Revista Deportes
Una de las normas que provoca mayor desacuerdo entre entrenadores, jugadores y aficionados de la NFL es la llamada "pass interference". La regla establece, a grandes trazos, que será motivo de infracción cualquier acción defensiva que impida al receptor atrapar un pase, siempre y cuando éste sea atrapable. El castigo es claro: primer down automático desde el punto en el que se realizó la falta.
Hecha la ley, hecha la trampa. Es una realidad incontestable que muchos equipos, en función de sus receptores y de las características del defensor a quien corresponderá su marcaje, han incorporado a su playbook jugadas destinadas a forzar ese "pass interference" y obtener así un jugoso beneficio. Lanzamientos de 20, 30 o 40 yardas se dan por completados en situaciones muy discutibles, con claro perjuicio para las defensas. En este tipo de acciones puede considerarse la norma del pass interference como una regla claramente favorecedora del ataque aéreo, utilizada con frecuencia por parte de los coordinadores ofensivos con dolo o mala fe.
A nadie extrañará que sean muchos los que reclamen la modificación del pass interference. El abanico de soluciones propuestas es amplio y entre ellas, parecen de más sentido común aquellas que apuestan por limitar el castigo a un simple "primer down" o, en su defecto, a un beneficio de 10 yardas.
El problema es que esa misma acotación del beneficio jugaría en igual medida contra aquellas acciones sancionables de la defensa, tan frecuentes en el pasado y responsables de la introducción del pass interference. Si tomásemos alguna de esas soluciones, nos deberíamos enfrentar a la situación inversa. Poniéndome en el papel de coordinador defensivo, sería fácil instruir a mis pupilos con una orden muy sencilla: cuando un quarterback lance un pase profundo, olvídate del ovoide y comete falta contra el receptor. Siempre será preferible un pass interference que solo nos cueste 10 yardas -o un primer down-, a no encajar un buen pase. Los que llevan algún tiempo en esto recordarán cómo de desesperante era ver a los defensas obstaculizar hasta el aburrimiento cualquier intento de pase a media o larga distancia dado que el castigo era únicamente de 10 yardas desde el punto de snap.
No ayudaríamos en nada pasar del abuso ofensivo actual a un abuso defensivo igualmente injusto. La solución a este entuerto debería buscarse en mejorar la apreciación arbitral de lo que es un pase "atrapable" y la determinación del grado de obstaculización que sufre el receptor por parte del defensa. La NFL cuenta con los suficientes medios como para permitir a los técnicos la posibilidad de solicitar revisiones de vídeo, si se quiere, únicamente para acciones que comporten una ganancia substancial de yardas -a partir de 25-, o restringiendo el número de challenges por partido. Por tanto, la regla está bien planteada y el castigo es proporcional al daño. Lo único que hay que modificar son los recursos para que la norma se aplique correctamente.