Un estado censor hasta su final
Sin vergüenza jamás podrá existir un periodismo trasparente y honesto. Cuando el congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), se habló por primera vez de la palabra “secretismo”; fue una conmoción, un escándalo que parecía mostrar una apertura, pero donde los censores no reconocían su política sino que culpaban a los periodistas por su “autocensura”.
Ahora, en el cuarenta aniversario de la Agencia de Información Nacional (AIN), la consigna es “por un periodismo sin medias tintas”. Jocosamente, imagino que los periodistas dejarán de usar medias coloridas, porque jamás se me ocurriría pensar que puedan estar hablado de un periodismo comprometido, directo, audaz y vital para el desarrollo general del país.
A partir de ahora –supongo que sin secretismo y sin medias tintas– los periodistas podrán delatar, acusar, perseguir a sus semejantes, a cubanos de a pie que no aportan ni deciden nada en el proceso político que sobrevivimos; sabemos de sobra que jamás les permitirán opinar sobre nuestro acontecer, ni siquiera a los países aliados de los dictadores, porque, aunque entiendan que sus gobernantes no actúen bien, mucho menos les permitirán ofrecer su punto de vista, cuestionarlos , y más insólito aún, que puedan criticarlos.
Entonces –y para que algunos no continúen engañándose– seguimos igual que siempre aunque la orden se desvirtúe. Intentan hacer creer a la opinión pública internacional que existe una apertura en el régimen totalitario, y –amoralmente– el gobierno continúa fingiendo ser inocente, emprendiendo una “nueva política”, cuando la realidad es que continuarán dictando las noticias desde el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, y cada periódico y sus amanuenses redactores, copiarán todo a pie juntillas con el mismo silencio como lo han hecho hasta hoy. La única “novedad” –y no tan nueva– es que se les suma la prensa oficialista de Venezuela, el canal Telesur y la izquierda aliada del continente, gran mafia política del cuarto poder.