Revista Cultura y Ocio
A lo largo de una serie de artículos, publicados en este blog los últimos meses, hemos visto como la cultura caballeresca se inició en Europa como una construcción cultural fomentada por la Iglesia católica para, de esta manera, controlar a las élites militares en sus impulsos belicistas. Sin embargo, una vez originado este fenómeno, cobró rápidamente fuerza, con formas de expresión propias (los torneos son claro ejemplo de ello) y vinculaciones con elementos culturales y sociales que, sin pertenecer propiamente al ámbito de la caballería, pronto quedaron ligados a ella (el amor cortés es uno de estos elementos).
Pero con anterioridad al triunfo de esta aparente solución a la violencia aristocrática, triunfo que nunca fue total tal y como reflejan las continuas razzias y saqueos en toda Europa; la Iglesia utilizó numerosos medios para reducir los conflictos, entre los que cabe destacar la Paz de Dios y la tregua de Dios.
Para entender la situación que fomentó la aparición de estas instituciones hemos de situarnos a finales del siglo X. La paulatina desaparición de la autoridad real había dado pie a que la aristocracia campara a sus anchas y actuara de forma arbitraria. Los saqueos y golpes de mano por parte de grupos armados no eran extraños e, incluso, se producían ataques a algunos monasterios. Ante la inexistencia de una autoridad general que pudiera restablecer el orden la Iglesia, cuyos intereses se veían lesionados por estas prácticas, decidió intervenir activamente.
La idea de la Paz de Dios era sencilla: se trataba de atraer al orden a la aristocracia guerrera, obligándola a respetar a los otros dos estamentos (eclesiásticos y productores). Aquellos que no respetaran estas disposiciones serían castigados con penas de tipo espiritual, que podían llegar, incluso, a la excomunión. Sin embargo, desde un principio dichas normas fueron frecuentemente pasadas por alto, lo que llevaría a la Iglesia a tomar medidas mucho más duras para llamar a estas “ovejas descarriadas" al orden. En este contexto se puede entender las imágenes de ciertos obispos al frente de pequeños ejércitos que atacaban a aquellos que no respetaban la Paz y la Tregua de Dios bajo el grito de “¡Guerra a la guerra!”
Pero para entender bien como se llegó a esta situación hay que retrotraerse un poco y fijar nuestros ojos en los inicios de este fenómeno. Y para ello tendremos que fijarnos sobre todo en el sur de Francia y en Cataluña, cuna de uno de los procesos más interesantes y sorprendentes de la Edad Media...Mucho más en... http://selvadelolvido.blogspot.com/