Revista Opinión

La paradoja del 23 F

Publicado el 23 febrero 2013 por Cspeinado @CSPeinado

El Rey, en su discurso a la nación la madrugada del 24 de febrero de 1981.

Foto de Internet. Españoles... preparaos...

Tal día cómo hoy, hace ya unos treinta y dos años, en la casa de putas más grandes del país, entró un chusquero arma en malo porque no le gustaba el servicio que ofrecían. El caso es que aquel chusquero, que iba acompañado de otros cuantos adláteres, reivindicaba volver a la anterior gestión del local, tras varios años en que en mitad de aqul lúpanar no sólo no se resolvía nada, cuan jaula de grillos sino que, además, lo poco medianamente potable, empezaba su lento, inexorable e inevitable camino hacía la podredumbre total. Al final, el jefe del Burdel, uno que salía por la tele, dejó claro que no pensaba volver a la anterior gestión del negocio, que la Cas de Putas de la Carrera de San Jerónimo sería la mejor y más conocida del mundo y que además sería la más especial y rentable, ya que se dedicaría a dar por el cacas a cuarenta y cinco millones de clientes y además serían éstos los que pagaran la cuenta. Dicho en plata, seguiríamos siendo las putas y además, pagando las camas.
Libertad sin Ira.
Eran tiempos de incertidumbre, tiempos en que algo llamado Democracia había llegado a las vidas de todos los españoles. Cómo éramos tan sumamente tontos cómo podemos serlos ahora, pensábamos que la Democracia era algo que nos traía la libertad, el progreso, el bienestar social. Aquel Veintitrés de Febrero, alguien orquestó un golpe de mano que no nos iba a dar nada de eso, pues ya lo traíamos de veinte años atrás. Alguién se inventó un golpe de Estado y verdaderamente lo dió, con un efecto de treinta y pico años dándonos de bruces con la realidad muchos, muchos años despúes, justamente en la actualidad. Por que no hubo nada de lo que nos prometieron, las inversiones se fueron a las cuentas de los politicastros, los nazimbéciles fueron ocupando cuotas de poder y nuestra querida Gran Casa de Putas, esa en la que debería brillar la voluntad popular, sigue siendo una cueva de ladrones de la misma calaña que ocuparan, en sus tiempos, Cánovas y Sagasta. 
Eran tiempos de libertad fatua, donde nos vendían la democracia cómo la Panacea a todos los problemas de los españoles ocultándonos que sería la gran perdición de los de abajo, convertidos ex-profeso en paganinis de las grandes veleidades de los de arriba, de la Casta politicástrica dominante que se avenía a brindarnos un país moderno basado en el incumplimiento tácito de las promesas electorales, la plena entrega al mamadurrismo, el colocar de manera escandalosa miles de enchufados de todos los partiduchos perteneciente al arco representado en el Gran Burdel de San Jerónimo y en una vida miserable para todos los demás. Sólo hay que darse una vuelta por nuestro gran país, ese que cada día anda más fragmentado para darnos cuenta de que, amén de infraestructuras obsoletas o inútiles, todas las grandes obras, sanitarias, hidráulicas, educativas, las hico el Cara Garbanzo que hoy, Dios mediante, se debe de seguir partiendo el culo en nuestra jeta desde su Eterna, digo bien, Eterna, porque de allí no lo van a sacar, tumba del The Fallen Valley.
Golpes de Efecto.
Tejero sólo fue un mindundi que, en manos de otros dos mindundis mucho más altos en el escalafón, Del Bosch y Armada, le hicieron juego al gran Elefante Blanco. Un elefente investido de mucho más poder que ambos podrían ostentar jamás y con la facultad de cambiar las normas a las primeras de cambio volcando la situación a su favor y desencadenando las culpas sobre los mindundis. Sería muy tonto pensar, hoy en día, viendo los casos de corrupción, el destrozo nacional, el crecimiento nazimbécil sin que nadie mueva un dedo, que no seguimos en el efecto de la onda de choque de aquel falso Golpe de Estado del Veintitrés de Febrero de mil novecientos ochenta y uno. Es curioso que nuestro actual escudo venga de aquel año cómo es curioso que la lealtad de unos hombres que sabían más de lo que decían, del Bosch y Armada, se llevaran a la tumba una lealtad, que no era precisamente al Caudillo, a la tumba.
Hubo un golpe de Estado, efectivo, silencioso y consumado y llegó en forma de régimen palarmentario. Un Régimen que habría surgido de la Constitución que más ha perdurado en la Historia de España y que más daña ha hecho a la misma si soslayamos el daño causado por la Pepa cómo antesala de la pérdida de todas las posesiones ultramarinas continentales. Conseguimos un sistema en declive, en el que se buscó la mayor perdurabilidad e intervencionismo público, algo así cómo la Unión Soviética que recordemos cómo acabo. Se criminalizó al emprendedor, al empresario, a lo privado y se enalteció un sistema público insostenible, con varios millones de funcionarios y enchufados, una sanidad pública sobresaturada en base a la universalidad de la misma que pagamos sólo los contribuyentes españoles, un sistema adoctrinativo que sustituyó a la educación y la consecuente propaganda en los medios en manos de la telebasura.
El Veintitrés de Febrero.
Aquel día del ochenta y uno España perdía toda seña de identidad, orgullo, firmeza y potencialidad que hubiera ostentado en el marco internacional los cuatro siglos anteriores. Una de las más antiguas naciones de Europa se venía literalmente abajo por el mensaje falaz del causante de toda nuestra ruina. Comenzaba el desbroce autonómico, la cuenta atrás para que el Hemiciclo se poblara de enemigos de España, para que la población fuera lobotomizada, estupidizada y obligada a callar ante los desmanes de la Casta totalmente improductiva que gobernaría desde entonces y con las simpáticas y ruines consecuencias que hoy conocesmos, la desamortización espiritual, social y económica de España. Hoy tenemos lo que nos merecemos, y lo que nos merecemos es seguir en caída libre unos cuantos años más, hasta que comprendamos que hay que cambiarlo todo, sin ambages y que el Veintitrés de Febrero sólo fue la función paradójica en la que España pasaba de una Dictadura a otra de consecuencias todavía peores. Bienvenidos al principio del Fin.


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