Hacía sólo unos días desde que había tenido una explosión de enfado con mi amigo. Después de llevar el agobio de la hospitalización de un familiar y dejar por tanto pasar unos días, era hora de llamarle por teléfono y quedar para hablar. Cuando iba a verle pensaba de forma algo egoísta que no incidiría en cuestiones de culpas o provocaciones y respuestas a ellas, porque nos liaríamos. También pensé que no debía hablar sobre su parte. Sólo me interesaba lo mío; quería que entre los dos viéramos en qué me había equivocado. Quería su opinión sobre mi reacción; es una persona muy válida.
En quince o veinte años, antes de este episodio, sólo había tenido uno parecido hace dos años, y ahora este. Sólo me importaba mi reacción, quería comprender; quería analizar con él lo que había pasado, él me conoce mucho, me interesaba saber por qué había tenido yo esa explosión de ira que en mi juventud se daba de cuando en cuando y ahora parecía que quizás con los años, la disminución de la testosterona y algo de comprensión, había acabado desapareciendo.
Él me había hablado más de mil veces sobre lo fácil que es ver la joroba del otro y lo difícil que es ver la propia.
El procurar ser objetivo, el
intentar comprender, ser autocrítico… es una elección como otra cualquiera. Las
personas establecemos una prioridad de intereses para nosotros importantes.
Para unos es el dinero, para otros, el poder, el sexo, el arte, el pensamiento,
la seguridad… El que eso para mí sea importante no quiere decir que lo tenga
que ser para mi amigo. Es una gran persona y no obstante puede tener otros
objetivos en la vida que le importen más. Perfectamente comprensible y
respetable, cada cual es un mundo.
Y aquí viene la gran cuestión. Hay un objetivo común, muy humano, que suele ser el primero entre los primeros: Dar una imagen positiva de nosotros; hacernos inalcanzables, intocables, respetados, considerados. Eso es lo más importante quizás. Queremos quedar guapos, que tengan de nosotros una buena opinión. Los únicos errores que hay que rectificar (creemos) son aquellas actitudes y manipulaciones que no hemos logrado para que piensen bien de nosotros y tengan una buena opinión. Esto lleva a no coger la buena dirección y sumar error tras error que acabará haciéndonos infelices.
Cuando me encontré con mi amigo,
intenté llevar la cuestión por el camino que me interesaba, sin rencores, con
buena voluntad, analizando lo mío, no lo suyo; pero casi enseguida lo llevó a
su terreno y me dispuse a escuchar. El día que estallé, cuando me fui, se quedó
él con el resto de amigos. Ahora me decía que al fuirme se quedaron preguntando
“¿qué le está pasando a Llorenç?”. Me decía que “estaban preocupados” por si me
había hecho viejo o si es que me había afectado la anestesia general que tuve
hace tres meses. Comprendí enseguida que aunque su reacción no fue violenta
como la mía, porque fue muy cerebral, la cosa ahora iba a la defensiva, se había sentido ofendido. Venía a
ser algo así como: “Viniste a por lana y saliste trasquilado”. Vi
frialdad y venganza. Me sentí muy mal. Sentí decepción; mucha decepción. Si nos
defendemos atacando, así no podemos llegar a ninguna parte. Pero parece que esa
es nuestra naturaleza. Veo algo de inmadurez y egoísmo en esa actitud de quedar
majo, de intentar ver la paja en el ojo del otro y ni siquiera pensar que
tenemos una viga en el propio. Eso no nos interesa. ¿Será el reflejo de nuestra
inseguridad?
Confieso que en parte yo también lo he hecho, y mucho. Me engaño continuamente, aunque intento no hacerlo. Nos autoengañamos, nos justificamos, nos autoexplicamos, nos “defendemos”. Pero si él que es una de las pocas personas que más admiro, que más capacidad tiene… si él hace eso… ¡oh decepción! ¿En qué mundo estamos? Me sentí mal. No estoy juzgando; sólo pretendo comprender dónde estamos. Creo que después de esto, algo ha muerto en nuestra amistad. Lo siento.
Todo esto ya es viejo. Hay un
evangelio de Jesús que nos habla de ver la paja en ojo ajeno y no ver la
viga en el propio. Echa un vistazo e interprétalo a tu manera. Yo lo he
releído. Esto ocurrió supuestamente hace 2000 años. Es mucho tiempo para que
aún estemos ahí. ¿Qué le vas a hacer? Pero a pesar de todo sigo empecinado en
tener esperanza en la Humanidad. ¿Será un error mío? Pero en cualquier caso,
qué bonito error, ¿no? Mira cuanta sabiduría tienen estas palabras:
Lucas 6, 36-42 7:1 No juzguen, para no ser juzgados.
7:2 Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
7:3 ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?
7:4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Deja que te saque la paja de tu ojo", si hay una viga en el tuyo?
7:5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. Caña a nuestra inseguridad que nos pone a la defensiva e impide la introspección.
Dales Caña. Artículos relacionados: 28-08-2011 Yo manipulo, tú manipulas, él manipula…
Joan-Llorenç [email protected]
| Este artículo pertenece a la sección: Humanismo Puedes entrar en esta sección y ver si te interesa algún otro artículo. |
