En las últimas semanas varias mujeres me han aconsejado el último libro del obstetra y referente en temas de crianza natural Michael Odent El nacimiento en la era del plástico. No lo he leído pero espero poder hacerlo en breve y comentarlo en estas páginas. En él vuelve a cuestionar el uso indiscriminado de la hormona oxitocina sintética y sus consecuencias.
Al hilo de lo que publiqué ayer sobre los efectos adversos de la oxitocina, en el blog El parto es nuestro hacen un juego dialéctico entre las leyes antidopaje y lo que ocurre en muchos hospitales con el parto? La oxitocina es un arma de doble filo:
“El Instituto para el Uso Seguro de los Medicamentos (ISMP) la incluye en la lista de Medicamentos de Alto Riesgo, ‘aquellos que cuando se utilizan incorrectamente presentan una gran probabilidad de causar daños graves o incluso mortales a los pacientes”.
Continúa habiendo centros supuestamente de salud donde el 100% de las mujeres reciben oxitocina por rutina y seguimos sin saber lo que significa esto; ni el personal de los hospitales parece que lo entienda (“lo hemos aprendido así”) ni las mujeres (“porque lo importante es que mi bebé esté sano”, “porque me importa más el color del carrito que lo que me hacen en el hospital”). Así me lo explica una activista del parto respetado.
Entre los efectos secundarios de la oxitocina, sobre todo cuando se pasan de la dosis, están el sufrimiento fetal, la asfixia y hasta la muerte, es decir que este medicamento, que es lo que es, ha de utilizarse sólo en casos de extrema necesidad pues se puede conseguir justo lo contrario de lo que se pretende; en vez de acelerar el parto, retrasarlo haciendo sufrir al bebé, a la madre y con consecuencias imprevisibles.
Una de las profesionales que está investigando sobre la oxitocina y hace un trabajo muy interesante es la psiquiatra Ibone Olza, de la que sí he leído alguno de sus libros en concreto Nacer por cesárea.
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