Argumento:
La oficina en The New Yorker es una antología compuesta por centenares de viñetas publicadas en la mítica revista desde 1920 hasta nuestros días, obra de ochenta artistas distintos, entre ellos algunos de los más destacados dibujantes de la revista, como Robert Mankoff, Leo Cullum, Tom Cheney, Peter C. Vey o Lee Lorenz.
Esta antología es un formidable retrato social que muestra temas y situaciones que a todos nos son familiares: el horror del lunes por la mañana, la importancia de las apariencias, las reuniones que se eternizan, la adicción al trabajo... nada escapa a la mordacidad de estos maestros del humor.
Un libro fundamental, porque nos enseña a ver algo tan cotidiano como el trabajo de una manera radicalmente distinta: con humor.
Podría sentenciar que al terminar de leer esta antología, el encanto -de que exista una revista que publica semejantes dibujos humorísticos como The New Yorker- está por los cielos. A su vez, aparece el lamento y la pregunta de por qué no hay una publicación así en México y uno casi se quiere morir. En fin, la sentencia no es del todo correcta. Lo anterior no se imagina al concluir la antología, sino ante cada viñeta que uno lee.
Porque éstas piezas de humor, chistes, gags, ocurrencias o como se les guste llamar, son construcciones totalmente literarias, en donde incluso si se quita el dibujo, funcionan por completo, ya que la mayoría de los dibujos se acompañan con una breve frase y por esto las risas y lo gracioso siguen ahí. En ocasiones, superando el dibujo. Otras veces, este se complementa de forma simpática. Claro que hay algunos dibujos "mudos", que sin necesidad de texto son geniales. Al final del artículo pondré varios ejemplos.
El tema es la oficina y sus variantes son tan diversas como ""El lunes por la mañana", "Los jefes", "Los adictos al trabajo", "Cómo pedir un aumento", "Está despedido", entre muchas otra más. Lo que sí podría señalar como una constante es el estilo del humor. Es tan absurdo en humor blanco como tan afilado en crítica social. La reacción oscila entre la alegría, la ternura, la compasión y la reflexión sobre el mundo laboral y específicamente lo que significa el trabajo y la forma cómo se da este entre jefes y empleados.
La oficina en The New Yorker es un estupendo trabajo del antologador Jean-Loup Chiflet, pero también resulta un ejemplo que no sólo refleja la refinada mentalidad de una revista como The New Yorker para publicar dibujos satíricos inteligentes, sino también termina siendo un ejercicio para ejercitar el humor.
"El señor Dyer dice que no le interesa hablar con alguien que ha permanecido en espera tanto tiempo"
"Le veo sobrecualificado para que lo exploten, pero me temo que está infracualificado para explotar a otros"
"Para hacerme millonario, he mentido, engañado y robado. Y ahora cualquiera puede ganar la lotería y convertirse en millonario".
"Me gustaría pensar que es usted una persona, David, pero es mi obligación pensar que es usted personal".
El arte de la dirección. P. 77
"Ya tenemos las cifras del último cuatrimestre. Hemos mejorado nuestra cuota en el segmento de quince a veintiséis años, pero hemos perdido nuestras almas".
"Como empresa que está por la igualdad de oportunidades, debo decirles que los dos están despedidos".