaparate destacaba la imagen de una mujer sosteniendo un frasco de perfume y una serpiente enroscada alrededor de su cuello. No se le veían los ojos, tan solo la boca, entreabierta, como si en ese momento nada enturbiase su sentimiento de verdad, de sensualidad mientras ofrecía a quien observaba aquel  frasco escrito en letras negras muy sencillas, como escritas a mano: Fidji.

En aquel entonces me encontraba saturada de Anaïs Anaïs. Tenía varios frascos de este perfume floral, romántico y que comenzaba a convertirse en empalagoso para mi gusto. Era el momento en el cual mi personalidad hecha mujer comenzaba a determinarse, a tomar más fuerza. Y cuando vi aquel anuncio enseguida tuve deseos de oler aquel perfume. Mi amigo me sugirió que era un excelente perfume, que seguramente me gustaría. Recuerdo que al olerlo me transportó a ese Fidji que no conocía. En aquel tiempo tenía una amiga de Fidji y todos los chicos se quedaban embobados observando esa mezcla exótica que le había concedido un padre isleño y una madre francesa. Era lógico, tenía los ojos rasgados, el cabello largo y un cuerpo muy atrayente para los chicos de aquel pequeño pueblo. En una palabra: todos se la hubiesen querido ligar. Pero ella era inaccesible, sonreía pero se quedaba distante, mientras  yo escuchaba con mis amigas a los chicos murmurar lo exótica que era, y otras palabras que es mejor no anotar aquí.

Para mí, oler Fidji fue obtener algo de aquella belleza exótica, pero mucho más aún, fue irme allí y dejar a los chicos embobados, mientras aquel amigo que estaba conmigo era precisamente el más interesante de todos, y a quien la Fiyiana no le importaba en absoluto. Aquel amigo era un amante de los perfumes y se quedó un buen rato conmigo en la tienda, mientras hablábamos de nuestras impresiones sobre Fidji de Guy Laroche. Una mezcla de aromas que entonces no sabía ni cuales eran entró de forma completamente subyugante por mi nariz. Me sentí fuerte, admirada, y poderosa. Sentí que ya no era la chica romántica que olía a Anaïs Anaïs. Me estaba convirtiendo en aquella mujer de la imagen, en lo que ella expresaba, incluso la serpiente se apoderaba de mi forma de entender la ciencia y poder hecha mujer.

Así que lo compré, aunque mi amigo quería hacerlo. No, le dije. (Ello supondría una cita posible y yo ya tenía novio, sí el de Anaïs Anaïs) Algún día quizás volveré a hablar de este amigo, Philippe, gran esquiador y causante de ciertos problemas en mi pareja entonces.

La publicidad mostrada para anunciar Fidji de Guy Laroche siempre me cautivó. La imagen de esa mujer desnuda sobre la arena de una playa desierta, que quizás acaba de recibir un frasco de Fijdi traída por las olas, me pareció tan sublime que invitaba a que siguiera usándolo.

Luego vendrían otros aromas, otras fragancias, otros perfumes, con la inocente creencia que Fidji, que Nuits Indiennes, serían perfumes que  durarían para siempre.

Y un buen día, supe que el Fidji del ayer había desaparecido, que todo sería un recuerdo, a menos que adquiriese un frasco de aquella época por algún medio casual. Lo cual me lleva a querer adquirirlo un día de estos y recrear aquellos momentos donde Fidji era yo misma, una mujer que comenzaba a escoger algo mejor en su vida, aunque ello conllevaba también errores, pero al fin libre.

Y luego descubriría , años después el secreto de tanta belleza: gálbano unido al  orris, al jacinto , a la bergamota; violeta, unida al clavo de olor, al ylang ylang, a la rosa…sándalo, ámbar,  pachuli, musgo de encina, vetiver, almizcle.

Los aromas florales se habían convertido en florales con bases muy fuertes, expresivas, misteriosas. Aquello sería el principio de mi amor por los perfumes orientales, por los amaderados orientales, los chypres y menos los simplemente florales.

1982

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

1975

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

 

1972

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

 

1970

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume

 

1978

La Mujer es una Isla. Fidji es su Perfume


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