Hoy toca una de la Hammer y encima de Zombies. John Gilling (guionista de La carne y el demonio / The flesh and the fiends (1960) o La leyenda de Vandorf / The Gorgon (1964) entre otras muchas), es un director que no tiene tanta fama entre los aficionados como Terence Fisher, pero que sí fue importante para desarrollar (junto a Freddie Francis o Peter Sasdy, entre otros) las coordenadas estilísticas de la mítica productora. Este realizador dirigió en 1966 dos películas de bajo presupuesto (The Reptile y la que hoy nos ocupa) convertidas con el paso del tiempo en loables muestras del cine fantástico bajo el prisma Hammer. La plaga de los Zombies es un film de planteamiento clásico, muy atmosférico y pletórico en su desarrollo, que no aburre en ningún momento. Bebiendo de las fuentes clásicas de éste subgénero ( Yo anduve con un zombie de Jacques Tourneur y La legión de los hombres sin alma de Victor Halperin se erigen como influencias palpables) reinventa la apariencia visual de esos seres, rejuvenece considerablemente el mito del muerto viviente y plantea algunos novedosos recursos de narración, creando, todo ello, un punto de partida idóneo para La noche de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero y films posteriores.
La película se inicia con un breve crédito inicial, un oscuro ritual vudú con hombres de color tocando tambores, presididos por un hombre blanco (que dirige el ritual) con el rostro cubierto por una demoníaca máscara; ésta secuencia prepara al espectador para el desarrollo posterior de la película y sirve como introducción de ciertos elementos exóticos, que mezclan las raíces africanas con el vudú haitiano y los enquistan, en la sociedad moderna, como una cruel metáfora en la cual el progreso (encarnado por el moderno hombre blanco) se nutre (y necesita) de los antiguos ritos para poder mantener y erigir una posición social predominante sobre el sencillo hombre de a pie; como reflexión, antes de seguir con la sinopsis, creo que está bastante clara la crítica hacia el poder y la opresión, creando otro nexo de unión con la anteriormente mencionada película de Romero.
Después de ésta introducción la película transcurre por senderos más convencionales; Sir James Forbes ( André Morell), eminente doctor ya retirado, recibe una carta de Peter Thompson ( Brook Williams), uno de sus mejores alumnos que ejerce de médico en una apartada aldea, en la cual muchas personas están falleciendo de manera misteriosa. Intrigado por la misiva, Sir James acompañado de su hija Sylvia ( Diane Clare), se dispone a viajar hasta el remoto lugar. Una vez en la aldea, con un recibimiento por parte de los lugareños bastante agresivo, descubre que los cuerpos de los recientemente fallecidos nos están en sus tumbas; paralelamente la mujer de su alumno (Alice / Jacqueline Pearce) desaparece y posteriormente es encontrada asesinada en un solitario páramo. Ayudado por el vicario, descubren asombrados que todos los hechos sugieren que en la aldea alguien está practicando rituales paganos, con el objetivo de crear zombies. Las pruebas apuntan al terrateniente del lugar Clive Hamilton ( John Carson) y hacia él dirigen sus investigaciones, encontrando en su camino el horror más absoluto.
La película bascula entre diferentes propuestas, por un lado tenemos la ambientación, atmósfera y pulcritud técnica (características Hammer) muy bien remarcadas; por otro lado Gilling aborda el tema tratado con inusual energía y creatividad, consiguiendo una obra ambigua en muchos momentos (sobre todo en las referencias sexuales) y que emplea la sugestión (sugiere el horror antes que mostrarlo abiertamente) como una herramienta más de tensión, pero Gilling también muestra (cuando la narración lo permite) las escenas más malsanas y perturbadoras sin pestañear, de ésta manera la resurrección (convertida en zombie) de Alice y posterior decapitación; el sueño onírico y angustioso de Peter, que ve cómo los zombies le rodean y uno de ellos lo estrangula o la primera aparición de uno de los zombies, aportan al film unas puntas de emoción muy de agradecer y un ritmo ágil que no todas las películas de Hammer tienen.
Otro punto a resaltar, que ya he mencionado brevemente antes, es la apariencia visual de los zombies, vestidos con sudarios, con un maquillaje bastante superior al utilizado en muchas producciones de la época y, sobre todo, con esas lentillas blancas que refuerzan una (ciega) mirada de tremenda malevolencia y que todavía provocan, hoy en día, algún que otro estremecimiento de terror.
Mención especial merecen André Morell y John Carson, uno en su papel de científico desbordado por los sucesos a los que tiene que enfrentarse, el otro por su maligna y poderosa recreación del malvado Sullivan. En sus respectivos roles ambos están absolutamente brillantes.
Es indudable que entre la filmografía de ésta productora, La Plaga de los Zombies es una obra menor, pero, a título personal, a mí me parece una gran película que curiosamente ha envejecido bastante mejor que algunos títulos contemporáneos bastante más reconocidos. Un título y un director a reivindicar a la voz de ya.
El film fue editado en nuestro país por Manga Video. Como extra, incluía un interesante documental titulado: World of Hammer: Mummies, Werewolves & The living dead.
Hasta la próxima, amigos/as de El Terror Tiene Forma.
Año: 1966 / Director: John Gilling / Productor: Anthony Nelson Keys / Guión: Peter Bryan / Música: Philip Martell / Fotografía: Arthur Gran / Maquillaje: Roy Ashton / Fx: Les Bowie / País: UK / Duración: 90 m. / Formato: 35 mm. / Proporción: 1.85: 1 / Color
André Morell, John Carson, Diane Clare, Brook Williams, Jacqueline Pearce, Michael Ripper, Alexander Davion, Marcus Hammond, Dennis Chinnery, Louis Mahoney, Ben Aris, Roy Royston, Tim Condren, Bernard Egan, Norman Mann, Jerry Verno