Atiq Rahimi es un creador original: sus novelas parecen pensadas para el cine y cuando él mismo se encarga de dirigirlas (ya lo hizo hace 10 años con su primera publicación, Terre et cendres) parecen destinadas a la intimidad de una solitaria y sosegada lectura.Con La piedra de la paciencia la magia ha vuelto a operar. En 2008 su novela conquistó el galardón literario más importante francés, el Goncourt, y su adaptación al cine se ha visto respaldada tanto por la crítica como por el público, combinando en un perfecto equilibrio, el interés cinematográfico, una triste actualidad y una intensa dramaturgia: la situación de las mujeres en países en estado de guerra.No es de extrañar tal éxito, pues la historia se prestaba con intensidad, casi solicitaba a gritos, que se trasladase en imágenes a esta mujer condenada a cuidar de un marido en coma, que antes le había privado de toda libertad, y ante la imposibilidad de abandonarle ni vivo ni muerto. El novelista y director no ha dudado en solicitar el apoyo del todoterreno Jean-Claude Carrière, (entre mil obras es el autor que ayudó a Luis Buñuel redactar su autobiografía, Mi último suspiro), la sublime fotografía de Thierry Arbogast (habitual de Luc Besson) que envuelve a la protagonista en las tinieblas de una sociedad hipócrita, machista y violenta, un música inspirada de Max Richter o, por si fuera poco, la majestuosa y espectacular presencia de Golshifteh Farahani (que apreciamos, por ejemplo, en A propósito de Elly). La actriz pasará por diversas pruebas para conseguir, lo que continúa siendo hasta el presente en muchos países todavía una situación altamente explosiva y potencialmente peligrosa, la libertad. Sobre todo cuando hablamos de Oriente Medio y nos referimos al libre albedrío no sólo intelectual sino también sexual.El guión combina con destreza dos situaciones que añaden suspense a la trama. En su casa, indefensa, y en plena guerra los soldados del bando contrario o del país enemigo (al final da igual) son una amenaza para una mujer sola e indefensa. Por ello, cada día debe refugiarse algunas horas en la casa de su tía, de costumbres y profesión no acordes con sus costumbres. Otra amenaza todavía más peligrosa, si cabe, comprobar que existe otra manera de vivir. Pero la salvación, como en la vida, viene del lugar y de la persona que menos se espera.Syngué Sabour, dos palabras llenas de musicalidad, que en la tradición persa designan este objeto mágico al que podemos confesar nuestros más íntimos miedos, tristezas o desgracias. Un día nuestra piedra de paciencia acabará por llenarse y estallará, liberándonos de todos nuestros males. Una bella imagen para designar una difícil situación. La cuestión es saber si seremos nosotros (y la protagonista de esta maravillosa historia) o la piedra de paciencia la que estallará en primer lugar.