Diezmadas tal vez por el seco inicio
de esta primavera, muchas flores faltan este mayo a su cita con el sol en el
pasillo de las orquídeas-abeja. Sólo se han abierto las flores más abundantes
por todo el pasto: los ranúnculos, los senecios, algunas pajaritas, y algún
nazareno. Parece que estas flores soportan mejor las malas primaveras, ¿quizá por
eso abundan tanto en cualquier año? Mientras pensaba esto, vi cruzar una pequeña
mancha negra volando de un romero a otro. Al observarla con los prismáticos, la
mancha resultó ser tres insectos juntos: el de abajo no se movía, pero en él
hurgaba el de en medio con una larga probóscide, como un pico, y el de arriba
sujetaba a ambos y a la vez estaba colgado de una hoja de romero, al estilo de
un gibón. Aquí podéis ver en acción al extraño tándem, grabado en vídeo réflex - merece la pena verlo en alta definición, para ello pulsar en el título, seleccionar en Youtube calidad de 1080p, y ponerlo en pantalla completa.
En este trío, el insecto de abajo está muerto y los dos de arriba se están apareando. Son una pareja de lo que yo llamo “moscas-daga”, traduciendo así uno de sus nombres en inglés, dagger flies (familia Empídidos). Las moscas-daga son voraces cazadores de otras moscas, a menudo incluso de su mismo
tamaño; las capturan y succionan sus fluidos mediante ese enorme “pico” como
una fina daga. Su instinto cazador es tan fuerte que el macho que se acerca a
una hembra para aparearse podría terminar siendo capturado y absorbido sin
piedad. ¿La solución? Un regalo que aplaca. El macho captura una presa, la
entrega a la hembra, y mientras ésta la devora tiene tiempo de aparearse sin
peligro. Normalmente la presa que elige el macho es una de las moscas más
comunes en esta época del año, la mosca de San Marcos (Bibio marci), que aparece a centenares hacia el día que le da nombre.
Los machos de la mosca de San Marcos, cuyos ojos inmensos ocupan prácticamente toda la cabeza, se congregan formando enjambres que
revolotean junto a las encinas, como bailando, subiendo y bajando, demostrando
sus dotes aéreas hasta que aparece una hembra y se lanzan tras ella en cuanto la detectan con sus descomunales ojos. Estos
machos bailadores parecen muy distraídos danzando en el aire, así que no es de
extrañar que sean presa común de los machos de moscas-daga. De este modo, la
reproducción sexual pone en peligro de maneras distintas a los machos de ambas
especies de moscas, y una termina salvando a la otra a costa de su vida.