El líquido, oscuro como un pecado, ya está alcanzando las costas estadounidenses. El líquido, oscuro como la negación de toda conciencia, es una concentración de vidas pasadas; es el lodo al que se reduce la carencia de espíritu: extraer petroleo, es desenterrar un cementerio gigante, una época inabarcable. Los organismos que hace millones de años poblaron la tierra, atrapados entre estratos de roca, se convierten en una masa negra, siniestra, como sólo puede ser el petróleo; una mancha de oscuridad que ha poseído a la humanidad durante un siglo, porque, a largo plazo, como el maestro Cortázar explicaba sobre los relojes, nadie te regala el petróleo, tú eres el regalado.
La petrolera BP ha actuado conforme a la oscuridad derramada, sin admitir la verdadera naturaleza del desastre ecológico, cinco veces mayor de lo que se hizo público en un primer momento: 800.000 litros de oscuridad diarios. En España, ya conocimos cómo toneladas de vertido podían mutar, por obra y gracia de un manual de política para necios, en “hilitos” de plastilina. En el momento de escribir estas líneas, los primeros “hilitos” ya han alcanzado los ecosistemas cercanos a la frágil desembocadura del río Mississippi.
La consecuencia mediática será que, en unos días, a todos se nos partirá el corazón cuando veamos las imágenes de aves con el plumaje ennegrecido, pero para ellas no será sólo suciedad, porque el petroleo, oscuro como la palabrería envasada, elimina su protección térmica y las hace fallecer, víctimas del frío. La mancha se extiende y el plancton desaparece, algunas especies mueren sin remedio, otras, huyen del lugar… todo el ecosistema se contamina, y el petroleo -tú eres el regalado- nos es devuelto a nuestra cadena alimenticia. La mancha negra del petróleo -visible desde el espacio, negra como un pecado compartido- se extiende e nuestros mares internos, invisible; cadáveres fosilizados a la búsqueda del espíritu perdido.
Pero, cooliflowerense, hay esperanza. Pulsa aquí si quieres conocer un futuro mejor.
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