Revista Cine

La piel que habito

Publicado el 05 diciembre 2011 por María Bertoni

La piel que habito“No me repito, pero afortunadamente sigo siendo el mismo” escribió Pedro Almodóvar en el blog dedicado a su última película, La piel que habito. Convertida a la tercera persona del singular, la oración sería un buen remate para la presente (y tardía) reseña que seguro se queda corta a la hora de elogiar esta adaptación de la novela Mygale del francés Thierry Jonquet.

A riesgo de resultar reiterativos, algunos nos permitimos afirmar que Antonio Banderas y Marisa Paredes tampoco se repiten. Sí, en cambio, provocan una sensación de reencuentro auspicioso, sobre todo el actor que vuelve a ser el (o él) mismo cuando deja a su otro yo en Hollywood para trabajar en España con el realizador manchego.

Poco queda de aquél que protagonizó La ley del deseo y Átame. Y sin embargo en esta oportunidad distinguimos la intensidad de su mirada, la temeridad necesaria para participar de un thriller irreductibe al clásico enfrentamiento entre buenos y malos o víctimas y victimarios.

La venganza, la identidad de género, la manipulación genética y su contracara la bioética son los tres grandes temas “filosóficos” (por llamarlos de manera casi cursi) de La piel que habito. Aunque suene tirado de los pelos, cuesta no pensar en el “ojo por ojo, diente por diente” que la opinión pública suele exigir ante ciertos delitos (La cuestión criminal no abandona nuestras cabezas). También es inevitable la reflexión sobre, por un lado, el suplicio o la condena que sufren las personas trans y, por el otro, sobre la deontología científica.

Salvando distancias obvias, la violación que Vera sufre a manos de Zeca evoca el ataque sexual a Kika (Verónica Forqué) por parte de Pablo (Santiago Lajusticia), el hijo de Juana (Rossy de Palma). Por otra parte, la banda sonora a cargo de Alberto Iglesias también es fuente de reminiscencia almodovariana.

En detalles como éstos, los admiradores de Don Pedro lo reconocemos. Entonces, también celebramos que el cineasta español siga siendo el mismo sin por eso incurrir en el vicio de la repetición.


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