Cuando al espíritu de empresa de la prensa se une el espíritu de empresa de la política, esta detentación oligárquica del poder parlamentario y periodístico suele retardar la evolución social de la prensa en el sentido de su impersonalización individual y de su personalización social. El público alimenta su curiosidad femenina en hojas tal vez mejor impresas o informadas; pero va tragando poco a poco la píldora sin darse cuenta; y la conspiración del silencio ahogará el espíritu de protesta de los pocos lectores que, no siendo lerdos, sepan adonde se dirigen los tiros. En este caso, sólo el espíritu cooperativo del público y la solidaridad de los lectores, ayudada por el Estado en la función tutelar, que hay derecho a exigirle, puede tomar la defensiva contra los nuevos caballeros de industria, cuyas cruzadas se emprenden, no para redimir el santo sepulcro de ideales muertos o moribundos, sino para custodiar el santo dividendo, el santo contrato o la santa subvención, que pueden ser arrebatados por una voz imprudente en las Cámaras o por una firma anónima en el periódico.