Revista Cultura y Ocio
¡Te quiero un huevo, tío!, le dice Julián, el alcalde corrupto, al Sheriff Mac para tranquilizarlo y dejarle claro que sus turbios negocios no corren ningún peligro y siguen contando con su protección.
Es una de las perlas que Marina Bollaín incorpora a la versión que ha hecho de la Ópera de tres peniques de Bertolt Brecht, musicada por Kurt Weill.
Si el dramaturgo alemán utilizaba el verfrendung para distanciar al espectador de los hechos que pretendía narrar (y facilitar así su sentido crítico), Marina Bollaín recorre el camino inverso al acercarnos una historia que ya tiene más de ochenta años pero que no ha perdido un ápice de actualidad.
En la Ópera de tres peniques, Brecht denuncia la corrupción del poder y la connivencia de los poderosos para explotar y extorsionar a los más débiles, y la adaptación de la directora está llena de guiños a la actualidad española.
A lo largo de la representación no podemos evitar que se nos vengan a la cabeza episodios patrios, como la Marbella de Jesús Gil, la Coslada del sheriff Ginés o los turbios manejos de la trama Gürtel. A mí también me ha recordado algunas de las peripecias que José Ángel Mañas nos cuenta en su última novela novela sobre la imaginaria ciudad de Matadero, gobernada por el obeso Jorge Hill (léase Gil) .
El Sheriff Mac (que se rodea de agentes con el uniforme de la policía Local de Madrid ¿O son de Coslada?) vive de la extorsión, el crimen, el tráfico de drogas y la prostitución. Sus actividades son amparadas por el alcalde Julián, antiguo compañero de armas, que cobra su correspondiente comisión.
Los problemas llegan cuando Mac se encapricha de Paula, la hija del señor Muñoz, rey de los mendigos, otro rufián que explota a los indigentes de la ciudad, a los que cobra el 70 por ciento de sus beneficios…
La trama se desarrolla en vísperas de la coronación de la Presidenta (se supone que del gobierno, aunque bien podría ser de la Comunidad de Madrid).
Al final todo se arregla con el triunfo de los maleantes y la bendición de la lideresa, digo de la presidenta, quien otorga una pensión de por vida de 600.000 euros anuales para el sheriff Mac, que ha estado a punto de ser encarcelado.
A Bollaín no le ha temblado el pulso a la hora de adaptar esta divertida obra a pesar de que se representa en la Sala Verde de los teatros del Canal, recientemente inaugurados por la Comunidad de Madrid y empeño especial de Esperanza Aguirre.
“No a la privatización de la sanidad” o “El agua es de todos”, son dos de las sugerentes pancartas que los mendigos exhiben cuando están a apunto de reventar la coronación de la presidenta. También aparece por el escenario el logotipo olímpico de Madrid 2016 convenientemente modificado en forma de mano con peineta y el texto “Madrid 3016, tengo una cabezonada”.
Gran espectáculo musical y visual, con buenos actores y mejores cantantes, alternativo al partido de fútbol entre el Olimpique de Marsella y el Real Madrid (por mucho que CR9 marcara dos goles), para un día anodino-depresivo de final de puente de la Constitución/Inmaculada.
(Las fotos pertenecen a la página web de los teatros del Canal)