Las traducciones más afortunadas, que son pocas, usurpan en la imaginación de sus lectores y ocupan un lugar difícil de liberarse. Los clásicos se apilan con la fiebre del papel, como un tesoro. Y ahí es cuando aparecen las obras completas de Shakespeare. Para cada uno existe un sentimiento de justicia que no es el de Don Quijote ni el de Sherlock Holmes, una pasión amorosa que no es la de Emma Bovary ni la de Ana Karenina, un deseo de llegar a la meta que no es el de Ulises. Y, sin embargo, estas criaturas hechas de palabras nombran para nosotros lo que no sabemos nombrar. “¡Oh, Dios mío!”, dice Hamlet. “Podría hallarme preso en una cáscara de nuez y creerme rey de un espacio infinito”. A lo cual Próspero responde: “Somos eso sobre lo cual se arman los sueños, y nuestra pequeña vida acaba en un soñar”. Y ocurre el milagre, todas nuestras filosofías se encuentran entre esa cáscara y ese ensueño.
Entre aquellos pocos que lograron, nadie sabe cómo, poner en palabras las verdades más exquisitas y atemporales, está William Shakespeare, convertido por sucesivas generaciones algo así como un“irremplazable” de la cultura. Ben Jonson declaró que el escritor inglés “no pertenece a una época sino a todos los tiempos”.
Como tantas de sus creaciones, como Romeo y Julieta, como Hamlet y como Macbeth, Shakespeare forma parte de la geografía imaginaria de Occidente, y de buena parte de Oriente también. Aun sin haberlo leído decimos conocerlo. De él sabemos tan poco… Algunos documentos atestiguan ciertos datos: la fecha de su muerte, 23 de abril de 1616; la de su bautismo, 26 de abril 1564; alguna información sobre su padre, John, burgués de Stratford-upon-Avon; su casamiento con Anne Hathaway (sí, sí, como la actriz); el nacimiento de sus dos hijas y de su hijo; algunos jalones de su carrera teatral. Los únicos autógrafos que poseemos son los que aparecen en su testamento, documento que prescinde de valor literario, y una escritura hipotecaria que lleva su firma. Ni siquiera un retrato fidedigno tenemos de él: una reciente correspondencia en el suplemento literario del Times de Londres recorre con crítica desconfianza todas sus semblanzas, desde el grabado que aparece en la primera edición de sus obras hasta aquella pintura conocida como El Retrato Chandos, de John Taylor.
Para que queden en la inmortalidad literaria, Penguin Random House recupera las mejores versiones en español de los últimos cincuenta años, realizadas por Elvio Gandolfo, Carlos Gamerro, Edmundo Paz Soldán y Marcelo Cohen, entre otros.
María Molina
- Comedias, Tragedias, Poesías, Romances y Dramas Históricos.
- De Bolsillo, Penguin Random House.
- Año 2014