Tras unas elecciones bastante reñidas, que sólo pudieron definirse con una segunda vuelta, el ex presidente y líder político brasilero Luiz Inácio Lula da Silva, retornó al poder el pasado 1 de enero de 2023. Lo hizo, tras derrotar a su principal contrincante, el también ex presidente Jair Bolsonaro, con una diferencia bastante mínima. Lula se hizo al 50,9% de los votos, mientras que los bolsonaristas apoyaron a su líder con un 49.1% de los votos.
Estos resultados, fueron sólo el preludio de una tensión política devenida en crisis el pasado 8 de enero, cuando simpatizantes de ultra derecha y bolsonaristas atacaron las instalaciones de los edificios institucionales en Brasilia, lo que para muchos es un intento de golpe de Estado, dejando claro el nivel de vulnerabilidad que atraviesa la democracia de este país.
A raíz de estos hechos, conviene preguntarse cuáles son a día de hoy, y tras un mes después de la incursión, los principales retos que enfrenta Lula en su gobierno. No sólo al asumir el mando, sino tras este grave intento de desestabilización.
La antesala del intento golpistaLa fotografía electoral en sí misma, es bastante significativa, habla de una nación completamente dividida y polarizada entre dos espectros políticos bastante opuestos. Uno de ellos radicalizado hacia la extrema derecha con Bolsonaro a la cabeza, y otro de izquierda encabezado por Lula. La decisiva segunda vuelta se llevó a cabo en un enorme clima de tensión entre partidarios de uno y otro líder. Tensión incentivada al mismo tiempo, por una cascada de fake news y desinformación, lo que en la anterior elección le brindó la victoria a Bolsonaro.
Tras el triunfo de Lula, declarado y confirmado por el Tribunal Superior Electoral de Brasil, Bolsonaro no reconoció inmediatamente el resultado y esperó hasta el martes siguiente para realizar un pronunciamiento. Mientras tanto, pese a que algunos de sus copartidarios más cercanos, reconocieron la derrota de inmediato. En las calles, cientos de bolsonaristas, empezaron a cuestionar radicalmente los resultados.
Estos cuestionamientos avanzaron progresivamente hasta materializarse en hechos como bloqueos de vías, manifestaciones y barricadas por todo el país. Muchas de ellas alentadas por Bolsonaro, quien, a pesar de reconocer su derrota, no escondió su claro su descontento. Los Bolsonaristas, que se negaban a aceptar el triunfo de Lula, llegaron incluso a instar a las Fuerzas Armadas en los cuarteles generales de Río, Sao Paulo y Brasilia, para que realizaran una 'intervención federal' y retomaran el control del país.
El extremismo y el asalto a la democracia
Pese al claro resultado de las elecciones, las semanas previas a la posesión de Lula las tensiones siguieron en aumento. El nuevo presidente se posesionó el pasado 1 de enero en medio de cuestionamientos infundados y difundidos por la ultraderecha sobre una supuesta fraudulenta elección. Así como una serie de protestas alentadas por el presidente saliente, sumado a amenazas de grupos violentos de extrema derecha.
La llegada de Lula significaba para algunos el fin de la era Bolsonaro y de una política de extrema derecha radical, como no se había visto antes en Brasil, después del fin de la dictadura. Para otros, era una total farsa y la muestra de que la democracia brasilera había sido desmantelada. Una vez más, la polarización reinaba. Tras dos meses desde las elecciones, la tensión acumulada llegó a su máximo punto el pasado 8 de enero, día en que cientos de bolsonaristas acudieron al Congreso de la República y otros edificios gubernamentales en Brasilia para irrumpir de forma violenta.
La masa simpatizante de Bolsonaro, ocupó, saqueó y destruyó gran parte del mobiliario de los edificios del Congreso, el Tribunal Supremo Electoral e intentó ingresar al Palacio de Planalto. Todo esto, ante la acción casi inocua de la Fuerza Pública que operaba en la zona, que no opuso mayor resistencia a los manifestantes. La turba enardecida, seguía pidiendo la intervención de las fuerzas federales, así como la repetición de las elecciones que consideraron fraudulentas desde el comienzo.
Pese a que la fuerza pública retomó el control del epicentro de las protestas, y el Congreso Nacional, el intento de golpe en Brasil y el asalto a la democracia deja importantes cuestiones sobre los retos que, tras el episodio, tendrá que enfrentar Lula.
Retos del gobierno de Lula tras el intento golpista
Desde su proclamación como nuevo presidente de los brasileros, el país que enfrentaba Lula era ya de por sí desafiante. Con lo ocurrido el pasado 8 de enero, muchos de esos desafíos se agudizan y profundizan aún más.
Estabilidad institucional, polarización y radicalismo
Los hechos ocurridos en Brasilia son una gran muestra de la fragilidad que puede estar enfrentando la democracia brasilera tras el cambio de gobierno. El resultado tan ajustado de las elecciones son sólo la fotografía de la gran división política de la nación, sumado al tinte extremista y radical que obviamente ya ha demostrado la extrema derecha.
Cabe mencionar que este crecimiento y radicalización de la derecha no es un fenómeno exclusivo de Brasil o cosechado tras el mandato de Jair Bolsonaro. Sino que hace parte de una situación a nivel global, en la que las derechas de casi todo el mundo están tomando fuerza. De hecho, las acciones llevadas a cabo en el Congreso y demás edificios gubernamentales, recuerdan bastante, a la incursión en el Capitolio norteamericano, desarrollada por simpatizantes de extrema derecha y seguidores de Trump, tras las elecciones en que Joe Biden fue declarado ganador.
En este orden, Lula tendrá que hacer frente a una gran oposición y polarización, no sólo en el Congreso, sino también en la ciudadanía que votó a Bolsonaro. Población que por demás suele estar expuesta a grandes estrategias de desinformación, discursos de odio e intolerancia difundida a través de redes sociales y fake news.
Fuerza pública
La forma en que se llevó a cabo el asalto a los edificios institucionales en Brasilia ha dejado serias cuestiones sobre el actuar de la fuerza pública. O, mejor dicho, sobre la no actuación de los policías y agentes que acordonaban el área. Algunos medios nacionales e internacionales han señalado que, durante el asalto de los extremistas, se vio a los agentes de policía tomar una actitud totalmente omisiva de los hechos y dejar que la muchedumbre ingresara sin control.
Si bien las investigaciones sobre los hechos continúan, y el jefe de secretario de seguridad de Brasilia (afín a Bolsonaro) fue retirado del cargo inmediatamente después de las protestas. El gobierno de Lula deberá establecer cuál fue el grado de complicidad de los agentes del estado durante el intento de golpe del pasado enero. De comprobarse esta actitud, Lula tendrá que enfrentar una fuerza pública dividida y con apoyos al presidente saliente, lo cual puede ser bastante contraproducente para su mandato.
Al respecto, algunos analistas como Pedro Ibañez denuncian que los policías se comportaron como meros espectadores el día de los hechos. De hecho, llega a considerar que parte de la turba extremista pudo haber contado con apoyo directo de la policía. Recordemos que éste órgano de seguridad en Brasil es comandado por los gobernadores, muchos de ellos adeptos a Bolsonaro. Además, su naturaleza militar, entorno en el que la derecha ha tenido tanto espacio, puede sugerir que gran parte de esta, sigue apoyando al presidente saliente.
Panorama legislativo
A diferencia de lo que ocurre a nivel internacional, el respaldo hacia Lula no es el mismo en su país y mucho menos en el Congreso. En el legislativo, el Partido Liberal de Bolsonaro es el que lleva la delantera, ocupando la mayoría de los escaños en las dos cámaras. Por lo tanto, el mandatario tendrá que enfrentar una acérrima oposición tanto fuera como dentro de las instituciones. En este sentido, está claro que la negociación de leyes y políticas no la tendrá fácil. No obstante, se espera que su experiencia y su capacidad para hacer coaliciones, le permitan sacar adelante su proyecto político y gobernabilidad.
Economía y medio ambienteAunque no están directamente relacionados con lo ocurrido en Brasilia, resaltar estos dos campos es fundamental, porque fueron quizá los más transformados durante el mandato de Bolsonaro. En temas económicos, el Brasil que recibe Lula, dista bastante de la bonanza que experimentó el país en los años 2000. Época en que las políticas sociales pudieron echarse a andar fácilmente por el boom de las materias primas. Sumado a esto, la desigualdad y la pobreza siguen siendo temas urgentes de la agenda. Sobre todo, si consideramos que con Bolsonaro el país volvió al mapa del hambre de la ONU, del cual había salido en 2014
Por último, en el tema medio ambiental, Lula se plantea dar un completo viraje a la agenda dejada por la anterior administración. En este sentido, uno de los máximos retos es reducir la deforestación de bosques tropicales y la Amazonía, que alcanzó niveles históricos durante el mandato de derecha. Así mismo, la protección de territorios y poblaciones indígenas, junto con una agenda de trabajo conjunto con socios de la región para proteger el pulmón del mundo.