La última vez que estuvo en el Museo del Romanticismo en Madrid, me enamoré de la visión evocadora de la fotografía de Miroslav Tichý en la edición 2016 de Photoespaña. Cuando vi que el mismo museo proponía una nueva exposición fotográfica (By the Way de Thomas Nölle, hasta el 15 de Abril) pensé que no podía perderme esta nueva cita, alentado además por el hecho que en el panfleto ilustrativo de la exposición, se define el trabajo de Thomas Nölle como un “ensayo visual sobre la experiencia momentánea de la mirada en tránsito sobre el paisaje”.
Antes de hablar de la exposición, me gustaría denunciar el muy malo horario de apertura del Museo del Romanticismo, más bien apto para quien trabaja a tiempo parcial que para aquellos que trabajamos a jornada completa. Un horario invernal, aunque sea continuado, de las 9.30 a la 18.30, dificulta mucho visitar el museo durante la semana laboral.
La exposición está en una sala lateral del museo y no se necesita pagar la entrada. El autor ha también derivado un libro de este trabajo y en este libro Norval Bitello, define este ensayo como un ejemplo de “no-fotografía”, en el sentido que la cámara es como si se transformara en pincel y pintura de imágenes interiores.
Las imágenes expuestas se basan en la huella que la luz deja en el sensor de la cámara cuando hay movimiento, o bien del artista en la toma, o de lo elementos retratados. Las sensaciones que estas imágenes transmiten, tienen a que ver con la inmaterialidad, la volatilidad, la transitoriedad, la fluidez, la fugacidad; son románticas en el sentido que activan una cierta nostalgia no bien definida pero que tiene a que ver con lo vivido de cada uno, con la sensación de plenitud que a veces conseguimos vivir en los momentos mágicos de nuestra vida. Las imágenes de Nölle se alejan del realismo e invitan a permanecer en el rectangulo de la fotografía, para arrancar un dialogo entre el paisaje y el mundo interior del espectador. Un proceso totalmente contrario a lo que diariamente estamos sometidos por la avalancha de instantaneas que estamos acostumbrados a absorber fugazmente.
La exposición y las imágenes de Thomas Nölle no constituyen una obra maestra, pero seguramente son una oportunidad para ensimismarse y entender que la nitidez, la inmediatez, la historia no son necesariamente elementos esenciales para comunicarse visualmente con los demás; que existen muchos mundos visuales paralelos y cada uno de ellos es una dimensión en la cual los espectadores tienen la oportunidad de reflejar sus propias emociones, en un viaje de conocimiento a veces documental, a veces estetico y otras veces evocador.