He vuelto a ver “La piel suave” y me ha llamado la atención la sensibilidad y hondura antropológica de François Truffaut para hablar de la infidelidad matrimonial. En su historia, un escritor de prestigio, casado con una buena mujer y padre de una niña encantadora… se deja arrastrar por la inclinación del corazón y comienza a flirtear con la azafata del vuelo que ha cogido para Lisboa. La imprudencia y la mentira se alían pronto para dar cuerpo a ese afecto, y las citas clandestinas se suceden entre unos momentos de pasión y otros de amargura… porque hay que cuidar la imagen y no levantar sospechas, porque no se quiere perder a la esposa ni a la amante, porque el corazón dice una cosa y la conciencia otra bien distinta, porque el hombre racional y circunspecto ha sucumbido a la debilidad y al desconcierto. Son continuos los vaivenes emocionales, el nadar y guardar la ropa, las peticiones de perdón y el darse una segunda oportunidad… para terminar cada vez complicándose un poco más las cosas y empezar a mascarse la tragedia.
Asombra el buen ritmo narrativo y a la vez la capacidad de Truffaut para adentrarse en la conciencia del Sr. Lachenay y dejar esos tiempos muertos de reflexión, la sutilidad para presentar la infidelidad y también la reconciliación conyugal (basta con bajar esa especie de persiana japonesa de la habitación), la poesía del montaje y de la planificación para hablar de los altibajos emocionales (un encender y apagar de luces en los respectivos encuentros es suficiente). Ya en las primeras secuencias, la miradas llegan cargadas de complicidad y los movimientos de Nicole muestran la astucia femenina para atraer su presa, mientras los silencios revelan los pensamientos de un hombre que ya no puede quitarse a esa mujer de la cabeza… La suerte está echada y a Truffaut solo le resta buscar algunos momentos de suspense para saber si cogerá o no el avión, si se dará marcha atrás en la separación tras esa noche de reconciliación, si la chica de la cabina telefónica terminará de hablar y permitirá al Sr. Lachenay remediar lo irremediable.
Ha sido un tobogán para el corazón y una pesadilla para la conciencia. Tras la conquista y el placer, afloran los celos y el temor… y al amor le sucede la inquietud y la inseguridad. El Sr. Lachenay sabe que no hace bien, pero no hay quien pare esa cascada de locura… porque a la fuerza del deseo le sigue el orgullo que le empuja a precipitarse en el vacío, y cuando su mujer le dice “comprendo que me detestes” en un intento de enderezar la situación… él responde “No, Franca, es a mí a quien detesto”. La desorientación y desesperación se han adueñado de su alma, y ni siquiera la tierna inocencia de Sabina o los sensatos consejos de ese matrimonio amigo consiguen dar luz a su ceguera. No es menor la de su querida esposa Franca… y ahí esta ese desenlace tan pasional como insospechado, epílogo de una historia de traición en la que ella dio buenas muestras de su carácter fuerte y colérico, y él de su inconsciencia y pusilanimidad.
Tenemos, por tanto, un excelente retrato de personajes en el guión, y una contenida y convincente interpretación de Jean Desailly, Françoise Dorléac y Nelly Benedetti para el trío protagonista, mientras que la elegancia de la elipsis para contar sin mostrar se nos ofrece como la mejor demostración del oficio de Truffaut. El blanco y negro desvaído de la fotografía y el diseño de producción propio de los años sesenta no resultan un hándicap para esta cinta con el paso de los años, porque la historia tiene hondura y autenticidad, porque cada detalle es una gota más en ese paulatino pero progresivo proceso de deterioro conyugal de aquellos que deberían haber tenido más piel fina en su corazón y en su conciencia.
En las imágenes: Fotogramas de “La piel suave”, película producida por MK2, distribuida en España por Avalon © 1964. Todos los derechos reservados.
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Publicado el 18 septiembre, 2013 | Categoría: 7/10, Años 60, Drama, Filmoteca, Francia
Etiquetas: conciencia, François Truffaut, Françoise Dorléac, Jean Desailly, La piel suave, matrimonio, Nelly Benedetti