
Flora Sandes nació el 22 de enero de 1876 en Nether Poppleton, Yorkshire, en Inglaterra en el seno de una amplia familia de clase media de origen irlandés. Flora era la pequeña de los ocho hijos del reverendo Samuel Dickson Sandes y su esposa Sophia Julia. Instalados de manera definitiva en Suffolk cuando Flora tenía nueve años, ella y sus hermanas recibieron la típica educación destinada a las niñas. Con una gobernanta dirigiendo su formación, Flora no se veía en el papel que la sociedad le tenía preparado de ser una dama elegante, apocada, dedicada a las labores del hogar. En sus ratos de estudio, la pequeña soñaba con montar a caballo, vivir aventuras y participar en batallas como un aguerrido soldado más.

De vuelta a Inglaterra, Flora empezó a dedicar su tiempo libre a colaborar con el cuerpo de primeros auxilios conocido como FANY fundado en 1907. Con tintes de organización paramilitar, allí aprendió algunos rudimentos de enfermería, a montar a caballo y algunas tareas pensadas solamente para los hombres.
En 1910 se unió al Women’s Sick & Wounded Convoy, otra organización de ayuda en el frente que dos años después tendría un importante papel en la primera guerra de los Balcanes.
Cuando la Primera Guerra Mundial estalló, Flora era una mujer de treinta y ocho años que vivía con un sobrino adolescente y con su anciano padre en Londres. Sin pensárselo dos veces se enroló como voluntaria en el servicio de ambulancias Saint John y ocho días después, el 12 de agosto de 1914, marchaba con el primer convoy británico de ayuda al frente serbio junto a una treintena de mujeres.

Su carrera militar fue entonces imparable. Pero en una batalla, una granada la hirió gravemente y salvó su vida gracias a un soldado lituano que la rescató del frente. Su heroicidad fue premiada con una medalla de honor serbia y con el rango de sargento mayor y de oficial pero el precio fue muy elevado, pues el lado derecho de su cuerpo quedó malherido para siempre. Incapacitada para volver al frente, Flora no volvió a casa, sino que permaneció en Serbia organizando un hospital de campaña.
Cuando a finales de 1922 Flora Sandes fue desmovilizada se encontró perdida sin saber muy bien cómo reconducir su vida. Fue gracias a un joven soldado ruso doce años más joven que ella y que en la guerra estuvo a sus órdenes, quien le dio un nuevo sentido a su vida. En 1927 Flora y Yuri Yudenitch se casaron y marcharon a vivir a la recién formada Yugoslavia.

Para ahuyentar la soledad, Flora, a pesar de su edad y de las secuelas dejadas por la guerra, marchó con su sobrino a viajar por el mundo como ya hiciera años atrás. De vuelta a Suffolk y postrada en una silla de ruedas, la nostalgia de los tiempos como soldado la hizo estar vinculada hasta el fin de sus días a la Asociación de Salonika, en la que siempre fue tratada como una auténtica heroína.
El 24 de noviembre de 1956 fallecía en el hospital de East Suffolk a la edad de ochenta años. Pocos días antes, había renovado su pasaporte. Dos textos autobiográficos escritos en distintos momentos de su apasionante existencia permanecen como testimonio de una vida excepcional.