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La penumbra que hemos atravesado - Lalla Romano

Publicado el 17 junio 2019 por Rusta @RustaDevoradora

La penumbra que hemos atravesado - Lalla RomanoEdición: Periférica, 2019 (trad. Natalia Zarco)Páginas: 288ISBN: 9788416291861Precio: 19,00 €
Una mujer de mediana edad regresa a su tierra natal, una localidad del Piamonte. La mujer se llama Lalla Romano (Demonte, 1906 – Milán, 2001); es una intelectual, pintora, profesora, escritora; pero en este libro nada de eso importa, porque el interés se halla en el pasado, en su niñez y en un tiempo más recóndito aún, cuando sus padres fueron jóvenes. Esta mujer pasea por las calles del pueblo, se reencuentra con algunos vecinos, entra en la vieja casa que habitó junto a su familia. Han cambiado tantas cosas, y sin embargo para ella este lugar permanece intacto, como congelado en su recuerdo. La penumbra que hemos atravesado (1964), inédita hasta ahora en castellano, es una muestra de la narrativa singular de la autora, a caballo entre la novela y el libro de memorias, profundamente intimista, en la estela del Léxico familiar (1963) de Natalia Ginzburg y de la obra de Cesare Pavese. Ellos, a propósito, fueron sus «padrinos» literarios: recomendaron la publicación de su primera novela, en 1953; si bien el reconocimiento del gran público no le llegó hasta este título, su cuarta novela. Con la siguiente, Suaves caen las palabras (1969; Libros del Asteroide, 2005), en la que aborda la relación con su hijo a lo largo de las décadas, ganó el prestigioso Premio Strega.Romano, de familia burguesa, rememora las costumbres de principios del siglo XX en uno de esos pueblos donde todos se conocen. En la primera parte, esboza un retrato de interiores, examina su naturaleza de niña tímida, huidiza, con dificultades para relacionarse. El hecho de crecer en un entorno proclive a la comunicación, en una sociedad acogedora, cálida, chocaba con este carácter huraño; unos miedos que describe a la perfección en estas páginas. Narra asimismo su descubrimiento de la montaña, las flores, su particular sentido de la belleza. En la casa, el padre aparece como el pilar, un hombre respetado por los vecinos, que desde la mirada infantil de Romano alcanza una categoría aún más elevada. La madre, por su lado, emerge como una mujer elegante que evita los espacios llenos de gente; un temperamento firme, seguro, que solo se abrió en sus últimos días. Está también la criada, Ciota, que llevaba de la mano a la niña mientras le enseñaba a moverse por el mundo. Y, por supuesto, la hermanita: algunos de los recuerdos más vívidos refieren el momento en el que la narradora dejó de ser hija única, los celos, la rabia, la conciencia de poseer sentimientos turbios («Fue con la llegada de la hermanita cuando descubrí que yo podía ser malvada», p. 31).En la segunda parte, explora los alrededores del hogar, como si se situara a sí misma (la Lalla niña) ante el microcosmos que constituyó su infancia. Los recuerdos del colegio, las maestras, la omnipresencia de la religión en la educación de las muchachas. El capítulo dedicado a los pequeños comercios: de pequeña sintió curiosidad por los diferentes oficios, unos hallazgos que se relacionan con la toma de conciencia de la posición que ocupaba su familia (y el padre en concreto) en la comunidad. No faltan tampoco los vecinos peculiares, los discapacitados, los raros, que observaba con atención. O los ratos de ocio, los juegos, los veranos. Si en la primera parte escarba en sí misma y sus allegados, las luces y (sobre todo) las zonas de sombra de lo doméstico, en esta segunda sale al exterior y pone las cosas en perspectiva, las dota de contexto. De algún modo, ambas partes conforman el proceso de construcción de identidad de la protagonista, se complementan: por un lado, el hogar, los padres, la hermanita; por otro, la escuela, la iglesia, el mercado, las amigas. Ella es el nexo que los une; y, aunque en estas memorias parece mirar más a los otros que a sí misma, es de su subjetividad que se hilvana el relato, es de las imágenes de su memoria que trenza una historia.

La penumbra que hemos atravesado - Lalla Romano

Lalla Romano

La autora logra el equilibrio entre evocación, meditación y búsqueda personal, sin caer en la autocomplacencia. En su punto de vista, el de una escritora que ha cumplido ya los cincuenta, se percibe la sabiduría de la edad, en forma de contención, pulcritud, sosiego, una narración sin prisa, sugerente, que invita a disfrutar de la lectura con calma. Este libro es un regalo para el lector que quiera asomarse a las costumbres de antaño, por la fuerza que reviste su memoria, sus imágenes del Piamonte. Uno tiene la tentación de definir el libro como «honesto» –uno de esos calificativos incómodos para la crítica literaria–, no porque sea fiel a la realidad (poco importa, en cualquier caso: la memoria resulta de la conjunción entre lo que ocurrió y la fotografía única que cada uno ha fijado de ello en la mente), sino por la «veracidad» (otra palabra incómoda, y sin embargo en ella se condensa todo) que se desprende de la voz de Lalla Romano, de la serenidad de estas remembranzas, la perspicacia psicológica al reflexionar sobre la timidez y la interacción social, sobre el poso que cada personaje dejó en ella. Es una lástima que se haya tardado tanto en traducir esta obra al castellano, pero quedémonos con el lado positivo: al menos podemos disfrutarla ahora.

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