La hija modelo Emily Elizabeth Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts. Su padre, Edward Dickinson, ejercía como juez y era representante de la Cámara de Diputados de Massachusetts. Su madre, Emily Norcross, estuvo postrada los últimos años de su vida y tanto Emily como su hermana pequeña Lavinia, tuvieron que hacerse cargo de ella. Ambas tenían un hermano mayor, William. Aunque de su infancia se tienen pocos datos, sabemos que Emily creció en un ambiente profundamente puritano y que en algún momento decidió que quería estudiar, algo poco común entre las jovencitas de su círculo.
El corazón pide placer primero,Luego excusa del dolor,
Luego los pequeños detalles
Que matan el dolor.
Luego irse a dormir,
Y luego, si tiene que ser
El deseo de su inquisidor,
El privilegio de morir.
En 1840, cuando Emily tenía diez años, fue inscrita por sus padres en la Academia de Amherst, un centro educativo masculino que dos años antes había abierto sus puertas por primera vez a las niñas. La pequeña aprovechó aquella oportunidad única. Historia, literatura, matemáticas, lenguas clásicas, todo lo que estuvo a su alcance fue estudiado por Emily con mayor o menor dificultad y superando la exigencia que ella misma se auto imponía y las deficiencias de salud que sufría. Siete años después abandonaba el centro y el hogar familiar para ingresar en el Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke donde además recibió formación religiosa. Su estancia en el seminario fue breve pues pocos meses después enfermó y tuvo que volver a casa. Emily no volvería a estudiar nunca más en un centro educativo.
Casa natal de Emily, hoy convertida en un museo sobre la escritora
La poetisa en la sombra
Desde muy pequeña, Emily dio rienda suelta a su creatividad en forma de versos. Poesías y más poesías que dejaba leer a muy pocas personas escogidas. Algunas de ellas, como la también escritora Helen Hunt Jackson o su editor Thomas Niles, intentaron una y otra vez sin éxito, que Emily aceptara publicar sus poemas. Ella se negó de modo que Helen solamente consiguió que Emily aceptara publicar un poema en una antología pero sin que apareciera su nombre. Los otros cuatro poemas que se publicaron en vida de la escritora aparecieron un un diario local también anónimamente y puede que sin el consentimiento de la autora.
Hay una languidez de la vida
Más inminente que la pena,Es sucesora de la pena
Cuando el alma ha sufrido
Todo lo que puede.
Parecía que Emily solamente quería tener una vida tranquila, alejada del seguro éxito que le hubiera supuesto la publicación de su obra. Desde que abandonara el seminario, la joven vivió en el hogar familiar cuidando de sus padres y llevando una existencia austera. Hasta que algo sucedió en su vida y Emily se recluyó para siempre. La poetisa de blanco
Última imagen de Emily,
ya vestida de blanco
Portada de la primera edición
de los poemas de Emily de 1890
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido, bello.
Y me quedé dormida sobre la suave hierba.
Al despertar miré sobresaltada
Mi mano pura en aquella tarde clara.
La sortija entre mis dedos ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
Es sólo un recuerdo de color dorado. Dos son los hombres que podrían haber roto el corazón de la poetisa. Algunos afirman que fue un amor de juventud que su padre prohibió tajantemente mientras que otros aseguran que fueron los sentimientos hacia un pastor protestante casado los que rompieron el corazón de Emily. Los más osados apuntan a una relación más allá de la familiar con su cuñada, Susana Huntington, una de las pocas personas que tuvo acceso a la obra de Emily en vida. Pero solamente ella, la gran Emily Dickinson supo la verdad. Lo más importante sin embargo, fue el legado excepcional que regaló al mundo de la literatura y a los amantes de la poesía.