La redacción de La Patria es iluminada y cálida ,aprovechando su arquitectura de planta trilladora de café.
Sobre la carrera 20 con calle 46, una de las centenares de pendientes que desafían la malla vial del barrio Sáenz en Manizales se erige un edificio construido para un sueño diferente del que hoy lo habita: Una planta trilladora de café, ubicada estratégicamente cerca de la estación del ferrocarril. Seguramente con la crisis del sector, el edificio entró a considerar su muerte, pero fue rescatado por otro oficio igual de sacrificado en este país y que cuando se hace bien, también deja tierra en las uñas: El periodismo.
En esa vieja trilladora de café hoy se erige un viejo periódico que se resiste a claudicar: La Patria. Fundado en 1921 como casi todos los de su época para favorecer a los intereses de alguna de las orillas del bipartidismo, el diario de Manizales se fue consolidando en su casa, estimulando con orgullo el arraigo montañero, pero no por ello dejando de ver más allá de sus límites.
Y esa creo que es la gracia de La Patria. Aunque sus páginas huelen a café, el diario tiene la capacidad de experimentar con las nuevas tendencias de las formas de producción periodística en el mundo. Eso, en otras palabras, es que aprendieron a hacer periodismo local con instrumentos de clase mundial; experimentan como muchos de nosotros los periodistas, con los nuevos juguetes tecnológicos, pero no se quedan solamente en eso. Es importante aprender a hacer periodismo con drones que sobrevuelan la ciudad, pero más relevante es aprender que los problemas de la gente necesitan muchos ángulos diferentes para abordarlos. Las tecnologías de la información son ventanas al mundo, no son el mundo mismo.
En La Patria se forman alguno de los próximos mejores periodistas de Colombia.
Los años noventa trajeron al diario la adrenalina de la verdad sin prevención. Orlando Sierra Hernández, que había entrado a colaborar en 1985, se convierte en su jefe de redacción en 1990 y a través de su columna ‘Punto de Encuentro’ se va con su pluma afilada contra la guerrilla, contra los paramilitares y contra la corrupción local que llevaba décadas enquistada en sus salones de marfil y terciopelo. Pero decir la verdad, que es la esencia del periodismo, en un país como este es un suicidio. Sierra la dijo, Sierra la sufrió.
Luego de esas duras batallas, Orlando Sierra Hernández, el admirado subdirector de La Patria, fue asesinado en 2002. Su concepción del oficio hizo temblar a los colegas y compañeros mientras estaba vivo; al ser abatido por la villanía, las columnas del periodismo se hicieron más fuertes y como robles se metieron en el ADN de sus sucesores que sintieron que no podían estar por debajo de esa inspiración. Jóvenes periodistas a quienes he tenido el privilegio de conocer como Ricardo Gutiérrez y Fernando Ramírez, entre muchísimos otros, recogieron esas banderas e hicieron de La Patria, su ‘patria chica’, su fortín para seguir lanzando verdades por incómodas que estas fueran.
Hoy, Nicolás Restrepo, descendiente de la estirpe de los Restrepo que compraron el diario en los años 40, adelante un proceso de modernización que tiene al diario a la vanguardia de las formas de hacer periodismo, sin complejos. En so ha sido clave la mano maestra de Fernando Alonso Ramírez, hoy Editor de Noticias que en la práctica es una Jefatura de redacción llevada con el viejo estilo del estrés del cierre (porque la imprenta tiene que hacer su oficio con puntualidad inglesa), pero con el acierto de reflexionar permanentemente sobre el oficio.
Las mañanas de los jueves, muy temprano, los periodistas de la redacción de Q’hubo y de La Patria toman en la Sala Orlando Sierra, una silla y un tinto bien cargado para discutir temas del oficio, con casos propios o de otros colegas. Esa buena práctica se ha olvidado en muchos medios a los que he visitado. En estos tiempos es tan fundamental la importancia como la urgencia, pero la mayoría ha preferido la urgencia. Cuando un medio levanta el pie del acelerador para hacer una pausa sistemática y reflexionar estoy seguro que vuelve a hundir el pie con más vigor.
La redacción de La Patria es sencilla, pequeña, pero diseñada para ser funcional. Hoy en el segundo piso, el equipo de redacción digital está en medio de la redacción ‘de papel’ y los periodistas de QHubo y de La Patria producen textos para una bolsa de contenidos que los editores de cada medio toman y adaptan con la personalidad de sus respectivas audiencias. Su gran mérito es funcionar como un laboratorio de experimentación periodística. Tan buenos y atractivos han sido los experimentos que una de las grandes dificultades de La Patria es poder retener a sus críos. Los editores y jefes de redacción de los grandes medios nacionales siempre están como águilas sobre los jóvenes talentos que emergen de la redacción de Manizales. Es la curva de la vida, nada que hacer.
Hoy quise celebrar el Día del Periodista evocando los recuerdos de una visita de la semana pasada en casa de estos colegas. Es posible que me deje llevar por el afecto, pero honestamente creo que aquí, en El País, de Cali; y en El Colombiano, de Medellín se trabaja con intensidad para experimentar y para pensar el oficio que tiene que seguir virando más al servicio que al servilismo.
Felicitaciones a todos los colegas que hacen en grande su trabajo porque así hacen grande a su oficio. Como escribía hace unas horas en mi cuenta @Solano en Twitter, el oficio del #periodismo no necesita más lentejuelas y noches de gala para celebrarse; necesita más reflexiones sobre cómo trabajamos de overol. ¡Feliz día!
Recuerdo de mi visita al diario con la compañía del maestro Fernando Ramírez.