Revista Cultura y Ocio

"La pertenencia" de Gema Nieto

Publicado el 20 mayo 2016 por Juancarlos53

He llegado hasta esta obra de Gema Nietoempujado por un comentario que Paula dejó en la entrada que dediqué hará cosa de dos meses a la novela "El comensal" de Gabriela Ybarra [leer reseña aquí]. En ese comentario, Paula me recomendaba vivamente "La pertenencia", novela que, decía, trataba el mismo asunto -la pérdida, el duelo, la pena- pero infinitamente mejor tratado. Y aquí estoy, Paula, contento de haber seguido tu recomendación.
En "La pertenencia", Gema Nieto repasa, hace 'recuento' -dice ella- de lo acaecido durante los últimos 20 años de su vida. En el momento de escritura la autora tiene casi 34 años y su relato lo inicia con la ruptura -mejor habría que decir 'primera quiebra'-  de la crisálida adolescente en la que vivía confortablemente acomodada.
Autores noveles, Novela de no-ficción, el duelo, Gema Nieto
 La muerte temprana de su madre es la causante del derrumbamiento de una senda vital hasta ese momento jamás puesta en cuestión. El suceso anterior deja al descubierto los soportes en los que se apoya esta chica tras el shock sufrido por la inesperada orfandad sobrevenida: En primer lugar, los  familiares: la Casa donde vive con su padre, peligrosamente atraído por la ludopatía y el alcohol; su tío, visto siempre como un ser solitario y "raro"; la abuela, tradicional, distante y autoritaria. Luego estaría el Colegio en el que la adolescente centra su vida y la soporta entre otras cosas merced a la atracción que siente por ciertas materias y por una profesora a la que nunca alcanzará pero que le sirve como primer oráculo revelador de su identidad. Por ultimo, la escritura, que le ha acompañado desde su primera niñez como resultado de una portentosa imaginación que en su adolescencia va 'in crescendo' gracias a las muchas lecturas que compondrán su solitaria existencia.
De los soportes citados anteriormente el primero, el de la Casa familiar, como es ley de vida,  se agostará con cierta rapidez. Afortunadamente su entrada en la Universidad, le confirmará lo anticipado por ese primer oráculo de su adolescencia, aunque, la zozobra propia de quien aún no pisa la seguridad de la tierra firme y navega por ese mar con temor, unida al apoyo que recibe de un segundo núcleo familiar, el de sus tios y primos, más abierto y consentidor que el primero, hará que su periplo vital prosiga con cierta normalidad. Una normalidad propia de la juventud que se nutre de encuentros personales muy intensos, de fines de semana en locales de ambiente entre alcohol y sustancias buscando encuentros ocasionales que den salida a la carga hormonal de la edad, pasando por viajes (París, sobre todo París) a ciudades del extranjero donde irá creciendo esta joven que no consigue dejar -yo creo que en el fondo tampoco lo desea- totalmente atrás el duelo, la pena, esa sensación de pérdida inconsolable que la acompaña desde sus trece años y que no cede a pesar del haber pasado ya 8, 10, 12...
Luego ya vendrá un aparente periodo de estabilidad simbolizado en la entrada en el mundo laboral de las editoriales, un trabajo bueno e interesante en el que progresa rapidamentre pero que sin embargo a ella íntimamente no le satisface del todo porque percibe que todo él está anegado de hipocresía, de falta de preparación intelectual, de una estúpida y estéril satisfacción de los compañeros, etc.
pertenenciaPoco a poco tras muchos vaivenes personales, -aunque guiada por la fuerte y clara luz que es la literatura, en sus vertientes de lectora y escritora, sólo dejada a un lado en los momentos personales más convulsos por los que pase-, llegará hasta ella la tranquilidad, la aceptación de sí misma, el reconocimiento y asentamiento en su Itaca personal, la superación del período de sombras merced a sus nuevos sólidos amarres emocionales... En definitiva, el sentimiento de la pertenencia a algo seguro, solido, que es de lo que trata esta novela.
Una novela escrita con clara voluntad de estilo, que bebe mucho mucho en William Faulkner a quien rinde prueba de reconocimiento en una de las citas marco de la obra con esa frase  tomada de "Mientras agonizo" [leer reseña aquí] en la que Benjy, el hijo autista y retrasado mental de los Compson -la familia que protagoniza la novela-, habla de su madre como de un pez ("mi madre no es un pez") que se le escapa a pesar de querer tenerlo bien asido. La manera faulkneriana de presentar los sucesos a través de monólogos interiores de los distintos personajes familiares en alternancia desordenada la utiliza Gema Nieto durante la primera parte del relato, reduciendo luego los interlocutores a uno solo -ella- a partir de la desaparición del núcleo familiar y la entrada del personaje en la edad adulta. También Góngora es citado al final del relato al entender quizás la novelista que su estilo puede que en algunos momentos caiga en un excesivo oscurantismo:
"Contra las incautas treguas se abrirá pasó irremediable tu derecho a guardar silencio y el gongorino: 'honra me causa hacerme oscuro a los ignorantes'". 
En mi opinión Gema peca de prevención al ponerse la venda antes de la herida. Es verdad que a veces la introspección, el fluir de conciencia, el abundantísimo monólogo interior, las metáforas con términos imaginarios tomados del mundo literario, algunas enumeraciones, etc. pueden requerir de cierta atención interpretativa, pero la poesía presente y subyacente en muchas de ellas, por no decir en casi todas, hacen -hablo de mí, naturalmente- al lector disfrutar en grado sumo con esta hermosa autoconfesión.
Conclusión¿Mejor o peor que "El comensal" o que otras obras que tratan del duelo, de la pena, del sentimiento de pérdida? No creo, Paula, que haya que establecer comparaciones entre unas y otras pues en definitiva estamos ante obras distintas en las que cada autor enfoca el relato a partir del hecho luctuoso en una u otra dirección. En el caso de Ybarra la muerte de la madre la lleva a evocar la de su abuelo y a resituarse ella misma dentro de la sociedad vasca de Neguri a la que pertenece por origen familiar; en este de Nieto, la muerte de la madre y más tarde de otros miembros del núcleo familiar, la lleva a reencontrarse personalmente, y percibir que sólo el Amor es capaz de superar el dolor de las pérdidas. En la página de las dedicatorias lo explicita claramente cuando dice textualmente: "A la que fue mi familia hace más de veinte años. A quien es mi familia hoy: Sofía". 

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