Me imagino que podemos llamar globalización a escuchar con conciencia y oídos tranquilos una y otra vez la misma canción del nuevo disco del Sanz sin temer a que el Spotify de los comunes no se agote… Vamos, lo que es comprarte el disco de toda la vida.
Pues eso, que globalización será comprarte el disco en los maravillosos USA y que te lo traigan a tu casita por cinco euros menos que el precio de oferta de cualquier gran almacén de esta tierra de impuestos antipirateadores…
Que sí, que ya me queda claro. Que Alejandro Sanz después de pintarse el pelo a lo pollo y discutir con Mr. Troche y Mr. Moche se volvió más… ¿a lo globalización?
Pero, aquí estoy, recién hecho mi unboxing (una, que es muy moderna en cuanto a palabras se refiere) y más contenta que unas pascuas con mis cascos puestos escuchándolo en la nocturnidad de este largo día.
Atrás quedaron los póster tamaño puerta, las canciones absolutamente de memoria recitadas cual tabla de multiplicar y aquella vez que me dejé las amigdalas de fanática adolescente por sus huesos…
Ahora, critico y reprocho sus mega extensos tweets mientras tecleo sin fin palabras que posiblemente se irán con estas, por donde han venido. El caso es que no sé si más globalizada o no, pero me hace la misma ilusión leer el libretito del CD o soñar en que aparezco en los agradecimientos…
Porque, al fin y al cabo, la música no se toca… y esta, tampoco.