Me gusta mirar el beso de la luz en la piel del árbol y tocar la rugosa corteza de una encina trazada por estrías centenarias, rozar con mis dedos la roja y húmeda desnudez de los troncos recién descorchados del alcornoque.
Muchas veces he recorrido con la yema de mis dedos las sinuosas líneas de los olivos viejos, he sentido la mullida epidermis de las secoyas y las estriadas ramas del drago.
Antes de hacerles fotos he disfrutado de la textura que la luz provoca entre los líquenes que recubren al haya maquillándola de verde. Acaricié también la paleta tonal de los eucaliptos y la torsión milenaria de castaños en el frescor de la umbría otoñal.

Hayas en La Selva de Irati

Olivo en Tierra de Barros

Encina en Las Dehesas de Jerez de los Caballeros

Alcornoques en Salvatierra de los Barros

Castaños en Las Villuercas

Eucalipto

Eucalipto

Bosque de secuoyas en Cantabria

Haya en Picos de Europa

Tronco seco de encina

Alcornoque descorchado

Castaño en el Valle del Ambroz

Corteza sangrante de encina

Drago en Tenerife
