El 15 de febrero de 2013, una gran bola de fuego entró en la atmósfera terrestre y se desintegró en el cielo sobre los montes Urales. La explosión de la roca, de 17 metros y 10.000 toneladas de peso, fue tan poderosa que su onda expansiva dio dos veces la vuelta al mundo,
según una investigación publicada en la revista Geophysical Research
Letters. Más de mil personas resultaron heridas por el estallido.
Los investigadores de la Comision de Energía Atómica de
Francia señalan que la energía explosiva del impacto de Chelyabinsk fue
equivalente a 460 kilotones de TNT,
lo que lo convierte en la explosión más poderosa desde el evento
Tunguska en 1908, cuando un asteroide o un cometa explotó en los cielos
de Siberia con mil veces más potencia que la bomba de Hiroshima. Derribó
cerca de 80 millones de árboles en un área de 2.000 km cuadrados y
tumbó carruajes y personas a 500 km de distancia. Provocó una muerte,
según los registros históricos. Mucho más cerca en el tiempo, la
explosión de un meteoro el 8 de octubre de 2009 sobre Indonesia fue diez
veces más suave que la de Chelyabinsk.
El evento de Chelyabinsk generó retornos de infrasonido a
distancias de hasta 85.000 kilómetros, y fue detectado en 20 estaciones
del Sistema Global de Monitoreo Internacional (IMS) ubicadas por todo el
mundo. Por primera vez desde su creación, esta red de infrasonidos
registró con total claridad ondas que viajaron
dos veces alrededor del mundo. Todavía había señales hasta casi tres
días después del evento. La explosión de Indonesia había sido grabada
por 17 estaciones.
El mismo día que el meteorito caía en Rusia otro asteroide, el 2012 DA14,
hacía su máxima aproximación a la Tierra, una casualidad
extraordinaria. Al parecer, los dos fenómenos no tienen nada que ver.
Astrónomos de la Universidad de Antioquia en Medellín, Colombia, creen
haber descubierto el origen del meteorito ruso: pertenece a una familia de asteroides llamada Apolo, aquellos que cruzan la órbita de la Tierra.
Fuente: abc
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