Revista Arte

LA OBRA DE ARTE COMO LUGAR DE VERDAD Y CONOCIMIENTO EN LA HERMENÉUTICA GADAMERIANA – Paola Sabrina Belén

Por Marisol Marisol Fernández Recalde

LA OBRA DE ARTE COMO LUGAR DE VERDAD Y CONOCIMIENTO EN LA HERMENÉUTICA GADAMERIANA – Paola Sabrina Belén

A partir de una crítica al supuesto alcance universal de la noción moderna de razón la hermenéutica redefine las nociones de interpretación y comprensión considerándolas como prácticas constitutivas de toda actividad humana.

La hermenéutica contemporánea, también llamada hermenéutica filosófica, se aleja de los presupuestos metodológicos de la hermenéutica clásica, sobre todo a partir de que Heidegger describe que la interpretación no es ya una actividad, sino una manera de ser fundamental del hombre.

La relación del hombre con las cosas es ya interpretación que apunta más que a un saber intelectual o teórico, a un poder hacer. Para este filósofo hay siempre una pre-comprensión no intelectual que no puede ser reducida a un conocimiento puro. Toda referencia a una cosa particular se encuentra conectada a la totalidad de cosas que ya están interpretadas.

Partiendo de esta caracterización de la obra de arte como el lugar de una verdad y un conocimiento que permiten interpretar, organizar y reorganizar nuestra experiencia del mundo se analizan la reinscripción de la cuestión cognoscitiva en el ámbito del arte desarrollada por Gadamer teniendo en cuenta las repercusiones que la misma acarrea para una noción de racionalidad y conocimiento heredada de la modernidad.

La hermenéutica gadameriana

LA OBRA DE ARTE COMO LUGAR DE VERDAD Y CONOCIMIENTO EN LA HERMENÉUTICA GADAMERIANA – Paola Sabrina Belén

Gadamer se propone dar cuenta de la comprensión en tanto que modo de conocimiento libre de subjetivismo y determinado por la finitud de sus propias condiciones históricas.

Estamos constituidos por nuestra situación histórica, por nuestros prejuicios, y de allí la importancia de la tradición entendida como condición de posibilidad de la comprensión en general. Este es su punto de partida, y define la hermenéutica como empresa centrada en el examen de las condiciones en que tiene lugar la comprensión, constituyendo ésta una “pregunta que en realidad precede a todo comportamiento comprensivo de la subjetividad, incluso al metodológico de las ciencias comprensivas, a sus normas y reglas” (Gadamer, 1991: 12).

El concepto gadameriano de “situación hermenéutica” apunta a la manera en que la tradición condiciona al intérprete en su intento de comprender el pasado.

Dicha noción no se limita a designar el hecho de que el intérprete ocupa una posición particular dentro de la tradición, sino que busca destacar que éste pertenece a la tradición en tanto no puede elegir arbitrariamente su punto de vista.

Si la pieza clave en la perspectiva de la Ilustración es la noción de obediencia ciega, comprendida como resultado de la conformación de los órdenes simbólicos a través de la violencia, desde la perspectiva hermenéutica se pone de manifiesto la existencia de un momento reflexivo, de “reconocimiento”, en dicha conformación.

En Gadamer desaparece la posibilidad de un más allá de la sujeción de la tradición, y además el vínculo entre autoridad y reconocimiento es trasladado ala tradición.

La recuperación gadameriana de la pregunta por la verdad del arte y su valor cognoscitivo

LA OBRA DE ARTE COMO LUGAR DE VERDAD Y CONOCIMIENTO EN LA HERMENÉUTICA GADAMERIANA – Paola Sabrina Belén

En el horizonte definido por la ciencia y la filosofía modernas, las experiencias de lo que es real, las genuinas experiencias de conocimiento, son aquellas repetibles. De acuerdo con esto, lo real es lo que se puede experimentar de manera repetible. De no ser así, es mera ilusión o algo no real. Frente a esto Gadamer considera que las tales experiencias no agotan el ámbito de lo experimentable, y propone como reverso de las científicas, las que él llama experiencias de la verdad: no son repetibles porque no son voluntarias y no pueden enunciarse de una manera intersubjetivamente válidas, e incluso obligatoria. Considera entre ellas la experiencia del arte.

La presentación que realiza de la cuestión de la verdad en el arte, funciona como un preludio de la elucidación de la cuestión de la verdad en las ciencias del espíritu emancipada de la verdad modelada por la ciencia moderna.

En paralelo al objetivismo metodológico científico-natural se impone, según Gadamer, la conciencia estética. Si la Crítica de la razón pura (1781) de Kant limitó toda posibilidad de que la metafísica alcanzara estatus científico, en tanto consagró a las ciencias físico-matemáticas y su saber metódico (universal y necesario) como el modelo del auténtico conocimiento, su Crítica de la facultad de juzgar (1790) ofreció a la estética un campo de autonomía propia, pero a cambio de la estetización de lo que no se ajustaba al modelo de las ciencias.

De esta manera, el “saber del gusto” que la tradición humanista reconocía como sustentado en la formación de la capacidad del juicio y del sensus communis, resulta deslegitimado como un saber sin pretensiones del auténtico saber.

La concepción del arte dominada por la noción de genio conduce a lo que Gadamer llama “conciencia estética”, la conciencia con la que se enfrenta quien percibe las obras de arte desde una actitud puramente estética que prescinde de toda dimensión moral o cognitiva. Ésta a su vez produce la “distinción estética”, entendida como el proceso de abstracción que separa de la obra todo lo que no es estético.

En opinión del filósofo superar la subjetivización es esencial para reconocer la pretensión de verdad y conocimiento del arte. Desde su perspectiva, la obra de arte no es el producto de un genio, sino creación y transformación de la realidad, transmutación de ésta en su verdadero ser. Este resultado es atribuible al acontecimiento en el que el artista participa, pero que lo trasciende.

En este punto el modelo del juego se presenta “como hilo conductor de la explicación ontológica” (Gadamer, 1991: 143) de la obra de arte y su significado hermenéutico.

En tanto la obra es concebida por Gadamer como auto-representación, ésta gana para sí una autonomía, que se evidencia en la manera en que ella se conforma o estructura atendiendo a una lógica y teleología interna. Retomando la cuestión del juego, podemos decir que las reglas de un juego sólo tienen validez y sentido al interior de dicho juego. La obra “no admite ya ninguna comparación con la realidad, como si ésta fuera el patrón secreto para toda analogía o copia” (Gadamer, 1991: 156), porque ella hace ser algo que desde ese momento es, algo que antes no estaba.

Consideraciones finales

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La revisión crítica de ciertas nociones heredadas que realiza Gadamer puede ser pensada como una exploración de un modo alternativo de desarrollo de la razón mejor capacitado para abordar las cuestiones resistentes a un tratamiento objetivo.3

Este filósofo no sólo recupera el valor cognoscitivo y la verdad del arte negados históricamente por la filosofía, sino que además hace de ello un modelo de la verdad hermenéutica, a partir de la cual se conforma una experiencia del ser diferente.

La actualidad de la obra de arte implica que ella se dirige a cada uno de nosotros de un modo especial, y que su sentido sea dicho desde una perspectiva diferente a la propia es constitutivo de la misma. Sin embargo, no anular esa alteridad resulta fundamental para comprender lo que ella nos dice, al tiempo que en ese diálogo que nos interpela alcanzamos un conocimiento que nos confronta con nosotros mismos, transformándonos y enriqueciendo nuestra experiencia del mundo.

Fuente:

Epistemología de las Artes. La transformación del proceso artístico en el mundo contemporáneo. Editorial de la Universidad de La Plata. Coordinador: Daniel Jorge Sánchez (2013)

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