Revista Cultura y Ocio

La playa de los ahogados. Domingo Villar

Publicado el 21 noviembre 2010 por Carmina
La playa de los ahogados. Domingo Villar
Repito con este autor, al poco tiempo de leer su primera novela, no es algo que suela hacer, sin embargo tengo que reconocer que iba sobre seguro, que había leído tantas reseñas en la red que sabía que no me iba a saturar con el autor y además supongo que tardará bastante en publicar la tercera entrega así que tendré tiempo para desintoxicarme... Y si habéis leído bien, desintoxicarme... porque la lectura de estas novelas me ha causado adicción hacia una novela negra clásica, bien escrita y con su toque de humor e ironía, este como no de la mano del ayudante del inspector Leo Caldas, pero también de la de su padre y su cuaderno de idiotas. Tenían razón los que me avisaban que en este libro Domingo Villar no cargaba tanto las tintas sobre el aragonés Rafael Estévez, sin embargo cuando alguien no termina de acostumbrarse a la indiosincracia del pueblo en el que vive, se producen situaciones en el que el humor se erige en protagonista.
Un ahogado aparece en la playa de Panxón con las manos atadas con unas bridas verdes, lo que a simple vista es un suicidio, característico de los hombres del mar que rinden así cuentas con el medio que todo se lo da y se lo quita, se revela un asesinato. El inspector Leo Caldas se encuentra con el hermetismo de la comunidad marinera, nadie quiere hablar, y cuando lo hacen apuntan en una dirección insólita que poco le sirve para esclarecer el crimen. El miedo se adueña de aquellas personas que compartieron su vida con Justo Castelo a borde del Xurelo, pero nadie habla, el temor les tiene atenazados. Al inspector le da la sensación de estar dando vueltas en círculos, cuando encuentra una nueva pista, el seguimiento de esta le lleva de nuevo al punto de partida... la impotencia se apodera de él en un momento de su vida un tanto complicado, Alba vuelve a dar señales de vida , su tío Alberto, único hermano de su padre, se encuentra en el hospital y su colaboración radiofónica en el Patrullero en las ondas le asfixia. Con la ayuda de su ayudante al que en ocasiones le cuesta frenar ira dándose de bruces contra muchas puertas, hasta que con un gran golpe de efecto nos lleva hasta el asesino.
Nos encontramos ante una novela negra bien escrita, más madura que la anterior, que te lleva a sospechar uno a uno de todos los posibles sospechosos, por más que Leo Caldas apunte siempre en la misma dirección, no es una novela ágil, si no reposada de acuerdo al caracteres de los gallegos, el contrapunto lo da el impetuoso Estévez que en esta ocasión se enfrenta a su jefe al que acusa de no tener vida personal fuera de la oficina y de dar por sentado que nadie la tiene... Y es que Leo Caldas es un solitario cuya vida gira en torno al trabajo, persona de ideas fijas echa de menos a Alba pero es incapaz de darle lo que ella ansía, ni de llamarla por teléfono o de ser sincero cuando ella lo hace. Su vida se centra en la comisaría y el Eligio que nos describe con guante blanco tanto la taberna en cuestión como su menú... si un día voy a Vigo no dejaré de pasarme por allí para comprobar lo que Domingo Villar describe con maestría.
A pesar de que la investigación se encalla y está en punto muerto durante gran parte del libro, porque dan vueltas en círculos sin encontrar nada que les lleve al asesino, el libro no se hace pesado, vamos descubriendo las costumbres de la vida del mar, se van revelando de a poquitos el carácter de los personajes, la superstición de la gente del mar, a través de la lectura de esta novela nos queda una idea muy clara de una comunidad que vive con los ojos puestos en el mar, un mar que tiene el poder de darles todo y de quitárselo también. La trama se agiliza en el momento toman el camino correcto, nada es lo que parece y el primer sorprendido parece ser el inspector Caldas, y con él el lector, yo al menos no fui capaz de adivinar en esta ocasión quien era el asesino. Domingo Villar ha demostrado una habilidad increíble en esta entrega, se ha escondido un as en la manga, lo hemos tenido siempre enfrente y no hemos sabido verlo, quizás porque no era lo lógico, pero nadie ha dicho que un asesino fuera lógico...
Pasear con Leo Caldas por Vigo , por Panxón, y por el resto de las Rias es todo un lujo, creo que si algún día me acerco a Galicia en muchas cosas tendré la sensación de un dejà vú. Ahora toca esperar una nueva entrega para ver si Domingo Villar ahonda más en el personaje... esta es una novela más intimista, se centra mucho en la figura del padre del inspector, de su entorno familiar y por lo tanto algo se deduce del personaje. Leo Caldas es un buen amante de la comida y de los vinos de su tierra y estos tienen su importancia en la trama, nos enseña a comer percebes y a prepararlos como si cada uno de nosotros fuera un Estévez, nos canta las excelencias de la cocina gallega, y de los productos estrella de esta comunidad, las nécoras.... me ha gustado la cuña ecologista que ha intercalado con el personaje de Arias, que separa las hembras cubiertas de huevos y las devuelve al mar, es la única forma de asegurarse el futuro, sin embargo no todo el mundo es consciente de ello, puesto que el propio Caldas reconoce haberlas comido repletas de ellos.
En una novela costumbrista no podía faltar el reflejo de los furtivos, de los percebeiros que para redondear un sueldo arriesgan su vida en el mar, para Estévez esto es incomprensible... sin embargo para ellos, es un modo de vida, aún cuando no se dediquen a ello... me ha hecho gracia la reacción de Caldas con el furtivo... pocas veces se olvida de que es policía pero unos percebes bien se lo merecen.
Mención aparte merece el libro de idiotas del padre de idiotas del padre del inspector, hasta he pensado en hacer uno yo, una forma de desahogarse muy digna, me he reído mucho cuando ha propuesto a su hijo que apunte su nombre en él...
Con todo lo dicho creo que queda claro que he disfrutado la novela, no la he podido soltar en días y eso que he de reconocer que tengo poco tiempo para leer, pero lo he sacado hasta de debajo de las piedras... necesitaba saber quien había matado a Justo Castelo y que le había empujado a simular un suicidio.... y el misterio no se resuelve hasta las ultimas páginas y siempre por casualidades, encontrando pistas cuando no se buscaban y no hallándolas cuando se las seguía con ahinco.

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