No hay cosa más desesperante que un bebé estreñido. Eso lo sabe cualquier madre.
Mientras que con LME una no tiene de qué preocuparse si el niño lleva varios días sin hacer caca, en cuanto hay biberones de por medio o papillas, la cosa cambia: o hace caca una vez al día o ya puedes ir preparándote para una noche infernal.
Mi pediatra de Madrid me lo dejó clarito con mi primer hijo: si el niño está estreñido, le das un par de cucharaditas de zumo de naranja (natural y recién exprimido, se entiende).
Mano de santo, oye. Y, ya puestos, de lo más natural, fácil y barato.
En Alemania, en cambio, eso sería impensable. Después de muchos años por aquí, sigo sin entender ese rechazo sistemático por las naranjas. Vamos, es que ni que fuesen criptonita.
Mi biocuñada andaba quejándose hace poco de lo estreñido que estaba su bebé (7 meses) y lo mal que lo estaba pasando. Se me ocurrió, ya que el niño lleva bebiendo zumos y tés y comiendo potitos de pasta a la boloñesa y frutas del bosque (todo bio, por supuesto) desde los 4 meses, aconsejarle el zumo de naranja.
No me acuerdo de lo que me argumentó para mandarme a la porra y, de paso, llamarme asesina de bebés (todo muy formal y correcto, todo muy alemán, pero asesina de bebés al fin y al cabo) y llamar a su tía la homeópata para que le trajese glóbulis de vitamina C.
No me acuerdo porque no estaba escuchando, sino asombrándome de lo tontalculo que son a veces ella y muchos autóctonos más, que se toman la vitamina C en pastillas para no tocar una naranja, o que no sacan a los niños al solecito (porque total, la vitamina D ya la están tomando en gotas)…
Todo muy bio, sí, pero lo menos natural posible. ¿Para qué hacerte un zumo si lo venden en botella? ¿Para qué hacer un caldo si venden los polvos en el Bioladen? ¿Para qué beberte un vaso de agua, si te puedes hacer un té o echarle un poco de zumo (de botella, por supuesto)?
Mi biosobrino se puso morado de glóbulis laxantes, claro está, para después acompañar su potito de boloñesa con zumo de ¿uva? (era rojo, desde luego). Pero eso sí, la rara tercermundista soy yo por negarme a acompañar el solomillo con Apfelschorle y preferir agua del grifo.