Revista Cultura y Ocio

La pesadilla de trabajar en casa

Publicado el 16 octubre 2012 por Fabianscabuzzo @fabianscabuzzo

Un 17 por ciento de los empleados de todo el mundo tiene la oficina en su casa. Y aunque suele considerarse una modalidad laboral “soñada”, el teletrabajo también produce falta de contacto con la realidad, procrastinación, estrés, ansiedad y exceso de tareas.

(Por Cecilia Martínez Ruppel, Newsweek Arg)  Fernando se levanta a las 9.00 de la mañana. El golpeteo de las gotas en el balcón le hace saber que llueve torrencialmente y al prender la televisión confirma que hay paro de subtes. Nada de eso le impedirá llegar al trabajo. Sin bañarse siquiera se pone su uniforme —un par de pantuflas— y en menos de un minuto está en su oficina: el ambiente que resta de ese departamento porteño en el que acaba de despertarse. Ahí pasará toda la jornada, sentado frente a la computadora. Despedirá a su novia, que se va a trabajar, verá por la cámara de seguridad a los vecinos que entran y salen del edificio y horas más tarde, sin haber pisado la calle y sin haber visto a nadie a lo largo del día, notará cómo oscurece. Es un teletrabajador, parado en el dudoso límite entre una modalidad de empleo soñada y una rutina que puede transformarse en pesadilla. Porque con el correr de las semanas y los meses, quienes realizan homeoffice (un 17 por ciento de los empleados de todo el mundo, según un estudio realizado en 24 países por Ipsos/Reuters) advierten sus aristas más espinosas.

Volvamos a Fernando (Martínez, 28 años, dibujante), quien trabaja en su casa desde hace seis años. Tiene el living comedor dividido en dos islas: una donde hace el trabajo digital y otra donde tiene el tablero de dibujo. “La computadora y después todo mezclado… la biblioteca y la heladera cerca, lo que es malo”, admite. La oficina en casa permite tener todo al alcance, incluyendo la dispersión. “Llega el momento en que el trabajo en solitario es contraproducente”, dice. “No recibís nunca una crítica, un comentario de lo que hacés; y está el aburrimiento, el tedio. Es cansador a veces, hay una desconexión con la realidad”. A eso se suman los inconvenientes para administrar el tiempo. No casualmente se puso de moda en los últimos años en las redes sociales el término “procrastinación”, cuyo significado indica la acción de postergar obligaciones para sustituirlas por actividades irrelevantes, pero más agradables. Es uno de los océanos profundos en el que se ahogan muchos teletrabajadores: Twitter, Facebook, los videojuegos online; las tentaciones son infinitas y cantan como sirenas para atraer a quienes intentan mantener una rutina, pero son débiles. Se deja para mañana lo que se puede hacer hoy y más tarde habrá que pagarlo. La posibilidad de decir a cualquier hora “Si quiero ver una película, la veo”, como cuenta Fernando, es un arma de doble filo. “Más tarde vas a tener que sacrificar tiempo. Si lo administraste mal y debés cumplir con un cliente, después lo vas a tener que pagar. Trabajando toda la noche, por ejemplo”.

“Más tarde vas a tener que sacrificar tiempo. Si lo administraste mal y debés cumplir con un cliente, después lo vas a tener que pagar. Trabajando toda la noche, por ejemplo”.

El aislamiento, la necesidad de encontrar el equilibrio entre el hacer y no hacer y el sedentarismo son los principales conflictos que mencionan los teletrabajadores. Como Javier Gómez ( 39 ), retocador de fotos para un sitio web, que trabaja en su casa desde hace siete años, reflexiona: “Me cortaron el roce con la sociedad, el viajar en bondi, caminar por la calle a la mañana, ir al mediodía a comer algo o tomar un café”. Ahora su realidad es otra y la confiesa con una imagen muy gráfica: “Estoy todo el día en calzoncillos si hace calor y en invierno me envuelvo en una frazada; parezco una larva”.


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