Revista Deportes
El sector duro de la Maestranza. Maurice Berho
Sevilla. Plazas de toros de la Maestranza. Feria de Abril. Decimosexta de feria. Toros de Torrestrella, un sobrero, quinto bis, de Toros de la Plata. El Cordobés, Rivera Ordoñez y El Fandi.
No se ha conocido punto más bajo en una ganadería: que coloquen tus toros encartelados con un chufla, un famoso y un esquiador, el día en que los tendidos se llenan de marujas sedientas del famoso y famosos hambrientos de marujas que le den gloria. Como la riverista Duquesa de Alba, que podría estar perfectamente afiliada en ambas categorías. Habla por sí solo, y deja a la altura del betún, que tu mejor mamífero vertebrado rumiante, a toro no llegaba, se llame Cabrito y le toque en suerte al Cordobés. Son señales bíblicas que le están indicando el camino, miguita a miguita de pán, hasta el matadero. En esta vida hay cosas que no tienen arreglo y una de ellas es la tauromaquia. Salió un sobrero de Sobreros de la Plata, con tipo diferente al de Ponce y comportamiento mular parecido. Menuda ganadería, con lo mala que es seguro que no tardan en anunciarla en Las Ventas.
El Cordobés, la máxima figura del agro-toreo, es un personaje que, junto a otros, los hay hasta que cortan orejas en Madrid, ponen en evidencia a todos aquellos que defienden la categoría de un torero por el número de plazas que llena. Las Ventas, con sus 23978 localidades, se ha visto inundada por los miles de fans de Miguel Bosé o los miles de aficionados al zumo de cebada que asistieron a la Feria de la Cerveza, que es la feria más seria que organiza Taurodelta. Y ni a Miguel Bosé ni a ilustres beodos como Ernesto de Hannover o Enrique San Francisco los consideramos figuras del toreo.
A Francisco Rivera Ordoñez, ¡cómo se puede torear tan mal con esos lustrosos apellidos!, se le mueren los toros de aburrimiento. Eso sí que es una tortura, y no una cuarta de puya metida en el lomo. Cuando lo mejor que le dicen a un torero después de quince años de alternativa es `guapo´es como para echarse a temblar. Lagarto, lagarto. Cómo si el toreo fuera una cosa cuantitativa y no cualitativa, va añandiendo suertes en ese gran capazo que es el fondo de su sabiduría. Además de banderillero realiza faenas de pastor. O de perro pastor. Lo de intentar meter al corral el borrego que le echaron para atrás es faena digna de cualquier perro ovejero alemán. Será cosa de que los alemanes son más fiables, el caso es que Pachi Rivera no pudo meterlo en chiqueros y tuvo que salir, con parsimonia y tranquilidad, el cabestrero con su tropa. Con ese sobrero, propiedad del millonario Pedro Trapote, pasó un quinario para matarlo. Toda una parádoja: matar a un muerto. Y casi se lo deja vivo. Otro de los misterios del toreo. Pues ni así. El único toro que deja estar tranquilo al torero medallista es el toro estofado.
Fandila, ¿será porque se parece a Atila?, que así es como lo llaman algunos taurinos, esos que lo ensalzan hasta límites sospechosos e insospechados, ha vuelto a mostrar el amplio catálogo de trampas del que hace gala. A las ya consabidas cabriolas, chicotazos capoteros varios y a la picaresca sonrisa con la que termina haciéndose el amo del ruedo y del palco (no se puede pedir un cambio de tercio en la primera vara, cómo tampoco se pueden poner las banderillas que a uno le venga en gana) hay que sumar sus dificultades para ponerse mono con un toro diferente. Cualquier cosa que no embista en la muleta con la docilidad y nobleza habituales en las tardes del granadino, termina poniéndolo en evidencia. Me da la risa floja cuando lo escucho quejarse, con total descaro e ignominia, del cabeceo del toro. Pero Fandila, ¿con que quieres que peguen las cornadas, con el bálano? Los toros cabecean porque antiguamente tenían cuernos en la cabeza, y de ahí esa fea costumbre.
Sevilla. Plazas de toros de la Maestranza. Feria de Abril. Decimosexta de feria. Toros de Torrestrella, un sobrero, quinto bis, de Toros de la Plata. El Cordobés, Rivera Ordoñez y El Fandi.
No se ha conocido punto más bajo en una ganadería: que coloquen tus toros encartelados con un chufla, un famoso y un esquiador, el día en que los tendidos se llenan de marujas sedientas del famoso y famosos hambrientos de marujas que le den gloria. Como la riverista Duquesa de Alba, que podría estar perfectamente afiliada en ambas categorías. Habla por sí solo, y deja a la altura del betún, que tu mejor mamífero vertebrado rumiante, a toro no llegaba, se llame Cabrito y le toque en suerte al Cordobés. Son señales bíblicas que le están indicando el camino, miguita a miguita de pán, hasta el matadero. En esta vida hay cosas que no tienen arreglo y una de ellas es la tauromaquia. Salió un sobrero de Sobreros de la Plata, con tipo diferente al de Ponce y comportamiento mular parecido. Menuda ganadería, con lo mala que es seguro que no tardan en anunciarla en Las Ventas.
El Cordobés, la máxima figura del agro-toreo, es un personaje que, junto a otros, los hay hasta que cortan orejas en Madrid, ponen en evidencia a todos aquellos que defienden la categoría de un torero por el número de plazas que llena. Las Ventas, con sus 23978 localidades, se ha visto inundada por los miles de fans de Miguel Bosé o los miles de aficionados al zumo de cebada que asistieron a la Feria de la Cerveza, que es la feria más seria que organiza Taurodelta. Y ni a Miguel Bosé ni a ilustres beodos como Ernesto de Hannover o Enrique San Francisco los consideramos figuras del toreo.
A Francisco Rivera Ordoñez, ¡cómo se puede torear tan mal con esos lustrosos apellidos!, se le mueren los toros de aburrimiento. Eso sí que es una tortura, y no una cuarta de puya metida en el lomo. Cuando lo mejor que le dicen a un torero después de quince años de alternativa es `guapo´es como para echarse a temblar. Lagarto, lagarto. Cómo si el toreo fuera una cosa cuantitativa y no cualitativa, va añandiendo suertes en ese gran capazo que es el fondo de su sabiduría. Además de banderillero realiza faenas de pastor. O de perro pastor. Lo de intentar meter al corral el borrego que le echaron para atrás es faena digna de cualquier perro ovejero alemán. Será cosa de que los alemanes son más fiables, el caso es que Pachi Rivera no pudo meterlo en chiqueros y tuvo que salir, con parsimonia y tranquilidad, el cabestrero con su tropa. Con ese sobrero, propiedad del millonario Pedro Trapote, pasó un quinario para matarlo. Toda una parádoja: matar a un muerto. Y casi se lo deja vivo. Otro de los misterios del toreo. Pues ni así. El único toro que deja estar tranquilo al torero medallista es el toro estofado.
Fandila, ¿será porque se parece a Atila?, que así es como lo llaman algunos taurinos, esos que lo ensalzan hasta límites sospechosos e insospechados, ha vuelto a mostrar el amplio catálogo de trampas del que hace gala. A las ya consabidas cabriolas, chicotazos capoteros varios y a la picaresca sonrisa con la que termina haciéndose el amo del ruedo y del palco (no se puede pedir un cambio de tercio en la primera vara, cómo tampoco se pueden poner las banderillas que a uno le venga en gana) hay que sumar sus dificultades para ponerse mono con un toro diferente. Cualquier cosa que no embista en la muleta con la docilidad y nobleza habituales en las tardes del granadino, termina poniéndolo en evidencia. Me da la risa floja cuando lo escucho quejarse, con total descaro e ignominia, del cabeceo del toro. Pero Fandila, ¿con que quieres que peguen las cornadas, con el bálano? Los toros cabecean porque antiguamente tenían cuernos en la cabeza, y de ahí esa fea costumbre.