La naturaleza ayuda a combatir el estrés del bebé

Cualquiera puede sufrir de estrés, contrario a lo que muchos piensan es algo que no solamente ataca a los adultos, sino que un niño o un bebé también es perfectamente vulnerable a tener éste trastorno que provoca ansiedad y malestar.

Lo cierto es que cuando un niño siente ésto es obligación de los padres ayudarlo a que se relaje y viva mucho más felíz, teniendo en cuenta por ejemplo que un nuevo estudio indica que mantener al niño en contacto con la naturaleza es un importante factor protector para el pequeño, mejorando el rendimiento cognitivo, la autoestima y el desarrollo personal del bebé.

Si el bebé se siente decaido, tenso, triste o ansioso lo más acertado será llevarlo a dar un paseo de forma cotidiana, por el campo, el parque o de ser posible la playa, todo tipo de caminata donde se puede estar en contacto con el verde o el mar será beneficiosa a la hora de despejar la mente del niño, siendo un excelente antídoto para los pequeños estresados.

Los niños bajan la ansiedad al estar al aire libre, en cualquier paisaje según ha podido identificar una investigación a cargo de José Antonio Corraliza, sociólogo y catedrático de Psicología, y Silvia Collado, psicóloga, los dos pertenecientes a la Universidad Autónoma de Madrid.

El estudio se enfocó en la evaluación de distintos colegios de la ciudad de Cuenca con una Escala de Observación de Naturaleza Cercana, capaz de mostrar de forma objetiva la naturaleza cercana a los pequeños en el entorno de su vivienda y de su escuela. Se seleccionaron 4 escuelas, una con naturaleza cercana muy alta, otra con naturaleza alta, el terceto con naturaleza cercana media y el último con naturaleza baja.

Los niños más positivos y relajados eran los que se encontraban con un entorno con naturaleza plena por el tiempo suficiente según el análisis de un grupo de 172 niños de edades entre los 10 y los 13 años. En el caso de los niños y de los bebés se ha demostrado que vivir lejos de la naturaleza trae consecuencias mentales y físicas gracias a lo que se conoce como “síndrome de déficit de la naturaleza”.