Jueves 14 de Mayo de 2015
Ubicada a 7.000 años luz de distancia en la constelación de Serpens (la Serpiente), la Nebulosa del Águila es una deslumbrante maternidad estelar, una región de gas y polvo donde estrellas jóvenes se están formando continuamente; entre ellas, acaba de nacer NGC 6611, un cúmulo de estrellas masivas y calientes. La luz intensa y los fuertes vientos emitidos por estas estrellas masivas, esculpen pilares de años luz de longitud, cuyas siluetas destacan en la imagen sobre el fondo brillante de la nebulosa. La nebulosa misma presenta una forma que recuerda vagamente a un águila, donde los pilares centrales serían las garras.
El cúmulo estelar fue descubierto en 1745–46 por el astrónomo suizo Jean Philippe Loys de Chéseaux. Fue redescubierto de manera independiente veinte años más tarde por el cazador de cometas francés Charles Messier, quien lo incluyó con el nombre de M16 en su famoso catálogo, destacando que las estrellas estaban rodeadas por un débil brillo difuso. La Nebulosa del Águila alcanzó la celebridad en 1995, cuando sus pilares centrales fueron fotografiados en la famosa imagen obtenida por el Telescopio Espacial Hubble de ESA / NASA. En 2001, el Very Large Telescope (VLT) de ESO capturó otra sorprendente imagen de la nebulosa (eso0142) en el infrarrojo cercano, penetrando así el polvo y mostrando claramente las estrellas en formación dentro de los pilares.
Los “Pilares de la Creación” están en el centro de la imagen, acompañados, arriba a la derecha, por el cúmulo de estrellas jóvenes NGC 6611. El “Capitel”, otro pilar capturado por el Hubble, está en el centro izquierda de la imagen. Estructuras con forma de dedos emergen de la enorme pared de la nube de gas y polvo, como estalagmitas surgiendo del suelo de una cueva. Dentro de los pilares, el gas es suficientemente denso para colapsar bajo su propio peso, formando estrellas jóvenes. Estas columnas de gas y polvo, de años luz de largo, son esculpidas, iluminadas y destruidas a la vez por la intensa radiación ultravioleta emitida por las estrellas masivas de NGC 6611, el cúmulo joven adyacente. Dentro de unos pocos millones de años, un mero parpadeo del gran ojo universal, desaparecerán para siempre.
Fotografía original
Crédito: ESO