Alma Rosé nació en Viena el 3 de noviembre de 1906. Su padre, Arnold Rosenblum, era un reputado violinista austriaco que dirigió durante años la Orquesta Filarmónica de Viena y la Ópera Estatal, además de liderar el famoso Cuarteto Rosé. Arnold había cambiado su apellido Rosenblum por el de Rosé. Su madre, Justine Mahler era hermana del compositor Gustav Mahler. No es de extrañar que Alma dedicara su vida a la música. Su instrumento era el violín, del que fue una gran virtuosa.
A los veinticuatro años se casó con el violinista de origen checo Váša Příhoda del que se separaría en 1935. Cuando en 1938 Austria se anexionaba a la Alemania nazi, Alma huyó a Londres con su padre. Los años siguientes Alma viajó por distintos países europeos dando conciertos mientras se jugaba la vida. Para escapar del nazismo, Alma se convirtió al cristianismo y llegó a organizar un matrimonio ficticio para ocultar su ascendencia judía. Pero su suerte terminó en Francia donde, a finales de 1942 fue detenida por la Gestapo y trasladada al campo de Drancy.En julio del año siguiente, Alma Rosé era deportada al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau del que ya no saldría con vida. En un primer momento, Alma se salvó de la cámara de gas cuando se pidieron músicos para tocar en un evento dentro del campo. Su virtuosismo llamó rápidamente la atención de una melómana llamada María Mandel y considerada como una de las guardianas más agresivas del campo. Maria Mandel había creado una orquesta que hasta la llegada de Alma estaba dirigida por una maestra polaca llamada Zofia Czajkowska. Además de algunos músicos profesionales, como la Fania Fénelon, Anita Lasker-Wallfisch o Esther Bejarano, pero la mayoría de ellos eran músicos amateurs. Alma Rosé se volcó en cuerpo y alma en aquel reducto de melodías dentro de Auschwitz. Para ella, tocar bien era una necesidad para seguir con vida. Para no volverse loca. Para hacerse indispensable para los dirigentes del campo. Por ello, no dudó en obligar a tocar durante largas jornadas a los miembros de la orquesta a los que corregía una y otra vez.
Como directora de la orquesta, Alma “disfrutó” de unos privilegios dentro del campo. Considerada como kapo, Alma tenía una habitación individual, comida en condiciones, ropa y asistencia médica cuando la necesitaba. Los otros músicos y sus instrumentos, permanecían en un barracón aislado del frío y la humedad y más confortable que las auténticas cuadras que suponían el resto de habitáculos del campo. Además, estaban exentos de realizar trabajos forzados. El 2 de abril de 1944 Alma Rosé dirigió por última vez la orquesta de Auschwitz. Alma enfermó de repente y dos días después fallecía sin saber a ciencia cierta si fue a causa de una intoxicación, una infección o un envenenamiento. Esta última opción estaría relacionada con los celos y animadversiones que Alma Rosé provocó dentro de la orquesta, tal y como explicó años después la pianista Fania Fénelon en su libro autobiográfico Playing for time. En él, Fania vertió todo tipo de acusaciones contra Alma a la que describió como una mujer estricta que abusaba de su poder dentro de la orquesta, además de mostrarse afín a los dirigentes del kapo. Es cierto que Alma hacía ensayar hasta el agotamiento a los músicos a su cargo y que seguía los deseos de personas tan crueles como Maria Mandel. Pero probablemente Alma lo hizo para salvar la vida de todos ellos y la suya propia. Enfrentarse a los nazis o no complacerles significaba una muerte segura. Alma se sintió responsable de aquellos amantes de la música que, mientras ella permaneció como directora de la orquesta, ellos siguieron con vida. De manera excepcional, el cuerpo de Alma Rosé, una mujer judía, fue honrado con un funeral dentro de Auschwitz. Sus restos mortales, que fueron envueltos en una sábana blanca y rodeado de flores, descansan en un cementerio de Viena.