Revista Cultura y Ocio

La piel de Lautaro bajo los escombros de la Masonería actual

Por Layret @masoaprendiz

Os ofrecemos el último post dedicado a la Logia Lautaro. De paso queremos agradecer este trabajo a Mauricio Javier Campos y el habernos dado a conocer parte de la actividad y el pensamiento del H.·. Augusto Barcia en su exilio argentino. También agradecer la valentía y claridad de exposición del H.·. Campos respecto a su visión sobre la masonería en la actualidad.   
Introducción 
Leyendo este último texto de Augusto Barcia no puedo dejar de reflexionar sobre la actualidad de la Masonería, lo que produjo en el pasado, su utilidad hoy, el porvenir al que se enfrenta, sus desafíos, objetivos (o falta de ellos) y su dudosa capacidad de actuar como una entidad inserta en lo social (y no como un culto para propiciar la creencia en Dios, como sostuvo la Gran Logia de Inglaterra) en un presente de lo más árido para la Institución, pese a su diversidad y riqueza de enfoques, que no es sinónimo de calidad, evolución o adaptación a los tiempos, sino tal vez una acumulación y superposición de voces discordantes y poco fructíferas.
Si la Masonería actual desdeña los componentes crítico-sociales, si aquellos que la integran carecen de la capacidad de influir saludablemente y moldear el entorno, y pretende haber derivado apenas en una entidad de auto-ayuda espiritual (aferrándose a ideas arcaicas), simplemente ha fracasado, porque otras sectas, escuelas esotéricas y movimientos New Age suplen esa función. Ya ni siquiera integran sus filas los mejores hombres y mujeres de una sociedad porque existen espacios alternativos para el crecimiento personal y un abanico de nuevas posibilidades se abren para aquellos que emprenden a diario su búsqueda, y como sociedad de pensamiento ha sido superada académicamente. La exclusión clasista y de la diversidad, el prejuicio, la arbitrariedad y las grietas ideológicas la muestran desfasada aún en los ámbitos en los cuales cree tener injerencia, y los medios de comunicación y tecnologías actuales en los cuales se ha masificado su difusión revelan grietas y contradicciones insalvables, personalismo exacerbado y erosión de las estructuras. No es de extrañar la repulsa que causa en determinados sectores de la sociedad. Ni siquiera en otros aspectos de su faceta más oscura, como vulgar grupo de presión, de intereses creados de tipo corporativo o de poder, ha logrado prevalecer, imponiéndose en esta tarea instituciones más tradicionales como la Iglesia, más astuta, hábil y experimentada en el manejo de su imagen pública. La Masonería jamás fue monolítica, pero hoy se revela más fragmentada y dispersa que nunca, con excepciones en el habla hispana como el Espacio Masónico de España (EMdE), con Obediencias de sólida base intelectual y notable productividad o, a nivel Latinoamericano, algunas Potencias alineadas a la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS) con persistente ánimo de remozar a la institución.
Me quedo con este otro texto de Barcia, cuyo énfasis en el aspecto moral me parece acorde al espíritu ecuménico de la naciente Masonería moderna del siglo XVIII (al menos, en sus aspiraciones iniciales y un poco más allá de algunos desvaríos): 
"No se puede juzgar, con el criterio que hoy nos ha formado un siglo de vida y vigencia de los principios liberales, la razón de ser social, la necesidad política de la francmasonería en los años iniciales del siglo XIX. Nace como una protesta de las minorías selectas contra regímenes de privilegio pleno para unos, de perenne opresión para otros. San Martín había aprendido en Europa cómo la Orden, a pesar de los excesos y aberraciones a que la condujeron en ocasiones la pasión y la maldad, contribuyó al progreso de las ideas y de las instituciones democráticas en los pueblos. Supo también cómo allí, las minorías escogidas, los hombres de selección, siempre que quisieron ser fieles a las normas morales, a los grandes principios de la Institución, realizaron una magnífica obra".
Mauricio Javier Campos
Por Augusto Barcia *
"La ambición personal de Alvear llegó a transformar la Logia Lautaro en una verdadera camarilla de partido, peor aún, en una camarilla de políticos intrigantes, cayendo en tal desprestigio e inacción que en 1815 en realidad estaba disuelta, y de modo tan acentuado se extendió el descrédito de la Logia que ninguno de sus elementos, de autoridad y de prestigio, concurrían a trabajos ni daban cumplimiento a los más elementales deberes de fraternidad. Las obligaciones reglamentarias no solo se echaban en olvido sino que no había quien tomase la iniciativa de poner fin a situación tan anómala y lamentable".

San Martín

"San Martín, el más fervoroso y fiel cumplidor de los preceptos y mandamientos de la Orden, que en todo momento demostró, además, tener una fe sincera y profunda en las doctrinas y principios francmasónicos, en febrero de 1816, se dirigió a quien en Buenos Aires era a la sazón presidente de la Logia Matriz dándole noticia de la decisión que tenía de organizar una filial de la Logia en Mendoza".
"Conforme al Reglamento San Martín tenía plenas facultades para llevar a cabo la constitución del Taller. Por razón de su grado masónico, por el que ostentaba en el ejército y por estar desempeñando el cargo de gobernador de Cuyo érale permitido y perfectamente lícito constituir el nuevo hogar lautarino. Así lo hizo y pronto en la Logia de Mendoza se reunieron O’Higgins y Mackenna, todos los jefes del ejército chileno emigrados y los hombres civiles más destacados de la ciudad". 
"La Logia de Mendoza, a la par que almáciga de las mejores figuras de la masonería cuyana, San Martín la erigió en uno de sus mejores y más eficaces instrumentos para llevar a cabo los históricos y asombrosos "trabajos de zapa", que constituían la preparación psicológica y de táctica civil, para emprender y llevar a buen fin sus asombrosas campañas militares".
"Como lo refiere Mitre, "todos sus corresponsales miembros de la Logia, y así, llevando de frente una triple correspondencia reservada con los agentes de Chile, el gobierno y sus amigos íntimos, extendían por todas partes sus misteriosos ramales subterráneos". Relato fidedigno, que debe completarse con la advertencia de que estos trabajos, cuando eran muy delicados o exigían una reserva esencial, siempre los confiaba San Martín a los miembros de la Logia".
"De sus dolores y desengaños solo sabían los que reunían la doble condición de hermanos muy calificados y amigos muy íntimos, dando a sus confidencias el carácter de verdaderas confesiones. De la correspondencia entonces mantenida con sus amigos y hermanos Don Tomás Guido y Don Tomás Godoy Cruz, se conservan cartas, casi olvidadas, pero de gran valor para llegar a conocer como el espíritu de San Martín oscilaba, como un péndulo que va de la luz a la sombra y de la sombra a la luz, de la fe a la incredulidad, de la esperanza a la desesperación".
"En una carta -de 28 de enero de 1816- decíale San Martín a Guido: "Cuando la expedición a Chile se emprenda, ya será tarde. Estaba bien persuadido de que no se haría porque yo estaría a la cabeza. ¡Maldita sea mi estrella que no hace sino promover desconfianzas!"  Sabía muy bien San Martín que en torno a él se estaba creando una ruin sospecha, que llegaba hasta presentarlo como un agente secreto de los españoles".
"Después de hacer una relación detallada y elocuente de las inasistencias y olvidos que día tras día tenía que lamentar y padecer llegaba a decir: "Yo bien sabía que (mientras en el) ínterin estuviese al frente de estas tropas no solamente no se haría la expedición a Chile, sino que no sería auxiliado"."
"De tal modo este convencimiento trabajaba el ánimo de San Martín, llegando a veces hasta descorazonarlo, que en otra carta posterior, también escrita a Guido con fecha 14 de febrero de 1816, no vaciló en decirle: "San Martín será siempre un hombre sospechoso en su país"."
"Pese a estos gritos del alma, a estas voces doloridas que salían del corazón de un hombre, que llevaba en su mente creadora una idea genial y en su voluntad un propósito firme y decisivo de darle realidad, en su conciencia perduraba el gran afán, el ansia suprema que eran la razón de su existencia. Por eso entre palabras que unas veces parecían lamentaciones y otras tenían acentos de reproches, pero que en verdad eran indomables deseos de acción, le escribía al propio Guido -carta del 6 de abril de 1816-: "Chile necesita esfuerzos, y yo veo que las atenciones inmediatas hacen olvidar la ciudadela de América. Es admirable que desde que permanezco en esta no se me ha pedido un solo plan ofensivo o defensivo, sin que por incidencia se me haya dicho que medios son los más convenientes al objeto que se proponga. Esto será increíble en los fastos de todo gobierno y un comprobante de nuestro estado de ignorancia"."
"La pasividad del gobierno, por ignorancia o por indiferencia, no solo contrista y a veces abate a San Martín, sino que en ciertos instantes lo mueve a indignación, viendo que pasan los días, las semanas y los meses sin que nada decisivo se emprenda. Por eso en las cartas a Godoy Cruz -especialmente en aquella de 14 de mayo de 1816, tan importante y en cierto modo profética- le reitera su obsesionante temor: "Si prolongamos la guerra dos años más, no nos queda otro recurso que hacerla de montonera y esto sería hacérnosla a nosotros mismos. Aún restan recursos si los empleamos con acierto y resolución, y somos libres"."
"Sabe como los alvearistas (...) trabajan frenéticamente contra él y de qué modo en Buenos Aires un núcleo político, influido por los enemigos implacables de San Martín, los diputados de la capital, laboran sin cesar contra él, y le dice a Godoy Cruz: "Veo el odio cordial aunque me favorecen los diputados de Buenos Aires. La continuación hace maestros, así es que mi corazón se va encalleciendo a los tiros de la maledicencia. Para ser insensible a ella me he aferrado con la sabia máxima de Epíteto: Si se dice mal de ti y es verdad, corrígete, si son mentiras, ríete"."
"Pero estos son fugaces desahogos, más que lamentaciones, escritos en la intimidad y dirigidos a un gran amigo y hermano, al que a continuación le habla así: "Por lo que veo Chile no se toma en el año entrante, pues para ello se necesita trabajar en los aprestos todo el invierno y no noto que se dé principio. Puede demostrarse geométricamente, que si Chile existe en poder de los enemigos dos años más, no solamente hace la ruina de estas provincias sino que jamás se tomará. Por otra parte los esfuerzos que se hagan en el Perú, serán nulos, pues el enemigo será auxiliado con víveres y soldados ya formados, de los que cada invierno puedan desprenderse los de Chile de 2550 hombres, reemplazando esta baja con exceso y poniéndolos en estado de batirse para el verano siguiente, por la tranquilidad que disfrutan en el invierno. Lima con este apoyo será el azote de la libertad y se sostendrá, o por lo menos hará de Chile la ciudadela de la tiranía"."
San Martín con diafanidad completa, con claridad meridiana, verá y enjuiciará la situación -que para él era una verdad elemental, tanto como la de que "uno y uno son dos"- se encontraba con que sus propios confidentes Guido y Godoy Cruz no acababan de comprender y penetrar tan sencillísimas ideas. Según escribió Mitre: "Los dos confidentes, sea que no se hubieran penetrado aun de la eficacia del plan de San Martín o que pensaran como la generalidad que aún podrían tentarse nuevos esfuerzos por la frontera terrestre del norte, le proponían se hiciese cargo del mando del ejército del Alto Perú, elevado a una fuerza respetable".
"Fue entonces cuando San Martín díjole a Godoy Cruz en una carta del 12 de mayo de 1816, rechazando la propuesta que oficiosa y oficialmente le había sido insinuada, que se pusiese al frente de las fuerzas que habrían de invadir el Perú: No, de ningún modo. Carta esta que contiene aseveraciones como aquellas de que era indispensable formar un campo de instrucción y reorganizar las fuerzas; que Napoleón en persona no podría organizar un ejército que se hallase en lucha con el enemigo; que hasta ahora "no se ha conocido en los fastos de la historia, el que de reclutas se formen soldados en un ejército de operaciones"; "que el soldado se forma en los cuarteles o en los campos de instrucción"; "el ejército del Perú debe tomar la defensiva. El enemigo no pasará de Jujuy"."
"Aunque todas estas afirmaciones de San Martín, unas tenían verdadero carácter de axiomas y otras eran verdades evidentes, no nos interesan ahora tanto como aquella que puso como declaración final: "Es imposible que me encargue del ejército del Perú, porque perdería el fruto de las relaciones que tengo establecidas con Chile". Este irrevocable designio de llevar adelante la campaña de Chile, era expresión de un convencimiento también irrevocable e irreformable, que al tomar cuerpo y transformarse en realidad continental hace de América un mundo libertado y abre los nuevos caminos a la vida internacional".
"Entre desesperanzas y contrariedades, obstáculos y desasosiegos va la inquebrantable voluntad de San Martín construyendo el enorme instrumento de su plan continental. Así llegan los días históricos de Tucumán que culminan con el acto decisivo del 9 de Julio, declaratorio de la Independencia, donde la acción e influencia de San Martín, apoyando y siendo apoyado por los hermanos, influyó en la aprobación con fuerza invencible como había influido en la designación y nombramiento de Pueyrredón para el cargo de Director Supremo. La Logia iba a cobrar fuerza invencible y a orientar la marcha de los sucesos en las Provincias Unidas y en Chile, colaborando con el genial empeño de San Martín: trazarle el camino militar a la Independencia de los pueblos a través de los Andes y con el dominio del Pacífico. Era la revolución argentina americanizada".
"Recuérdese que en el acto de octubre de 1812, que derribó el gobierno de que formaba parte Puyrredón, San Martín había tenido una acusada intervención, como los demás jefes de las fuerzas de Buenos Aires, en aquel movimiento que se ha dado en llamar la Revolución de Octubre. Se temía por algunos que Pueyrredón, tan recientes los sucesos y con el amargor de la humillación en los labios, no estuviese dispuesto a tener a San Martín por colaborador y menos a facilitarle los medios para llevar a cabo su plan. Pronto demostró el Director Supremo que tenía un espíritu muy superior al de los que le suponían vengativo y mezquino. Pueyrredón era aquel gran patriota que combatió en las primeras líneas de la vanguardia en los días nerviosos de las invasiones inglesas; aquel denodado jefe (...) y un lautarino convencido y entusiasta, tanto como el propio San Martín".
"No solo se entendieron desde el primer momento, naciendo entre ellos una estimación recíproca, sino que aquella inteligencia se transformó en una fraternidad cordial, que produjo para los pueblos de Sud América los mejores y más sazonados frutos de su historia. Por la coincidencia de ideales, sentimientos y conductas entre San Martín y Puyrredón pudo rehacerse, perfeccionarse y fortalecer la Logia Lautaro, aquella fuerza insistituible que Mitre pintó en estos términos: "y allá en la sombra el resorte secreto de una asociación misteriosa, que hacía las veces de consejo áulico"."
"No solo de consejo áulicosino de instrumento ejecutivo compuesto por los hombres que proclaman la Independencia de las Provincias Unidas, Chile y Perú, consolidándola después en forma definitiva, y prepararon las grandes aspiraciones de todos los nuevos pueblos liberados, lo que San Martín llamó siempre "la causa de América"."
"La mayoría de los altos cargos ejecutivos, tanto civiles como militares, especialmente los de mayor confianza fueron entonces discernidos a los hermanos más probados y de más sólida reputación. Para ello, el propio Pueyrredón en Buenos Aires, como San Martín en Mendoza, se cuidan de imprimir gran actividad a las Logias nutriendo sus cuadros con las personalidades de mayor prestigio y de más probado celo patriótico. Así la Lautaro en Buenos Aires y Mendoza, como después en Santiago de Chile, se instituyó la más fervorosa colaboradora de San Martín".
"El sentimiento de lealtad llevado al máximo grado de fervor que caracterizó la obra de Pueyrredón, fue el que se impuso a todos los lautarianos, que en el lustro decisivo de 1816 a 1821 sirvieron con un entusiasmo, una fe y una decisión la causa de América, que les valió los triunfos perdurables de su política americanista, que no han sido rebasados ni mejorados en los días que vivimos de panamericanismo exaltado, al menos retóricamente. La Logia en Chile, como más tarde en el Perú, fue el sostén más firme de San Martín, y mientras se mantuvo con la unidad espiritual que originariamente daba vida a la estructura orgánica de esta creación política del Libertador, su obra fue fecunda y eficacísima".
"Una de las causas del exilio que se impuso voluntariamente San Martín hay que buscarla en el hecho de la división de la Logia y la desmoralización a que la llevaron las codicias y las intrigas que llegaron a dominarla en Lima, en Santiago y en Buenos Aires".
Referencias
* Revista masónica Verbum, Cuarta época, Año XVI, Nº 28, págs. 73-77, Buenos Aires, abril de 1950, Año del Libertador General San Martín. Archivos del Gran Oriente Federal Argentino G.O.F.A. y Archivo Masónico de Argentina (1935-2012).
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El extraño caso de la Logia Lautaro y el señor San Martín
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