Revista Cultura y Ocio

La niña que miraba al suelo – @silencioenletra

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Le gustaba jugar a buscar diferencias con su sombra, ‘mi amiga’ la llamaba. Silencio siempre ha sido una niña callada, ¿cómo no lo iba a ser si su madre jamás la escuchaba? Le gustaba refugiarse en la música que hacen los columpios oxidados al volar.

— Te contaré un poco de mí, le decía a su sombra.
— Me hago mal las coletas siempre las llevo despeinadas, en cambio tú.
— ¿Tú madre te peina todos los días?
— La mía nunca tiene tiempo.
— Tienes sucio el zapato, niña. No, ese no era el zapato de ‘su amiga’, era una niña, ¿una niña en su columpio? ¿qué intenciones tenía? ¿Le diría como todos que era una locura hablar con su sombra? ¿se burlaría de sus coletas? ¿habrá puesto esa mancha en su zapato para llamar mi atención?

Los niños somos muy raros, a veces hacemos cosas de adultos para llamar la atención, y a mí me parece que los adultos hacen muchas tonterías, claro, esto ellos no lo saben, pero yo sí y con eso me basta.

— ¿Qué tienen tus ojos niña? ¿Quién te ha hecho llorar? ¿Lloras de risa?
— Lloro porque tengo el zapato sucio y, bueno, un poco también porque mis padres se van a separar ¿Tú también has llorado?
— Lloro todos las noches, cuando mi madre no me puede ver.
— Con la luz apagada, ¿verdad? Lo sé porque yo apago la mía, cuando mis padres discuten. Así parece que gritan los vecinos.
— Sí y debajo de la cama, con ‘mi amiga’ ella me da palmaditas en la espalda y me dice que todo estará bien. Aunque, ¿te digo la verdad? Ya no le creo. ¿Qué le pasó a tu zapato?
— Se ha manchado y ya no sirve. He traído regaliz, ¿quieres la mitad?
—- Qué cosas tan raras comes, yo traigo golosinas en el bolsillo, ¿quieres? Pero oye, él zapato se limpia y listo, queda como nuevo, yo los míos los limpio con un poco de baba, prueba y verás.
— No, gracias. Y no, eso no es cierto. No, eso no es verdad. Puedo limpiarlo y que parezca limpio, pero no está sucio por fuera. Está sucio por dentro. Ya no quiero llevar estos estúpidos mocasines blancos, ni esta trenza de niña de papá. ¿Vienes aquí cuando estás triste?
— Todo el tiempo, ¿escuchas la música que hacen los columpios? El día que quieras puedes venir, siempre estoy aquí y si quieres puedes quitarte esos zapatos y andar descalza, mira, no pasa nada.
— ¿Quieres escuchar los columpios en silencio conmigo?
La música de los columpios invitó a Silencio a pensar en lo que pasaba con esa niña.
— Su zapato no está sucio por dentro, es todo lo que sus padres le están haciendo, esa niña sueña mientras yo tengo pesadillas, quizá hay cosas que los niños no podemos entender, el por qué ella es princesa y yo soy más pirata, y la escucho llorar e imagino que ríe  mientras se balancea en el columpio, cuando ríe, cuando se ríe, ¡esa risa! Es que no podría salir de mis labios algo tan bonito.
— ¿Sabes? Ahora me tengo que ir, mi madre llegara con hambre y no he preparado nada, ¿te veré mañana?
— Claro, nos vemos mañana. Pero, ¿entonces la vida ya va a ser siempre así?
No supe que contestar, hay respuestas que evado precioso levantando los hombros.
De regreso a casa no me pregunté si la vería al otro día, hay preguntas de las cuales ya sabía la respuesta y me dolería.

La niña que miraba al suelo, la que va por ahí con el corazón en las pestañas como si no tuviera miedo en dejarlo caer al suelo, ni que los cristales pudieran cortarle las manitas al intentar recogerlo, ella la que platica con su sombra, esa que va a acabar desapareciendo cuando se le caiga el primer pedazo de corazón de las pestañas y solo estaré yo para recogerlo y probablemente acabe pisándolo.
— ¿Dónde quedaré yo cuando mi sombra no esté para sonreírme?

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